Ch"ieltik, jóvenes indígenas contra el matrimonio infantil

“Mi papá me dice que no sirvo para nada, que las mujeres están para hacer lo que el varón quiera”, dice Nazaria joven de la comunidad de Chenlhó

Nazaria Jiménez, Florencia Flores y Jayder García, del estado de Chiapas, trabajan en defensa de los derechos sexuales y reproductivos de los jóvenes de comunidades indígenas a través de la organización IDEAS Ch’ieltik
Nación 27/05/2018 13:52 Blanca Ángeles Cruz y Sandra Hernández Actualizada 13:52

Florencia López es indígena tzeltal de Chiapas. Tenía seis años cuando escuchó que su tío le recriminaba a su padre por enviarla a la escuela, pues “las mujeres sólo sirven para la cama”. A pesar de su corta edad, algo dentro de ella sabía que no era cierto.

Hoy a sus 34 años, lucha por la equidad de género y por los derechos de los jóvenes indígenas en IDEAS Ch’ieltik A.C. Esta organización trabaja en los municipios de Las Margaritas, San Pedro Chenalhó y San Juan Cancuc, donde la mayoría de la población pertenece a los pueblos originarios tzeltal, tzotzil y tojolabal.

Desde niña, Florecita, como es conocida, sufrió violencia de género porque su padre era alcohólico. “Yo veía cómo golpeaba a mi madre y llegué a pensar que si él muriera todos seríamos felices, pero teníamos un hermano que era igual de violento”, confiesa.

Cuando cumplió 17, dos hombres mayores comenzaron a frecuentar su casa para desposarla, ella huyó de su hogar y se mudó con sus padrinos, quienes le ayudaron a terminar la escuela. “Estudié derecho porque quería defender a las mujeres y dar a conocer que todos somos iguales”, cuenta.

Durante su servicio social en el Instituto de la Mujer conoció a Isabel, una zapatista que compartía su sentir. Al recorrer varias comunidades, descubrieron que muchas mujeres tenían enfermedades sexuales y sufrían violencia intrafamiliar; “en una ocasión llegó una mujer macheteada en el brazo y el seno, esto me llenó de coraje y me motivó a querer cambiar el papel de la mujer en nuestras comunidades”.

Luz Olivia Domínguez Prieto, jefa del posgrado en Antropología Social de la Escuela Nacional de Antropología e Historia, explica que durante el zapatismo las mujeres dejaron sus comunidades y con ello sus tradiciones. “Ellas comenzaron a decidir con quién emparentar, postergaron la maternidad y tuvieron acceso a la educación; esto inculcó nuevos principios en los más jóvenes”.

Florencia sabía que para cambiar la situación de su comunidad debía trabajar con jóvenes, así que en 2013 se integró al equipo de Ch’ieltik. “Un día me fui a un cyber café y encontré la asociación de IDEAS A.C. Tenían un mural con adolescentes agarrados de la mano y quise formar parte de ese espacio”.

Con talleres y actividades como cine, teatro y música, la organización Ch’ieltik trabaja con jóvenes de quinto y sexto de primaria hasta bachillerato en cuatro temas: equidad de género, toma de decisiones, manejo de emociones y salud sexual y reproductiva.

Nazaria Jiménez, de 17 años , es indígena del municipio de Chenalhó y es beneficiaria de Ch’ieltik. Para impedir que en algún momento un hombre hable con su papá y deba casarse con alguien que no conoce ni quiere, aprendió que sus decisiones tienen un valor.

“En mi comunidad no se toma en cuenta a la mujer, hay machismo. La mujer tiene que hacer todo mientras el hombre está ‘de jefe’. A veces mi papá me dice que no sirvo para nada, que las mujeres están para hacer lo que el varón quiera”, comparte Nazaria. 

“De donde vengo, las mujeres ya no quieren estudiar. Solo terminan la secundaria, se casan y tienen hijos. A mi edad no me siento preparada para casarme, quiero seguir estudiando y ayudar a los demás”. De acuerdo con la última Encuesta Nacional de Deserción en la Educación Media Superior, las principales causas por la que las mujeres abandonan la escuela es por falta de dinero, embarazo o por contraer matrimonio.

La antropóloga Luz Olivia explica que las tradiciones están cambiando lentamente. “Antes había mucha deserción de las niñas porque la educación era vista como un desperdicio económico, se pensaba que perdían el tiempo porque sus parejas las mantendrían”.

Nazaria cuenta que hasta el momento nadie la ha pedido en matrimonio, por eso sigue estudiando a pesar de la negación de su padre. También, desde que forma parte de la organización “he dejado de ser muy tímida y a veces le respondo con la voz fuerte a mi papá cuando me quiere humillar. Le digo que soy su hija y también tengo derechos”.

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La cigüeña me dejó este bebé

“La panza de mamá aumentaba cada vez más de tamaño y la única explicación que me daba era que comió una espina de pescado. Tiempo después un nuevo miembro de la familia llegaba y decía que un ave lo dejó en la puerta”, recuerda Florencia López.

