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La institución de dos pisos en obra gris cuenta con algunas aulas, que por el momento tienen sillas que llevaron de sus casas los adolescentes; trabajan con material didáctico, proyectores, tres computadoras donadas por los propios padres o los docentes, y también organizaciones civiles.
El truequeo se llevará a cabo cuantas veces sea necesario, dijeron alumnos y docentes. A ritmo de música de banda, con grandes bocinas en ambos lados de la acera, instalaron mesas y escritorios, anuncios con cartulinas donde colocaron los precios de los productos a la venta; toda una kermés entre la malla ciclónica y el arroyo vehicular.
Enfrente de la institución atraviesa una de las vialidades más transitadas de Toluca, a unos metros están el mercado Benito Juárez y la terminal de autobuses local, dos zonas consideradas entre las más inseguras de la capital mexiquense por la cantidad de taxis, camiones y autos que circulan, así como el ambulantaje, al que algunas empresas de transporte foráneo atribuyen la presencia de carteristas.

El plantel tiene seis aulas en dos pisos, una oficina de la Dirección, la Secretaría Escolar, un pequeño salón para la orientación vocacional a los jóvenes. El techo sirve para que los muchachos salgan al recreo. Al transitar por las calles de esta zona es posible observar primero una fachada donde hay locales comerciales con venta de muebles de madera, un taller de cruces y lápidas de cantera, además de un mecánico; detrás de ellos una manta mayor a los tres metros de ancho con el nombre de la Preparatoria Oficial número 168.
Son 26 docentes, de los cuáles menos de la mitad reciben un salario, pero no completo: de las 144 horas trabajadas sólo les son reconocidas 72, casi todos egresados de la Universidad Pedagógica Nacional (UPN) o de la Universidad Autónoma del Estado de México (UAEM), que apenas hace un año comenzaron a cobrar, porque en años pasados la mayoría impartía clases por amor a la vocación. Además, laboran dos secretarias y una responsable del control escolar.
Para los alumnos esta actividad es desarrollada con amor, con ganas de salir a adelante y de contar con un patio para su escuela, porque estar arriba, en el techo, “da mucho miedo”.
Con grandes sonrisas, posando para la foto, ofrecen abrazos a todo aquel que atraviesa por las calles.
Por la vía atraviesan autos particulares, sobre todo transporte público, a partir de las 9:00 horas. Los alumnos tienen fe en recaudar el dinero necesario para comprar los pupitres. “En sí necesitamos una escuela más grande, tener un patio. Nosotros preparamos todos los alimentos y la iniciativa es de todos, queremos colaborar para que la escuela mejore y a nuestros docentes les paguen”.
Hace tres años egresaron los primeros 25 alumnos que concluyeron el bachillerato, muchos indígenas.
Todos son una comunidad unida, se convirtieron en una escuela que prioriza la formación de valores, con base en el apoyo y la empatía. Todos en la calle son uno, las mismas carencias y los mismos objetivos.