estados@eluniversal.com.mx
Recuerda que todo empezó el 14 de abril de 1957. Óscar tenía seis años cuando acudió a su primera función de lucha libre. Aquella noche se enamoró del cuadrilátero y sus protagonistas. “Me gustó toda la cuestión de la máscara, los personajes, el misticismo”, recuerda.
Al día siguiente buscó los periódicos porque quería mirar todo lo que había admirado, pero ese día, el 15 de abril de 1957, murió Pedro Infante y no halló nada.
Óscar tenía la fortuna de que la mamá de un amigo de la cuadra tenía una casa de huéspedes donde se hospedaban sus nacientes ídolos y acudió hasta ese lugar, donde se topó con los luchadores sin máscara.
“Cuando me traigas las máscaras que dices que tienes, te regalo la mía”, le prometió El Santo y Óscar salió corriendo por las dos máscaras que tenía. “Al verlas, [El Santo] me dijo, no te puedo creer porque estos no regalan. Sacó la suya, la firmó y me la regaló”, rememora.
A partir de entonces le empezó a tomar cariño y empezó a guardarlas. Se enteraba de la visita de una gran estrella, como El Espectro o Rayo de Jalisco, y se iba caminando a la casa de huéspedes. “¿Tú eres el Rayo de Jalisco?”, preguntaba a los hombres. “Sí, cállese”, le contestaban celosamente al niño.

Óscar Galindo tiene 61 años coleccionando las incógnitas de los luchadores. Inclusive, se hizo amigo de varios luchadores que lo llevaban a las funciones e inclusive, en una ocasión, Los Espanto, originarios de Torreón, pidieron permiso a sus padres para llevarlo a una gira en Veracruz.
“Los Espanto conocían a mis papás, yo tenía nueve años. Llegaba a las arenas y entraba René Guajardo, Ray Mendoza, El Santo, Huracán. Conocía a todos y me preguntaban qué hacía por allá”, relata.
Para Óscar, los mejores luchadores han sido: Carlos Tarzán López, Salvador Gory Guerrero, Rito Romero, Rolando Vera y Joe Marín. “A la fecha, nadie los ha superado”, opina. De los enmascarados, el más completo dice que fue Blue Demon. Sobre El Santo considera que el hijo lo superó en lucha. A su juicio, el mejor de la laguna ha sido Joe Marín, entre laguneros como Blue Panther, Gran Markus, Dr. Wagner, Fishman, Mano Negra o Último Guerrero.
Óscar asegura que jamás se puso una máscara original. “Una máscara es muy personal, es como un cepillo de dientes o ropa interior”, compara.
También dice que llegó a perder muchas máscaras porque las guardaba sin lavar y se pudrían. Ahora que se retiró se dedica a comprar y vender máscaras. “Vendí una de El Santo del año 55 en 120 mil pesos”, presume.
Dice que, según la época, es el precio de la máscara. Una máscara de El Santo de los ochentas vale cerca de 60 mil pesos, asegura. Óscar tiene un cuadro con cinco máscaras legendarias y un día le ofrecieron medio millón de pesos. “Cuando suba más lo vendo”, le dijo al comprador.