“La sexualidad siempre ha sido tabú en las comunidades indígenas y el uso de preservativos tiene una carga machista porque tener muchos hijos es visto como la virilidad y fecundidad de varón. Además, el embarazo es una forma de control porque una mujer encinta se queda en casa”, explica la doctora Olivia Domínguez.

Jayder García Vázquez es un joven de 18 años del municipio Las Margaritas, Chiapas, y desde hace dos años participa en los talles sobre sexualidad de Ch’ieltik. 

“A nosotros nos ha ayudado en la forma de pensar, ya que los esposos no planean cuándo y cuántos hijos tendrán. La organización no te dice ten relaciones sexuales, sino que hay formas para prevenir infecciones y embarazos para que logres lo que quieres en la vida”.

Florencia explica que “cuando los jóvenes intentan conseguir preservativos, les hacen muchas preguntas cómo con quién y cuándo”. Lo que busca Ch’ieltik es mejorar los servicios de salud y la comunicación entre autoridades y los muchachos para que la información sobre sexualidad deje de ser un tabú.

La organización busca sensibilizar a  las autoridades, sin embargo, “para ellos muchas veces el embarazo a temprana edad no es un problema, es algo normal y que así tiene que pasar”, comenta.

Datos del Inegi indican que Chiapas ocupa el tercer lugar en número de embarazos en menores de 19 años. Hay 93 adolescentes embarazadas por cada mil habitantes. También señala que más de la mitad de las mujeres hablantes de lengua indígena no utilizaron algún método en su primera relación sexual por desconocimiento y el 22% no usó anticonceptivos porque quería embarazarse.

Jayder explica que cuando termine el bachillerato quiere estudiar criminología y que por ahora no desea tener hijos, a pesar de que sus vecinos lo critiquen. “Mi papás me apoyan a seguir estudiando, se dieron cuenta que uno necesita algo más en la vida y que no es el simple hecho de casarse tan temprano”.

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De parques a la Embajada Francesa

Antes de la fundación de Ch’ieltik, la organización mexicana THAIS Desarrollo Social S.C. ya trabajaba por los derechos sexuales de los jóvenes. Ésta realizó un programa con zapotecos y los organizadores se dieron cuenta que la juventud indígena era un sector olvidado; a partir de allí se decidió crear una asociación sólo para la zona chiapaneca.

“La Unión de Productores de la Selva es una organización indígena productora de café que nos ayudó a entrar en las comunidades y así hablar de derechos sexuales y reproductivos”, explica Josué Rangel, director de Desarrollo Institucional de Ch’ieltik.

Nuevo Momón fue la localidad donde comenzaron a trabajar, sin embargo Josué comenta que “nos expulsaron de la comunidad porque no vieron con buenos ojos que diéramos preservativos ni que las mujeres exigieran sus derechos”.

Después de esa experiencia entendieron que no podían actuar de manera tan directa, ahora ya no dan métodos anticonceptivos, pero capacitan al personal de las clínicas de salud para dar la atención adecuada e imparten charlas para mujeres víctimas de violencia y sus victimarios.

“Antes de tener un espacio para trabajar nos reuníamos bajo los árboles y en parques, tras presentar el proyecto conseguimos usar los salones de secundarias y preparatorias para organizar talleres y expandir nuestro trabajo”, recuerda Florencia.

La organización refuerza las charlas de información sexual con actividades artísticas como videoclips, baile, cortometrajes y una estación de radio para que los jóvenes se expresen. “Hemos construido un espacio donde pierdan el miedo a hablar y puedan ser escuchadas sus necesidades e inquietudes”.

El 17 de mayo de este año, la labor de Ch’ieltik fue reconocida por la embajadora de Francia en México. Dentro del Premio de Derechos Humanos de la República Francesa, recibieron una mención especial en la categoría “Promoción y protección de los derechos sexuales y reproductivos”.

“Para nosotros este reconocimiento es un gran honor, una fortaleza y un motivo más para seguir trabajando con los jóvenes y apoyar su desarrollo”, comenta entusiasmada Florencia.

El proyecto no ha tenido apoyo por parte del gobierno, la mayor parte del financiamiento viene de asociaciones estadounidenses. Josué Rangel explica que “hay muy pocas organizaciones que financian temas de derechos sexuales y reproductivos. Están más interesadas las organizaciones transnacionales de primer mundo que les interesa invertir en donde los derechos humanos aún no son ejercidos”.

“Ch’ieltik significa ‘los que crecemos juntos’ porque somos educadores que nos identificamos con los jóvenes por hablar una lengua indígena y tener las mismas preocupaciones. Sabemos que aún el cambio no es al 100%. Se necesita más trabajo para cambiar los usos y costumbres que limitan los derechos de la juventud”, concluye Florencia.

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