Una de cada tres mujeres en México sufre acoso laboral
Durante 2016, todos los días casi 7 mil 637 mujeres fueron agredidas en sus centros laborales en el país. La mitad de los ataques fueron sexuales o físicos
En 2011, Amy, de entonces 18 años, entró a estudiar Artes Escénicas en la Ciudad de México. Ahí conoció al hombre al que después de unos años denunciaría por abuso sexual: Felipe “N”, su director de carrera. Reconocido por su experiencia en el mundo teatral, a nadie le extrañaba verlo en los pasillos y en las aulas con diferentes alumnas. Todos lo describían como un profesor preocupado por sus estudiantes. Dos meses después de entrar a la escuela, Amy recibió una oferta laboral de su director. “Esta es una oportunidad única en la vida”, le dijo Felipe.
Pero la relación de trabajo fue diferente. Ahí, el dominio que comenzó a ejercer sobre ella escaló poco a poco: comenzó con el acoso, intimidación, forcejeos, hasta llegar a la violación.
Durante 2016, todos los días, en alguna oficina o lugar de trabajo del país, 7 mil 637 mujeres fueron agredidas. En ese año se tiene el registro de 2 millones 787 mil 331 mexicanas que reportaron estos ataques. Chihuahua, Coahuila, Querétaro, Baja California y Quintana Roo, son las entidades en las que prevalece este tipo de violencia. La mitad de los ataques fueron sexuales o físicos. Intimidación sexual, acoso, hostigamiento, jalones de cabello, son algunos actos que se reportan en la Encuesta Nacional sobre la Dinámica de Relaciones en los Hogares (Endireh) de 2016, publicada por el Inegi.
Los datos muestran otro patrón: los principales agresores son los compañeros de trabajo. Uno de cada tres casos recae sobre ellos. Pero el segundo lugar lo ocupa la principal figura de autoridad: los patrones. En una cuarta parte de las agresiones, las mujeres reportaron que sus jefes fueron los que las agredieron. “En estos casos, el ejercicio de poder es muy importante. El agresor le hace creer a la víctima que es intocable debido a la posición que tiene en el ambiente de trabajo”, explica Mora Fernández, directora de Casa Mandarina A.C., organización dedicada a combatir la violencia sexual.
Cuando Amy entró a la compañía de teatro dejó de ser dueña de su tiempo. Todas las tardes tenía que estar enfocada en sus ensayos. Sólo podían existir dos escenarios en su vida: la escuela y el trabajo. En ambos, Felipe “N” dirigía todo. Los focos rojos no tardaron en encenderse. Las primeras señales fueron en los ensayos. El director insistía en que Amy tenía que ensayar a solas con él porque “necesitaba mayor atención para llegar al nivel actoral de las personas que llevaban más tiempo”, cuenta la joven.
“Me metió la idea de que para ser una buena actriz tenía que renunciar a todo, incluso a mi familia. Me decía que no podía salir a fiestas porque tenía que enfocarme en ensayar, todo bajo el discurso de preocuparse por mi futuro profesional”, narra.
En México, la violencia contra la mujer no ocurre sólo en casa, “la gente se sigue resistiendo a creer que esto está pasando en diversos lugares, no es necesario salir a la calle para que alguien te haga algo, sucede en la casa, en el trabajo, en las escuelas, no importa cómo te vistas, cómo te peinas, quién eres, basta con que alguien decida agredirte para que suceda”, explica Mora Fernández.
De las casi 3 millones de mujeres que afirmaron haber vivido violencia laboral, la mitad sufrió algún tipo de ataque sexual. En 2016 se tiene el reporte de 81 mil 818 violaciones, y más de un millón de eventos catalogados como “intimidación sexual”.
El desarrollo de la violencia. Además de la manipulación mental y el aislamiento, Felipe desprestigió a otras compañías y actores con la finalidad de cerrar las posibilidades de la actriz para desenvolverse en otro empleo. Le hizo creer que estaba en el único lugar respetable y que fuera de ahí su carrera desaparecería.
La violencia laboral va escalando. En 2016 se registraron 1 millón 196 mil 390 agresiones en las que la mujer se sintió degradada, de acuerdo con los datos de la Endireh. Ese fue el primer paso que Felipe dio en contra de Amy. Al inicio él la llenaba de halagos y le aseguraba que había visto un gran potencial en ella, pero después “comenzaba a aplastarme diciéndome que no sabía nada, que todo lo hacía mal, piensas que es normal porque es el director de la compañía”, relata.
Una de las tardes en las que estaba en el teatro completamente vacío, ocurrió el primer ataque sexual. “Felipe me dijo que íbamos a explorar cosas que eran necesarias para el personaje, que sería un ejercicio muy emocional, pero bajo esta justificación comenzó a tocarme el cuerpo y me forzó a besarlo. Yo no entendía qué pasaba y sólo pude llorar”.
Confundida y sin nadie a quién contarle lo sucedido, la actriz dejó el escenario sin decir nada. “Regresé al teatro porque toda mi vida estaba ahí. Además era mi sueño, así que pensé que no era para tanto”, asegura.
A sus 18 años, Amy intentó que esto no la afectara, pero este tipo de agresiones siempre son graduales. “No llegas al trabajo y alguien te agarra la pompa, todo va escalando”, dice Mora Fernández. Algunos días Felipe guardaba su distancia y parecía que todo era normal, en otros, el acoso y la manipulación derrumbaban a la joven actriz. La violencia creció hasta el día en que Amy denunció ser víctima de violación.
Después de algunos años de buscar ayuda para proceder legalmente, Casa Mandarina le brindó apoyo. De esta manera logró iniciar una averiguación en la Fiscalía de Delitos Sexuales por el delito de violación, pero después de dos años el caso está en reserva.
Amy se cansa de repetir su historia: “¿Hasta cuándo? Ya hice la denuncia, ya di mi nombre y puse mi cara en medios, ¿qué me falta para que las autoridades hagan su trabajo?”.
Felipe “N”: No hay pruebas. Por su parte, Felipe “N”., en entrevista telefónica con EL UNIVERSAL, señala que no hay pruebas suficientes para aprehenderlo y, por esta razón, defiende su inocencia: “Tengo el derecho de defenderme y lo haré. Esto fue un ataque hacia mí y mi integridad”, comenta el dramaturgo.
La realidad es que el caso sigue sin solución. Felipe espera que un juez declare que no hay acción penal a perseguir, mientras que Amy pide que las autoridades retomen la investigación y anexen las pruebas faltantes.