“Los niños de ahora no piden juguetes de madera”
En San Antonio la Isla hay 800 artesanos que se niegan a desaparecer, sus talleres apenas crean unas 50 piezas, las cuales no siempre venden
La elaboración de juguetes de madera para los 800 artesanos del municipio de San Antonio la Isla, en el Estado de México, no es un negocio rentable, cada vez pierde más importancia para los consumidores, pues pocos son los interesados en preservar su uso a cambio de computadoras o videojuegos de moda, platicó el productor Mariano Bonifacio Colíndres Castro.
La elaboración de valeros, trompos, yoyos, carritos o casas de madera es una labor que preservan los habitantes de la localidad a la par de desarrollar otros oficios; en el caso de Bonifacio de 65 años de edad, también es músico, fundó la Sonora de San Antonio desde que tenía 16 años, pero comenzó a tallar la madera a los ocho años de edad.
Este Día del Niño no espera colocar grandes cantidades de juguetes, aunque sí hay una variación en las ventas porque algunas familias de los municipios en el Valle de Toluca aún acostumbran llevar uno de estos productos.
El artesano, padre de tres hijos, el mayor de ellos varón y el único dedicado a este oficio, contó que dejaron de ser llamativos, aunado a que los niños ya no quieren usar juguetes que no sean mecánicos o de pilas, porque piensa que muchos los consideran antiguos o aburridos y también es cada vez es más complejo comprar madera para tallar las piezas.
También tienen que competir con productos chinos que son baratos, de baja calidad, pero con mayor presencia en los centros comerciales.
“Los niños de ahora están metidos en otro mundo, la tecnología como los celulares y las computadoras, son gravemente dañinos para los niños, pero para este negocio es el fin porque nos mermó las ventas hasta en 50%, porque por ejemplo, si visitan las casas de artesanías las familias jóvenes, los niños ya ni saben qué es un trompo”, reclamó.
En San Antonio la Isla esta actividad es la principal a la que se dedica la comunidad desde hace más de cuatro décadas.
Las familias fundaron talleres donde trabajaron la madera para darle forma también de polveras para el maquillaje, tablas de picar, utensilios de cocina; aprendieron a colorearla y a reconocer cuál de ellas era de mejor calidad.
A este sitio vienen compradores de Guadalajara, Monterrey, Cancún, Puerto Vallarta, Acapulco, porque las piezas cuestan 15 pesos cada una, mientras que ellos pueden revenderlas hasta en dos veces el costo original; sin embargo, el artesano platicó que no pueden consolidarse como proveedores a gran escala aún con las ofertas del extranjero que les han llegado porque eso significaría darse de alta ante la Secretaría de Hacienda y Crédito Público (SHCP) y estar a expensas de lo que cobren en impuestos el Sistema de Administración Tributaria (SAT).
“No lograríamos salir adelante porque, por ejemplo, en un día hago 30 o 40 artículos, que no siempre se venden. No podemos producir más porque de crecer nos costaría contratar más personal, pagar salarios. A veces no vendemos nada, entonces estamos como artesanos de otros estados, Guerrero, Michoacán, Chiapas”, replicó.
Bonifacio narró que fue su bisabuelo, enseguida su padre y ahora él quien enseña a las nuevas generaciones, casi siempre de hombres, pues las mujeres son las responsables de la venta, de atender el negocio y las labores del hogar.
“Nos está golpeando muy fuerte la entrada de material chino, el gobierno les permite trabajar, pero nos deberían dar más oportunidad a nosotros porque estamos preservando no sólo un oficio sino las tradiciones”, contó.
Actualmente estos talleres producen apenas 40 o 50 piezas en un día contando algunos juegos didácticos como rompecabezas, tablas de multiplicar, jenga o un mapa de México para ayudar a la enseñanza de los niños.
Añadió que suman hasta 50 locatarios en esta región, no todos productores, quienes ya no trabajan el madroño (una especie de arbusto), sino material procesado combinado con desecho industrial importado de Chile, es decir, comprimidos que tienen entre sus elementos algunos químicos que les comenzó a dañar las vías respiratorias casi al borde de perder la vida, pues entre otros materiales detectaron que tiene plomo.
Explicó que por ejemplo, la madera soltaba aserrín que no era perjudicial en los pulmones, a cambio de adquirir material barato, respiran una especie de polvo que se les incrusta incluso en la piel, generando un daño severo a su salud.
“Es que todo se ha encarecido gravemente, con el alza de la gasolina todo se ha convertido en tres veces más caro, por ejemplo, transportarnos para buscar dónde adquirir madera buena es muy caro, además del costo de la materia prima, son cosas que nos acaban como pequeños negocios familiares”.
Dijo que les llegaron ofertas para vender a gran escala, pedidos de hasta 5 mil piezas, pero no es posible cumplir con ello, porque aún uniéndose todos los talleres no complementan la producción, que además igual los obligaría a darse de alta en Hacienda.
“Todo ha cambiado mucho, por ejemplo, la forma en que decidían los papás regalar el 30 de abril uno de estos juguetes de madera que los hacía poner a trabajar su imaginación y ahora sólo se enfocan en comprar juegos muy costosos pero que los mantienen ocupados frente al televisor por horas”, lamentó.