Jóvenes de Oaxaca reciben la estafeta de la alfarería juchiteca, oficio en peligro de extinción
La Séptima Sección de Juchitán era hasta 20 años el espacio de alfareros, pero poco a poco fueron muriendo o abandonando el oficio

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Juchitán.— Ta Álvaro y Na Inés no son los únicos alfareros de Juchitán, pero sí son los que a su gran edad aún desempeñan con amor este oficio, a punto de desaparecer, pues sólo quedan una docena de artesanos.
Casi al final del callejón Tanguyu, en la Séptima Sección de Juchitán, colindando con el río Los Perros, está la casa de Álvaro Luis López (Ta Mecu), de 89 años, y su esposa Inés Toledo López, de 79.
Esta zona de la ciudad era hasta hace 20 años el espacio de los alfareros, pero poco a poco fueron muriendo o abandonando el oficio debido a que dejó de ser económicamente viable ante las bajas o nulas ganancias; Álvaro e Inés son los últimos de la zona que a pesar de su avanzada edad continúan trabajando el barro.
Ta Álvaro aprendió alfarería a los 27 años de la mano de su hermano Vicente, quien a su vez lo aprendió del alfarero Mariano Muxe’, mientras que Na Inés tenía 18 cuando aprendió observando a su marido trabajar en el taller de su cuñado. Ella cuenta que un día aceptó, sin avisarle a su esposo, un pedido de 12 docenas de platos; con esa primera encomienda, que cumplió en cuatro días, comenzó su vida en la alfarería.
Amor por el oficio
Álvaro e Inés se han dedicado durante 70 años a elaborar piezas utilitarias como platos, tazas, comales, sartenes, tinajas, así como juguetes infantiles, como las famosas muñecas tanguyu. Hoy en día elaborando las mismas piezas pero en un volumen muy bajo, aunque sus hijos no estén de acuerdo en que sigan trabajando, por lo pesado que es la cocción de las piezas en el horno de leña.
“Mis hijos ya no quieren que trabajemos, pero esto nos mantiene vivos, hacemos cosas pequeñas a petición de algunos clientes”, cuenta Álvaro. Cuando hay pedidos grandes, de cuatro docenas de platos o braceros, inician la jornada a las ocho de la mañana y concluyen por la tarde; las piezas las queman durante un día y si hay lluvia el tiempo se prolonga.
El quemado es la parte más complicada de su proceso, pues cargan la leña y todas las piezas en el horno de su casa.
Formando herederos
“El oficio comenzó a perderse porque dejó de hacer dinero, la gente paga poco y al final muchos artesanos dejaron de trabajar, se dedicaron a otra cosa, como ser obreros”, dice.
“Yo fui al contrario, yo era albañil y lo dejé por el barro, luego me siguió mi esposa. Ninguno de mis hijos aprendió, no les gustó, así que con nosotros se pierde el oficio en esta casa”, comenta el anciano.
No obstante, dos jóvenes se acercaron a Inés y Álvaro para aprender la técnica del barro en Juchitán, que permite a los artesanos construir y modelar las piezas en un torno, muy parecido a cómo construyen sus casas algunas aves o insectos.
Álvaro e Inés no dudaron en enseñar a Michel López y Keren García, pareja que continúa el oficio con su proyecto Ba’du’ yu / Chico de barro, que iniciaron después de hacer un sondeo de alfareros de la Séptima Sección de Juchitán, en el que descubrieron que sólo quedaba uno de 90 años.
“La idea es que no se extinga el trabajo alfarero en Juchitán, que hoy es un oficio en decadencia en el Istmo, quedan poquitos, en Juchitán sólo existen pocas personas activas y sus hijos no continuaron con el oficio, está en riesgo, entonces queremos incentivar que en un futuro se puedan crear nuevos alfareros en Juchitán”, explica Michel López.