Para llegar, durante dos horas hay que recorrer en vehículo una carretera de terracería con tramos en riesgo de deslaves, a causa de las lluvias.

Fotografía: Juana García
A esta escuela acuden cerca de 100 estudiantes; al menos 20 de ellos vienen de otras dos comunidades, que se encuentran aún más retiradas: Yutusaní, a media hora de distancia, y Llano de Pasto, a dos horas de camino.
Debido a estas condiciones es imposible que las clases puedan llevarse a cabo de manera virtual, ya que si no existe una carretera, menos una red eléctrica que permita conectarse a internet, explican los profesores y las autoridades de Unión de los Ángeles.
Las carencias en las comunidades, en lo que respecta a los estudiantes, van más allá de los uniformes o la falta de calzado. La distancia entre una comunidad y otra es de dos horas a pie; hay alumnos que apenas tienen seis años y que deben hacer ese traslado todos los días. Por ahora, acuden a las aulas tres días cada dos semanas.

Fotografía: Juana García
En Llano de Pasto hay niños que no acuden al preescolar porque no aguantarían levantarse temprano sin almorzar y luego caminar cuatro horas diarias. Algunos padres de familia no envían a sus hijos por su seguridad, explica la maestra interina Candelaria de Jesús Ramírez.
Candelaria es de Llano de Pasto y hace el mismo recorrido que los pequeños. Atiende al grupo de primer y segundo grado de la primaria José María Pino Suárez. Detalla que es difícil la enseñanza para los niños, porque son dos grupos de distintos grados, además de que ella carece de la formación en docencia necesaria; sin embargo, hace lo posible para llevar a cabo sus actividades.
Candelaria dice que una de las necesidades de los estudiantes es una biblioteca para consultar la información para sus tareas, actividades y lecturas que ayuden en su aprendizaje.
Aniceto Hernández García, agente de Unión de los Ángeles, insiste y solicita de manera urgente a las autoridades competentes para que le den continuidad a su carretera, que mantiene incomunicada a cerca de 700 habitantes de tres comunidades.
En tanto, el director y profesor bilingüe de la primaria, José Francisco Hernández Gutiérrez, dice que “se trabaja con lo que se tiene, las carencias nos rebasan, pero los niños nos necesitan y nuestra responsabilidad es con ellos y con las comunidades”.
Es el único salón cimentado con material de concreto, su techado es sostenido con vigas de madera que se han caído una y otra vez por los fuertes vientos en temporadas de huracanes. Para la construcción del aula, los pobladores tardaron cerca de seis meses en trasladar el material, por la falta de camino.

Fotografía: Juana García
“Fueron a través de burros y caballos que se pudo traer el material para este salón, otro tanto, fue traído en las espaldas de las personas”. Antes de la charla, el profesor reflexiona y desvía su mirada hacía las paredes de color amarillo, desgastadas, con fisuras por los sismos y los años de antigüedad.
“Las condiciones de la comunidad no son como en otros lugares, acá nos sentimos rebasados. Sin embargo, hacemos lo posible para aminorar estas brechas que se vienen arrastrando desde siempre. A los pequeños, les recordamos que deben de echarle ganas, no importa que no tengamos lo mismo que otras escuelas, allá fuera hay mucha competencia. Les enfatizamos que nunca deben de avergonzarse de su lengua, ni de su cultura”, dice.
Francisco es un profesor nativo de la región triqui y hablante de la lengua, lo que ha facilitado la comunicación con sus alumnos.
El profesor Norberto Ramírez Barrios también se comunica en la lengua triqui con sus estudiantes. Da clases a estudiantes de quinto y sexto grado de primaria, y de vez en cuando, también a estudiantes de otros grados. “Muchos alumnos aún no saben leer bien, otros no pueden con las operaciones y a muchos les da pena participar”, expone.
El docente atribuye lo anterior a la falta de clases presenciales, también a la falta de atención por parte de las personas que lo antecedieron.

Fotografía: Juana García

Fotografía: Juana García
Las autoridades y profesores, señalan que estos cambios ayudarán a mejorar las condiciones educativas.
Sin embargo, a un año del inicio del proceso de incorporación al IEEPO, los trámites siguen en proceso y los estudiantes no cuentan con libros ni con útiles escolares.
Desde el inicio de la pandemia en marzo de 2020 a la fecha, la Defensoría de los Derechos Humanos del Pueblo de Oaxaca ha registrado 16 quejas relacionadas con el derecho a una educación; de ellas 10 fueron quejas contra el IEEPO.
“La pandemia del SARS-CoV-2 hizo que se revelaran las condiciones de desigualdad en las que permanecen comunidades indígenas”, declaró.
Especificó que la brecha digital en las poblaciones rurales e indígenas está determinada en mayor medida a una infraestructura tecnológicamente muy deficiente, ya que las empresas de tecnología no invierten en zonas de baja rentabilidad, por la lejanía de estas, y prefieren los centros urbanos donde hay mayor densidad poblacional.
“En estos tiempos, el acceso a internet constituye una necesidad, para el ejercicio efectivo de los derechos humanos”, dijo el comisionado.

Fotografía: Juana García