AMLO no resolverá los problemas del país: Lorenzo Meyer

Asegura que la partidocracia se está quedando sin bases; AMLO tendrá más sensibilidad, pero no podrá contra corrupción

El Universal
Nación 04/08/2018 15:10 Alberto Morales Ciudad de México Actualizada 15:10

El historiador Lorenzo Meyer Cossío confía que en el próximo gobierno de Andrés Manuel López Obrador habrá una mayor sensibilidad y atención hacia los grandes problemas nacionales, pero advierte que el futuro presidente no podrá resolver graves flagelos para la sociedad, como son la inseguridad y la corrupción.

“Espero que haya una mayor sensibilidad, mayor atención. Pero no va a resolver ninguno de los problemas. No puede. En la intención es donde está el meollo de su política. En que lo intente y que la sociedad mexicana entienda que lo intenta”.

En entrevista con EL UNIVERSAL, en su casa de Magdalena Contreras, el investigador de El Colegio de México (Colmex) lanza una serie de cuestionamientos sobre cómo resolver la corrupción endémica o que “los sicarios se vuelvan becarios”, como propone el político tabasqueño.

“Resolverlos, ¿cómo?, ¿quién? ¿Dios podría con el problema de la violencia? Podría, si todos los que son sicarios estarían dispuestos a ser becarios, como dice Andrés Manuel, [pero] muchos no van a estar en eso y van a considerar que jugarse la vida vale mucho más la pena que un trabajo normal”, dice.

Asegura que tras el tsunami electoral de Morena que barrió a los partidos políticos, algunos como el PRI deberían “morir”, porque no tienen sentido, porque se han quedado sin bases; en contraste, dice que el PAN se mantendrá. “Ahora dice César Augusto Santiago: ‘Vamos a rehacerlo, a volver al origen’.

¿Lo dice en broma o en serio? El origen no puede repetirse porque fue la Revolución y, en última instancia, fue en 1929, cuando [Plutarco Elías] Calles tenía el control del Ejército y lo poco que estaba organizado México.

La partidocracia se queda sin bases”.

Asegura que así como el general Lázaro Cárdenas, López Obrador tiene años buscando que el mexicano común y corriente sienta que el nuevo gobierno será suyo, por eso es el primero en “pasarse cuchillo” y decir que se bajará el sueldo, que no vivirá en la Residencial Oficial de Los Pinos y no usará el avión presidencial.

¿Cómo deja el presidente Enrique Peña Nieto el país?, ¿tras las reformas estructurales cambió algo? —El país antes de Peña Nieto y el país que deja ahorita se parecen mucho. La reforma energética hace que aparezcan gasolineras que no son de Pemex, pero en la vida cotidiana, para el mexicano normal, el suministro de energía es más caro.

La reforma educativa, ¿usted ha visto que un niño salga mucho mejor que antes?; las reformas en telecomunicaciones, yo lo veo más o menos igual que antes, no veo unas reformas que hayan transformado a México.

¿Y en la vida política del país ve algún cambio?

—Si hay algo en donde sí se ve que las cosas fueron de mal en peor es en una parte sustantiva de la razón de ser de los Estados. El Estado tiene la obligación de mantener el orden para que la vida de la sociedad civil se pueda llevar más o menos a cabo, pero la violencia rebasó al Estado.

Las cifras que publicó el Inegi —que el número de asesinatos en 2017 aumentó casi 25% respecto del año anterior y que probablemente en el primer semestre de 2018 aumentó más en relación con el año pasado— señalan el fracaso del sistema en este punto crucial.

Lo de las reformas, se puede decir que van a venir los buenos resultados en un tiempo, no se puede esperar de la noche a la mañana la transformación, pero en el caso de la violencia criminal, no se ha mitigado de un sexenio a otro.

Peña Nieto fracasó completamente

¿Esos factores detonaron el enojo social del que hablaba el presidente Peña Nieto?

—El factor de la corrupción, que se hizo más claro, probablemente, con el caso de la Casa Blanca —que no es gran cosa, 7 millones de dólares para una casa de una familia presidencial— no creo que sea el primero, pero la forma en cómo se trató y cómo se le quiso resolver, poniendo en la Secretaría de la Función Pública a un subordinado del Presidente para que investigara al propio Ejecutivo, fue una burla para todos.

En el caso de la seguridad, la parte que fue detonante fue el caso de Ayotzinapa, no es la primera vez que desaparecen 43 personas, ya vimos la masacre de San Fernando, Tamaulipas, eso fue una brutalidad, pero se combinó la magnitud del hecho, el que fueran jóvenes estudiantes de primer año de una carrera, de una de las partes más pobres de la sociedad.

Ese es el país que recibirá Andrés Manuel López Obrador, ¿cuáles son los retos inmediatos? —Muchísimos, todos son inmediatos. El problema de la seguridad es el que más se ve y [será] muy difícil resolverlo, porque está ligado al narcotráfico y éste a una estructura internacional en donde México no tiene capacidad de controlar el mercado. Ahora todo eso mezclado con la corrupción endémica, no cultural, como dice Peña Nieto.

Seis años son pocos para transformar un país, pero para que los ciudadanos vean un cambio real o se sienta en el bolsillo, ¿qué tiempo sería razonable?

—A lo mejor no se necesita que se sienta en el bolsillo. Hay momentos especiales, como en una guerra [cuando] [Winston] Churchill les promete a sus conciudadanos sangre, sudor y lágrimas, eso le gana apoyo, porque lo que está en juego es la supervivencia frente Alemania. Si el líder tiene la capacidad de crear la confianza, puede posponer lo del bolsillo.

¿Andrés Manuel López Obrador tiene ese liderazgo?

—No lo sé. Hasta ahorita parece que sí, de lo contrario no le hubieran dado 30 millones de votos, porque se les dieron sin dar nada a cambio.

¿Qué golpe tendría que dar el nuevo gobierno para decir que ellos son diferentes a sus antecesores?

—Por ejemplo, Lázaro Cárdenas toma el poder, en cierto sentido, en un golpe de Estado, porque no se esperaba que hiciera ninguna reforma, sino que siguiera los dictados de [Plutarco Elías] Calles, y, ¡túmbale!, echa para afuera al Jefe Máximo y usa la reforma agraria para modificar la forma de vida de los campesinos y hacer que vean en el gobierno a un aliado.

Eso es lo que Andrés Manuel busca desde hace tiempo: que el mexicano común y corriente sienta que este gobierno es suyo, cosa que no ha sentido después de [Lázaro] Cárdenas.

Vender el avión presidencial, bajar el sueldo de los altos funcionarios, no vivir en Los Pinos, ¿en política son tomados en cuenta o son simplemente ocurrencias?

—¡Claro que cuentan! El avión presidencial, en el gran gasto del gobierno no es nada, además van a tener que venderlo más barato, van a rematarlo, pero van a ganar un montón.

Hay alguien en Paquistán que está imitando a Andrés Manuel, diciendo que no ocupará el palacio presidencial. Eso es muy simbólico, la política es de símbolos. En el caso de Churchill no promete nada bueno y, sin embargo, es algo simbólico el lanzarse contra la alta burocracia.

Habrá injusticias, porque algunos sí funcionan y hacen su trabajo, los que no funcionan son los que están arriba, pero lo interesante es que se va a pasar cuchillo a sí mismo. El primer sacrificado es él: ‘Yo, Andrés Manuel [López Obrador] voy a reducirme el ingreso y los que están conmigo también, no voy a usar el avión, ni Los Pinos’. La fórmula es empezar con el ejemplo.

 

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