
Darle una segunda oportunidad a estos desperdicios no es tarea fácil, o al menos en México, así lo piensa Manuel Álvarez, quien durante años ha lidiado con el desconocimiento de las personas y el de las propias autoridades que han llegado a interrumpir sus actividades.
“Este es un proyecto que muy poca gente conoce, no hay cultura de reciclaje de llanta. Nos ven trabajar este material y creen que somos una empresa contaminante y somos lo contrario, sacamos 120 toneladas de llantas de las calles al mes. El gobierno es el que en muchas ocasiones nos ha puesto piedritas en el camino”, explica.
En diversas ocasiones las autoridades y vecinos les han reclamado por el constante ingreso de camiones cargados de llantas, creen que ahí dentro se quema todo el material. Sin embargo, Manuel les abre las puertas de su taller para demostrar que su planta realiza un proceso limpio; sus máquinas son de funcionamiento eléctrico.
Pero mostrar cómo se reciclan las llantas no es suficiente, fuera de la planta los camiones cargados de su materia prima son detenidos constantemente en las carreteras y la única solución es mantener sus permisos y licencias vigentes.
“Si la llanta es un producto que tarda más de 300 años en degradarse, tenemos que tomar en serio las cosas y trabajar todos en ese sentido, y si en vez de que nos estorbaran nos ayudaran, podríamos estar haciendo más trabajo y quitando más contaminantes del medio ambiente”, dijo.

Granutec no siempre fue la moderna planta con maquinaria de punta traída especialmente desde Medio Oriente y procesos certificados que ahora es. En sus inicios, hace más de 40 años, se dedicaba a fabricar suelas de huaraches y botas para campesinos hechas con llantas recicladas.
Todo comenzó con José Álvarez y su esposa Olivia Espinoza, abuelos de Manuel, quienes abrieron el primer taller que poco a poco creció hasta convertirse en una fábrica de otros productos derivados del mismo material, como plásticos, ruedas, pinturas, adoquines y piezas de caucho.
“Mi familia siempre se ha dedicado al reciclaje. Cuando entramos a trabajar un verano aquí, nos dimos cuenta de que hacíamos algo que ayudaba al medio ambiente y a la sociedad. El negocio era como un changarro y nos ha costado cinco años poderlo certificar y hacerlo ya una empresa”, menciona Dulce Álvarez.
En ese periodo acudieron a exposiciones y talleres de reciclado de llantas en Estados Unidos, porque en México no existen este tipo de eventos ni tecnologías. Ahí aprendieron cómo revolucionar su negocio: anteriormente con la fabricación de los otros productos aprovechaban 60% de las llantas, hoy con el impermeabilizante se recicla 100%. Además aprendieron a recolectar el aceite de motor que los negocios de talacha cercanos a la zona desechan para utilizarlo como aditivo en sus fórmulas.
