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“Imagínese, apenas estamos a principios de año y varios vecinos ya vendieron sus animales antes de que fallezcan porque no hay agua ni pasto”, dice Wenceslao Hernández, exsíndico municipal, quien asegura que los pobladores emigran a otros estados a trabajar y quienes se quedan sobreviven con la poca cosecha que almacenan.
Pero el sueño de contar con la anhelada presa se vino abajo cuando el entonces presidente municipal, Alberto Martínez, y su cabildo priorizaron otros trabajos sin consultar con la población y la obra no se concretó. No sólo eso, pues dichos recursos no se transparentaron. “En vez de eso repartieron tinacos e iniciaron la construcción de un bachillerato que hasta el momento está incompleto. No se comprobaron esos recursos”, explica Wenceslao Hernández Amado, síndico entre 2020 y 2022.
La construcción de esa presa, que mantendría accesible el agua en temporada de sequía, no sólo era la esperanza para una mejor calidad de vida, también era clave para la sobrevivencia de centenares de plantas donadas como parte del programa federal Sembrando Vida, las mismas que ahora se están secando, dicen los vecinos.

Las autoridades que concluyeron su gestión en diciembre pasado aclaran que los 12.8 millones que el municipio recibió en 2019 para la obra de la presa no les tocó administrarlos.
No obstante, afirman que durante su trienio intentaron gestionar nuevos recursos ante las dependencias, en tiempos de pandemia. No hubo respuesta.
“Uno quisiera tener un patrimonio para los hijos, aunque sea dejarles algo, pero sin agua no se puede hacer nada. Quisiera que nos apoyaran con la presa porque hay otros pueblos que sí la tienen. Nosotros también quisiéramos sembrar, pero no se puede hacer por la necesidad de agua”, dice Carlos Hernández.
Este programa exige a cada campesino beneficiario de Yucná que mantenga hasta 2 mil árboles, labor que se torna imposible; hasta 2021, sumaban 80 familias dentro del padrón del programa federal, pero muchas de ellas han desertado.

Carlos Hernández señala una colina que está a unos dos kilómetros de distancia: “Hay algunos lugares como esa loma, pues en dónde vas agarrar el agua, si no hay. Hubo mientras estuvo lloviendo, pero ahora ya no. En ese entonces, las personas acarreaban desde ese río, la subían. Imagínese cuánto se tardaban con cubetas”.
Sin embargo, esto parece imposible en Yucuná. “El problema que tenemos con la supervisión es que nos dicen que plantemos muchos árboles, pero por la escasez de agua hemos optado por las plantas como cactus, maguey, nopales, pitayas, pero aun así muchos se han secado”, agrega Carlos.
“Si las plantas se secan, nos dicen que hay que volver a sembrar, para cubrir de arbolitos las áreas que fueron registradas. Pero ¿cómo?, si se vuelve a sembrar, va a ser lo mismo porque se volverán a secar”, dicen otros vecinos beneficiados.
Carlos Hernández cuenta que en el último recorrido que hizo por su parcela, decenas de árboles ya estaban secos. Sus primos también le entraron a Sembrando Vida, pero ellos tienen su terreno aún más lejos, por lo que el acceso al agua es imposible y por tanto las afectaciones son aún mayores.

También piden levantar un puente que se cayó hace años, pues quedan incomunicados en tiempos de lluvia. “En pláticas con el Presidente quedamos que se haría el puente y la represa, pero con la pandemia, se perdió la comunicación con las dependencias y ahí quedó, nomás como una ilusión”.
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