Esta práctica, llamada guenda ruchaga (juntar), ya desapareció, pues no hay quien la realice.
No obstante, en esta ciudad, considerada el corazón comercial del Istmo, se preservan otras formas de comercialización, como dar un producto por otro con el mismo valor, en ocasiones igualando con dinero.
En realidad, dicen las comerciantes, el trueque siempre ha existido, pero con la crisis que se vive a consecuencia de la pandemia han visto incrementada la práctica, sobre todo con las vendedoras de otras comunidades, como San Blas Atempa, Tehuantepec, Álvaro Obregón, San Mateo del Mar y Santa María Xadani, que llegan a ofrecer sus productos de la agricultura de traspatio.
Foto: Roselia Chaca. EL UNIVERSAL
Griselda Martínez, por ejemplo, una cocinera tradicional de 48 años que tiene una fonda y se dedica al oficio desde hace más de 30 años, recuerda que desde niña veía a sus tías, vendedoras de dulces, llegar por la tarde a sus casas cargadas con las canastas de camarones, pescados, queso y panes, productos que intercambiaban con otras comerciantes.
“Esperábamos en casa a mis tías con panes y dulces. Era impresionante ver las canastas repletas de cosas, yo corría por unos pequeños camarones que me encantaban, mi mamá se los compraba a mi tía o también los intercambiaba por otra cosa, así que mis tías nunca perdían. Vendían con mi mamá, otras tías y vecinas lo que intercambiaban en el mercado. Es una forma fascinante de comercio entre nosotras, porque nadie llega a su casa con las manos vacías, por eso tenemos la fama de que las tecas vendemos hasta las piedras”.
Griselda comenta que antes del sismo a ella llegaban vendedoras de tortillas o productos del mar a intercambiar comida, pero esto sucedía después de las 12:00 del día, cuando estas mujeres ya tenían que regresar a sus casas con lo obtenido de la venta, y si a esa hora no lograban vender, optaban por el intercambio.
A unos cuantos pasos de Griselda está esperando clientes Wilber Ruiz Luis, un cargador de productos que también participa en esta práctica. A cambio de acarrear las cargas de vendedoras de Santa Rosa de Lima recibe tortillas, mango con chile o mole. En otras ocasiones acumula viajes con un vendedor de ropa a cambio de vestimenta para su familia.
“Es normal el trueque aquí, pero más ahora que la crisis está muy fuerte. No hay venta. Yo estoy todo el día aquí y siempre hago ese intercambio con algunas vendedoras, les cargo sus cosas y me pagan con lo que venden, hasta lámparas de pedestal he intercambiado”, detalla.
Foto: Roselia Chaca. EL UNIVERSAL
Sabe que la mejor hora del intercambio es después del mediodía o por la tarde, y lo nota con las vendedoras de tortillas o pescados al horno, frijoles refritos y queso, porque la venta disminuye. Otra ventaja es que quienes intercambian si reciben productos que no son de su agrado o no necesitan, vuelven a cambiar hasta encontrar lo que buscan llevar a su casa y a su familia.
María del Rosario Elorza Villalobos, vendedora de frutas y verduras, también con 15 años en la plaza, dice que desde el año pasado comenzó a observar que era más constante que a su puesto se acercaran las vendedoras de comida, pescado, dulces o tortillas. Ella lo atribuye a la crisis, aunque prefiere que el intercambio sea mitad dinero y mitad producto.
Foto: Roselia Chaca. EL UNIVERSAL