Atemkeng fue detenido tres veces. Cuando lo liberaron la segunda ocasión, apenas alcanzó a ver a su esposa antes de que lo arrestaran por última vez. Lo iban a llevar a Yaundé, la capital de Camerún, pero Atemkeng sabía que allí sería fusilado sin ningún juicio o justicia de por medio y por ello escapó y comenzó a esconderse en diferentes localidades de Camerún, portando sólo su billetera y una identificación; durante cuatro meses se escondió en su propio país.

La ruta de Atemkeng para llegar a Piedras Negras es un rosario de destinos. Después de salir corriendo de Camerún, llegó a un refugio en Nigeria, país vecino. Sin embargo, cuenta que en el albergue la gente empezó a ser deportada. Descubrió que ahí su vida tampoco estaba a salvo y huyó a Benín.
Después viajó hasta Senegal y allí consiguió volar hasta Ecuador, donde los africanos no necesitan una visa para moverse. Siguió por Colombia y después por Centroamérica: Panamá, Costa Rica, Nicaragua, Honduras y Guatemala. Después llegó a Tapachula, Chiapas, donde permaneció 10 días hasta que obtuvo un permiso por el gobierno mexicano para transitar libremente por el país durante 15 días.
Llegó a Nuevo Laredo, Tamaulipas, pero el oficial de Migración le recomendó que se fuera a Acuña, Coahuila, porque en Tamaulipas no estaban recibiendo peticiones de asilo en las oficinas consulares de Estados Unidos. En Acuña le dijeron que la mejor opción era Piedras Negras. Todos los días, Atemkeng se hace las mismas preguntas, las mismas palabras: “Estará bien mi familia. Dónde están”. Todos los días reza por ellos. Siempre carga con un rosario a la mano y un celular que consiguió en Nigeria, del que se ha enterado de las atrocidades que siguen sucediendo en su país.
A Atemkeng le dijeron que su cita para entrevista está programada la próxima semana. Él, con rosario en mano, espera ansioso por ese día a unos metros del río Bravo.
En Casa Betania, un albergue para migrantes con un patio terroso en el centro de Piedras Negras, se hallan hondureños y salvadoreños. A unos 600 metros está la Casa del Migrante Frontera Digna, donde se miran en las banquetas a veinteañeros de Honduras, Panamá y El Salvador.
Los albergues en Piedras Negras están saturados desde hace tres meses, cuando empezó a llegar una oleada atípica de migrantes que huyen de sus países y buscan asilo en Estados Unidos. Además de los centroamericanos, comenzaron a llegar de Cuba, República Dominicana, Haití, Venezuela, Argentina, Brasil, Rusia y africanos de Camerún, el Congo, Kenia, Angola y Nigeria, principalmente.
“Antes llegaban uno, dos por semana que buscaban pedir asilo y ahora vemos que son decenas, cientos buscando asilo”, dice Saúl García, el administrador de Frontera Digna.
“Vienen muchos con familias completas. Platican que llegaron a Coahuila porque les dicen que es una frontera más segura”, cuenta el padre José Guadalupe Valdés, conocido por todos como padre Pepe, quien es asesor de Frontera Digna y director del comedor de Betania.