Poesía náhuatl la salvó de la ceguera

La poeta guerrerense, Yolanda Matías, creó un grupo de escritores en la lengua indígena que se dedican a difundir y preservar sus raíces

Foto: Salvador Cisneros / EL UNIVERSAL
Nación 18/02/2018 19:38 Xochiketzalli Rosas Chilpancingo, Guerrero Actualizada 19:38

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Yolanda Matías construye primero,  en su mente el verso del poema que va a crear, mira al vacío de la oscuridad que la acompaña desde hace siete años —cuando perdió la vista— y después lo pronuncia en náhuatl.

De inmediato, su hijo Lenin lo escribe en una libreta a cuadros. Luego vienen más versos, en esa lengua que canta por sí sola. La guerrerense de 50 años mueve sus manos y su cuerpo con cada rima que va creando; lo mismo cuando la repite en español. Yolanda siempre vive sus poemas dos veces.

Esa entrega a la poesía en lengua náhuatl es la que la ha llevado a dar recitales poéticos en Venezuela, Génova, Italia, en el Festival Mundial de la Poesía, en Nicaragua con los Escritores de Lenguas Indígenas, y fue por la que consiguió que por una de las convocatorias del Programa de Apoyo a las Culturas Municipales y Comunitarias (PACMYC) y por su afiliación a la Asociación de Escritores en Lenguas Indígenas (ELIAC), publicara su primer libro de poesía náhuatl, Tonalxochimej (Flores del Sol), una recopilación de 45 de sus  poemas en náhuatl, con su traducción al español.

Pero, Yolanda antes de ser poeta y de dedicarse a la difusión cultural de la lengua náhuatl, hizo carrera como profesora de primaria. Por muchos años impartió clases bilingües en los pueblos originarios del estado de Guerrero, donde se habla náhuatl. Copalillo fue la principal comunidad donde trabajó y donde afianzó su aprendizaje de esta lengua, pues como maestra su labor principal era enseñar a los niños a escribir y leer las dos lenguas, pues el náhuatl ya lo hablaban.

A través de la docencia tuvo la oportunidad de revertir lo que había sucedido con su aprendizaje. La primera lengua de Yolanda fue el español,  aunque en su natal Atliaca, un poblado del municipio de Tixtla, Guerrero, se habla primordialmente náhuatl —ahora menos—, su educación la recibió en español. Sin embargo, su padre —desde que era pequeña— y otros pobladores de la comunidad  le enseñaron el náhuatl para que conociera sus orígenes.

Y es que en Guerrero, de acuerdo con información del gobierno del estado, viven aproximadamente 600 mil indígenas, conformados en cuatro pueblos y lenguas: mixtecos, amuzgos, tlapanecos y nahuas. Precisamente, el náhuatl es lengua indígena con mayor número de hablantes en el país. Tan sólo en Guerrero, los nahuas presentan  40% de la población indígena, y habitan 45 municipios, asentados fundamentalmente en áreas rurales.

“Destacan por la densidad de población nahua los municipios de Copanatoyac, Cualac, M. de Cuilapan, Olinalá, Copalillo, Chilapa de Álvarez, Tepecoacuilco, Tlapa de Comonfort, Zitlala y Atlixtac, la mayoría de ellos en la región de La Montaña”, señala el reporte.

Así, Yolanda continuó la difusión de la lengua de sus padres —que enseñó a su hijo—, pero ahora en Chilpancingo, ciudad a la que se mudó en 2005 cuando inició sus estudios de maestría. Ahí, a la par, comenzó la aventura de “El náhuatl en la cultura”, un programa en Radio Universidad que era bilingüe. Tras varias sesiones de leyendas, cuentos, poesías y música, los radioescuchas empezaron a pedir talleres en náhuatl, y ella los impartió. Ahí retomó la escritura de poesía y cuentos en esa lengua.

Yolanda creó sus primeras rimas cuando era niña. Todos sus poemas, alrededor de 60 o 70, estaban escritos en español y se los dedicaba a la naturaleza, al sol, al día, la noche y al campo.

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Llenó una libreta que atesoró por años, y aunque la extravió en un viaje, después colmó otras más, pero ahora con poesías escritas en las dos lenguas: español y náhuatl, sobre todo luego de los talleres que tomó, y de que leyó los poemas de Benedetti, Neruda, Rubén Darío, Sor Juana y Nezahualcóyotl.

“La poesía me salvó”, dice Yolanda, luego de que habla de sus poetas y con cadencia, de la nada, comienza a recitar los versos del poeta del siglo XIX, Juan de Dios Peza. Y es que la poesía no sólo era su música preferida desde que era niña, sino que en ella encontró la forma de retomar su vida, luego de que por una negligencia médica en una cirugía, cuando tenía 42 años, perdiera la vista.

“Cuando un día amanecí en la oscuridad, lo primero que pensé fue en morirme. Dejé el programa de radio, los talleres. Me sentí muy mal, entré en depresión”, relata en el comedor de su hogar, en Chilpancingo.

Sus amigos  la impulsaron para que retomara sus actividades: los festivales con recitales en náhuatl, donde ella participaba declamando. Y así la luz resplandeció en su oscuridad.

Aprendió de memoria sus poemas y comenzó a dar recitales. 

De pronto, ya  no sólo estaba en los pueblos originarios de Guerrero declamando para que los nahuas conocieran cómo se escucha su lengua a través de la poesía, sino también en diferentes ciudades del mundo.

La inventiva

Yolanda vive en una modesta casa en la calle Diamante, al sur de Chilpancingo. Luego de que una ligera lluvia ha calmado el calor, sale al patio para continuar la charla entre los árboles de noni, mango y aguacate. Mientras habla de su proceso creativo en dos lenguas, le pide a Lenin que le acerque el disco que tiene sus primeros siete poemas musicalizados con guitarra. “Palabra florida para tu corazón”, vio la luz un poco antes de que a ella se le apagara la vista.

“A veces escribo en español y traduzco al náhuatl, o la inversa, la traducción nunca es literal. En náhuatl los artículos no existen y hay mucha metáfora. Lo que ha cambiado es que con Lenin voy  construyendo el poema en las dos lenguas al mismo tiempo”.

Su hijo se ha convertido en su inseparable, no sólo porque la ayuda a escribir o a moverse, sino porque la acompaña con la guitarra mientras ella recita sus poemas.

 

 

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