Vivir en la calle. La penitencia de los damnificados

A un año del 19S ya no reciben ayuda en los campamentos que aún hay

A un año de vivir en el parque, las lonas de este campamento se han caído. Los damnificados regresan a su edificio, en riesgo de colapso, a bañarse. Foto: Valente Rosas / EL UNIVERSAL
Nación 30/09/2018 20:06 Andrea Ahedo Ciudad de México.- Actualizada 20:08

Por las mañanas, Verónica Rentería se levanta de la cama que comparte con cuatro personas, acarrea cubetas llenas de agua para bañarse sobre una coladera y en horas de sueño soporta las ratas que corren por sus pies.

“Vivimos en un campamento, es muy feo porque es un foco de infección, tienes que vivir en una coladera de donde salen las ratas, pasas frío, no puedes tener comida porque las ratas se la llevan. Muchos estamos enfermos, no tenemos ayuda de nada, como saben que somos damnificados no nos ayudan. Tenemos que pedir ropa, cobija y con lo poco que nos regalan la vamos pasando”.

Verónica es una de las damnificadas del sismo que aún viven en la calle. Ella habitaba en un edificio en la calle Privada de Soto, en la colonia Guerrero. Cuauhtémoc es la demarcación con más campamentos registrados.

El año pasado, durante un temblor de baja magnitud, la fachada del edificio donde rentaba un cuarto por mil pesos se dañó y el 19 de septiembre  el edificio fue catalogado como inhabitable.

Los dueños de la Privada de Soto, dice, la dejaron a ella y a más familias a la deriva, entonces la mujer y su familia pidieron refugio en Degollado  62, donde vivía su hermana Guadalupe. Ahí conoció a otros vecinos que hoy son sus compañeros de carpa.

Don Matías es uno de ellos. Trabaja como vendedor de Vive 100, una bebida energética que se oferta en carritos. Cuando tenía su cuartito en la vecindad pagaba  500 pesos, ahora sólo tiene una carpa sobre su cabeza.

“Llevo 10 años aquí en este predio, con el percance natural que sucedió el 19S de 2017   se colapsó y a raíz de eso toda la gente que vivimos aquí nos espantamos, nos salimos, y cada quien jaló por su camino, pero después pasaron los días y nos comunicamos para ver qué haríamos por las cosas que quedaron”, platica.

Su esposa e hijo regresaron a una casita en Xochimilco, pero él decidió quedarse con las seis familias y tres perros que viven en el campamento. De vez en cuando carga en su mochila un par de papeles para llevarlos al Antiguo Palacio del Ayuntamiento y entregárselos a cualquier autoridad que pueda ayudarlos.

“Tengo fe en Dios y esperanza en las autoridades, de que no’más entren a sus funciones yo sé que nos van a ayudar”, afirma.

A pocos minutos de distancia, en la calle Sol, hay otro campamento. Sólo tiene dos carpas frente a la vecindad y aseguran, sin dar más detalles, que recibirán apoyo como damnificados.

Hacia el Centro Histórico, en la misma colonia, está el refugio más grande de Cuauhtémoc, a un lado del Parque Allende. Las familias que ahí dormitan vivían en un edificio ubicado en Pedro Moreno y Galeana.

 Temprano el campamento está cerrado, pues los niños van a la escuela y sus padres venden mercancía en puestos ambulantes.

 A 12 meses de vivir en el parque,  las lonas se han caído por las lluvias y las ráfagas de viento. Para bañarse o lavar ropa regresan al edificio cuyos muros están partidos, con riesgo de colapso.

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