Agoniza producción de resina de pino en Los Chimalapas, por pandemia; es sustento de comuneros
La recolección de resina de pino se considera una actividad basada en un recurso forestal no maderable y su aprovechamiento con fines comerciales se realiza desde hace más de 100 años, desde 1920
San Miguel Chimalapa.— Mauro Cruz señala un árbol de pino de la variedad oocarpa con una seca y amarillenta sabia escurriendo sobre una vieja herida de 15 centímetros de profundidad y también sobre un cacharro de acero incrustado debajo de la corteza perforada.
Dicha herida está así desde hace casi dos años, cuando la pandemia de Covid-19 paralizó todo comercio en México.
Mauro es un comunero y resinero de la población zoque de Benito Juárez, agencia del municipio de San Miguel Chimalapa, uno de los considerados guardianes de la selva en la zona oriente, que colinda con el estado de Chiapas. Desde el 2010 comenzó, junto con otros 47 comuneros, a aprovechar la resina que sale del pino cuando le hacen incisiones en la corteza sin llegar al corazón, lo que permite al árbol sobrevivir y recuperarse con el tiempo.
La recolección de resina de pino se considera una actividad basada en un recurso forestal no maderable y su aprovechamiento con fines comerciales se realiza desde hace más de 100 años, desde 1920, principalmente en los estados de Jalisco, Michoacán y Oaxaca.
Foto: Roselia Chaca
Al ser una actividad precaria, requirió de una regulación específica y sencilla, que a la vez permitiera su aprovechamiento sustentable.
Por eso el gobierno federal publicó en 2005 los criterios y especificaciones técnicas para realizar el aprovechamiento comercial de la resina de pino “no intensivo” bajo la Norma Oficial Mexicana NOM-026-SEMARNAT-2005.
Según el documento publicado en el Diario Oficial de la Federación (DOF) en 2005, la resina de pino es el principal producto forestal no maderable que se aprovecha en el país, ya que representa entre 43% y 47% del valor y volumen de producción forestal no maderable nacional, respectivamente, excluyendo la tierra de monte.
Al extraer y transformar la resina de pino, se obtienen productos que son materias primas de la cadena industrial del país, generando una importante fuente de empleos, lo que fue una realidad por espacio de casi 10 años en las poblaciones habitadas por el pueblo zoque, como Benito Juárez y San Antonio, en San Miguel Chimalapa.
Mauro Cruz forma parte de la Unión de Productores Ambientalistas Agropecuarios y Forestales Río Portamoneda Benito Juárez Chimalapa. El grupo de comuneros extraía antes de la pandemia hasta 400 kilos de resina que representaban 18 toneladas al mes, en alrededor de 100 hectáreas de pino en una zona autorizada por el gobierno, denominada Los Albarrán.
El precio por kilo llegó a ser de 19.50 pesos, pero bajó a 13 durante la pandemia, actualmente el kilo alcanza los 30 pesos.
Foto: Roselia Chaca
“Con la pandemia todo paró, la producción la paramos; además, a eso se agregó el bajo precio que alcanzó, así que para sobrevivir todos se enfocaron al programa federal Sembrando Vida. Queremos retomarlo, porque es un efectivo y sustentable programa que nos otorga al mes, al menos a mí, hasta 9 mil pesos”, comenta Mauro en medio de la población, mientras platica con otros comuneros debajo de un encino.
Según el comunero, a algunos de sus compañeros que extraían hasta dos toneladas de resina al mes les pagaban hasta 19 mil pesos. Ahora, a 30 pesos el kilo, el recurso puede ser más.
Mauro era el encargado de bajar todos los meses la resina en un camión, desde la selva de Los Chimalapas hasta la empresa michoacana que transformaba la materia prima en brea, colofonia o aguarrás.
Un universo de productos
El comunero no se sabe el nombre de todos los productos que resultan de la resina, sólo recuerda que son 800 derivados, entre los que destacan algunos detergentes de limpieza como el Pinol, suavizantes de telas, bases de químicos para el acabado del papel, adhesivos, goma base para fabricar chicles, jabones, pinturas y muchos más.
Mauro explica que el aprovechamiento es sustentable. Escogen pinos ya maduros para la extracción, nunca ejemplares jóvenes. A un pino con un diámetro de 30 a 40 centímetros le hacen sólo tres cortes, a los de 90 centímetros, cuatro heridas.
Cada árbol llega a dar tres kilos de resina, así que un pino en buena temporada logra darle a cada resinero 58 pesos al mes. Hoy, un sólo pino puede otorgar hasta 90 pesos.
Antes de la emergencia sanitaria, recuerdan los comuneros, la recolección la realizaban cada ocho días e iban vaciando la resina en tambos de 40 kilos, los cuales bajaban de las montañas en caballos o mulas, según el animal de carga que tuvieran los productores. Así, quien más medios de transporte poseía o personal para trabajar tenía, lograba mayor producción y por consiguiente, mayor paga.
Hoy, en medio de la pandemia, los tambos de resina están apilados oxidándose en medio del pueblo de Benito Juárez, el último de Oaxaca, enclavado en las tierras que han defendido por décadas de los invasores de Chiapas, esperando, como los pinos, volver a la producción.