El día de su apertura, el gobernador, Carlos Mendoza Davis, dijo: “Entregamos este centro con el objetivo de que se defienda y se protejan sus derechos, se garantice su derecho al acceso a una justicia pronta y expedita […] Cada mujer va a tener aquí atención jurídica, sicológica, médica, de trabajo social, incluso un área, que habrá de cuidar a sus hijos mientras son atendidas”.
Para las hermanas Maribel y Evelyn —de 24 y 19 años, respectivamente—, que abandonaron sus hogares al ser víctimas de violencia de parte de sus parejas, el centro no ha cumplido con su función.
Benita Sabino Morales es morena, de voz bajita y sonrisa sincera. De manera voluntaria decidió convertirse en una “madre” para mujeres con Sida, madres violentadas y niños abandonados, aunque también recibe a jornaleros y ancianos desamparados. Su anhelo de echarle una mano a personas desvalidas nació porque alguna vez ella lo fue.
Sabino Morales, directora del Albergue para Mujeres Víctimas de Violencia de Mamá Benita, platica que ella es de Puebla, se casó a los 14 años y cuando nacieron sus hijos, los problemas y maltrato por parte de su pareja se agudizaron.
“Demandaba a mi pareja pero no le hacían nada y por eso me animé a dejarlo todo y buscar una nueva vida”.
Así, un día agarró a sus hijos, tomó el autobús y decidió alejarse del maltrato. Quería llegar a Tijuana, cruzar la frontera, pero en el camino le platicaron de La Paz. Entonces tomó el ferry de Mazatlán y llegó.

“No fue nada fácil. Tuve que hacer lo que nunca antes había hecho: trabajar, valerme por mí misma”, expresó.
Narra que tenía 25 años cuando llegó a esta capital. Comenzó a trabajar en un consultorio y limpiando casas, pero pronto inició un negocio de venta de elotes, raspados y churros, que a la fecha la mantiene a ella y al refugio para mujeres y niños víctimas de violencia, que recién se convirtió en una asociación civil.
El refugio inició porque se encontró con una antigua amiga que estaba enferma y sola y decidió recibirla en su casa. Eso fue hace más de 15 años. Ahí nació la idea de ayudar a los vulnerables.
Benita ha sido “madre” para más de 500 personas, aunque emprendió la causa, apenas apoyada por algunos voluntarios, muchos se han sumado.
Adaptó su casa, de tal modo que puedan convivir simultáneamente 35 personas, a quienes les lleva cursos de repostería y manualidades.
“Mi marido era trabajador migrante, cuando se iba yo aprovechaba; estudié cosmetología, cocina, crianza de animales, muchas cosas. Así, lo que sé lo llevo a otras colonias. Ahora les enseño a elaborar productos de soya”, platica.
Mamá Benita comenta que la única condición para que estén en el refugio es que “estudien, trabajen y se empoderen”. Ella lleva a los niños a la escuela, desde kínder hasta preparatoria, a las mujeres les consigue capacitaciones.