Mujeres del café: productoras de Talea de Castro luchan contra el "coyotaje" y preservan granos de Oaxaca

Mujeres zapotecas honran la memoria de sus madres y abuelas con el cultivo de café en la Sierra Norte; herencia familiar y lucha por la preservación del grano criollo son su motivación

Mujeres del café: productoras de Talea de Castro luchan contra el coyotaje y preservan granos de Oaxaca
Mujeres del café: productoras de Talea de Castro luchan contra el coyotaje y preservan granos de Oaxaca. Fotos: Juana García
Municipios 17/08/2024 15:02 Juana García Actualizada 15:02

Talea de Castro.-  Doña Herminia Santiago trabaja arduamente junto a su hija Erika en los cafetales heredados por sus abuelos. Como ellas, otra decena de mujeres zapotecas de Talea de Castro, comunidad de la región de la Sierra Norte de Oaxaca, hacen lo mismo para abastecer durante todo el año al mercado local de café, principalmente del criollo.

Todos los días, al despertar, doña Herminia Santiago pone café bien cargado con piloncillo. Cuenta que cultiva el grano para honrar la memoria de su madre, sus abuelas y abuelos; además porque le gusta mucho y así no gasta en comprarlo.

Tiene cerca de 20 años que regresó a Talea de Castro, una comunidad zapoteca enclavada en la zona también llamada Sierra Juárez, que fue donde creció, pero que tuvo que abandonar en su adolescencia para emigrar a la Ciudad de México en busca de un salario remunerado y oportunidades para apoyar a sus hermanos y a sus padres.

whatsapp_image_2024-08-17_at_1.43.11_pm_1.jpeg

Cuando regresó a su comunidad fue para continuar con el cuidado de los cafetales. Narra que, aunque no gana mucho, sobrevive de los granos de café y recuerda que desde siempre su familia se ha dedicado a la siembra y cosecha del café nativo. 

“Desde muy chica me fui a trabajar. Allá hice mi vida, pero siempre dije que cuando mis hijos crecieran, regresaría a los cafetales. No me iba a quedar en la Ciudad de México porque yo no salí por gusto, sino por necesidad de ayudarle a mis papás”, narra en medio de los granos de café extendidos sobre un petate en el patio de su casa.

“Me vine para quedarme, me gusta mucho cortar, sembrar el café porque desde chamaca lo hacía, me gusta ver a mis plantas crecer”, agrega.

La mujer está convencida que el trabajo del campo no es de menos valor, pues implica dedicarle tiempo, dinero y, sobre todo, cuidados específicos para que las plantas den buenos frutos. Las pocas ganancias que se obtienen de la comercialización se vuelven a invertir en la mano de obra y el resto es para los gastos del día, explican las familias que se dedican a la caficultura.

Herminia añade que las plantas de café se siembran en los meses de junio y julio, cuando llegan las lluvias, para que puedan crecer y comienzan a dar frutos después de tres años. Cuando empieza este proceso, durante el primer año dan pocos granos. El corte del fruto comienza en el mes de enero y dura tres meses, “son tres veces el corte en cada planta”, puntualiza. 

"Café criollo, de los mejores"

A diferencia de otras comunidades, las mujeres de Talea de Castro cultivan principalmente el café criollo o nativo, por lo que el grano que se da en medio de sus montañas ha preservado la esencia del que cultivaban sus abuelos y ancestros. 

“Cuando yo tenía 10 años, mi padre sembró los cafetales, es decir, llevan más de 50 años ahí. Claro, se le da mantenimiento cada temporada. Es importante conservar este café porque es parte de la memoria de mis padres, yo todavía aguanto a trabajar en el café”, dice Herminia entre risas.

Erika Santiago, hija de Herminia, señala con seguridad que el café criollo es de los mejores granos, no sólo en el sabor, sino que son más resistentes a las plagas. “Este café es parte de nuestra historia, de mi mamá, de las abuelas y las antepasadas”.

También se unieron otras caficultoras a Herminia y Erika para abastecer el mercado que han fortalecido después de varios años. “Somos también una red de mujeres, que abastece a consumidores de allá afuera, pero también para ayudarnos, sobre todo en la economía de las propias productoras”, explica. 

Librada es una de las mujeres productoras de la red y se ha abierto paso, a pesar de que tienen una hija con discapacidad. “Creemos que a veces es necesario una red para apoyarnos entre mujeres”, confía.

El proceso para degustar una taza de café es largo y complejo, cuentan las mujeres de Talea de Castro. Después del corte de los granos, se despulpan y se les deja en reposo una noche para que fermenten. Al otro día se lavan los granos, enseguida se tienden al sol durante tres días, hasta que queden bien secos. 

whatsapp_image_2024-08-17_at_1.43.12_pm.jpeg

Después de este proceso se envía a la tostadora del pueblo, aunque esto es reciente, antes se hacía de manera manual, se tostaba en comales en cada familia. Ahora con esta manera de trabajar “se ahorra un poco de trabajo, aunque hay que pagar el tueste y la molienda”, explican.

Los granos tostados y molidos se tienen que empacar para que tenga más valor en el mercado y finalmente se pueda comercializar. 

El comercio del café, un reto

No importa que tan largo y complejo sea el proceso para obtener una taza de café, regularmente es malbaratado y regateado en el mercado, al menos así lo consideran las y los productores.

Lee también: Sin seguridad social ni salarios dignos: 40% de jóvenes tienen empleos informales en Oaxaca

 

“Para los y las caficultores que se dedican al campo es aún más complicado porque tienen otras actividades, como la casa, hijos y sus animales, y otros cultivos como el maíz, frijol y más; vender su café implica trasladarse, llegar y esperar, es cuando se aprovecha el 'coyotaje', por la brecha de distancia que existe entre la comunidad y la ciudad”, resalta Erika.

Desde Talea de Castro a la capital de Oaxaca, por ejemplo, son al menos cinco horas de distancia. Un recorrido que las productoras tienen que hacer si quieren que sus granos se vendan en la capital. 

Pese a que el café se cotiza en la bolsa de valores de Nueva York, la arroba del pergamino que son 11.500 kilogramos de granos apenas se costea en 500 pesos. Mientras que el kilogramo del café tostado y molido con empaque oscila entre 250 a 280 pesos con los productores. A diferencia con los intermediarios, el precio se duplica.

La familia de Herminia ha tardado al menos tres años para consolidar la marca de su café en el mercado, lo cual no ha sido fácil. “Antes se les vendían a los 'coyotes' y me pagaban lo que querían, ahora con la venta directa, se le gana un poco más”, dice Erika, mientras ayuda a su madre a seleccionar los granos. Ngulxidza (mujer zapoteca) es la marca de su café, se comercializa principalmente en Oaxaca y en la Ciudad de México.

Comentarios