A 91 años de ser una ciudad, añoran la tranquilidad perdida
Habitantes lamentan que hoy esté envuelta en inseguridad y falta de desarrollo cultural.
El segundo municipio más grande de Oaxaca, San Juan Bautista Tuxtepec, cumple 91 años de su elevación de villa a ciudad, al que llega doliente de seguridad, desarrollo cultural y económico. Hoy, su gente añora aquella ciudad regocijante que sólo está en la memoria.
Nury, habitante desde hace más de 60 años, recuerda la vida tranquila, pero alegre que se gozaba en Tuxtepec, un lugar en el que sus padres, originarios de Huatusco, Veracruz, vieron progreso para establecerse a finales de la década de 1950.
La historia de este municipio, con más de 168 mil habitantes, se cuenta a fragmentos, pues no existe una memoria tangible en documentos por parte de la autoridad municipal que atestigüen su fundación.
El historiador Tomás García Hernández, a través de distintas fuentes bibliográficas, reconstruye parte de la vida de esta población que tras 63 años de permanecer en la categoría de villa, el 28 de abril de 1928 el Congreso de Oaxaca decretó que se elevaría a ciudad, con efectos a partir del 5 de Mayo.
Pero antes de llegar a este nombramiento, García Hernández cuenta que durante la época de la Conquista española, Tochtepec —su nombre antiguo— fue reconocido como un pueblo, en el que existía un poder autónomo similar al que se conoce actualmente como de usos y costumbres, dirigido por indígenas ancianos.
Para 1538, los terrenos de esta población quedaron en poder de la corona española, impidiendo su uso, lo que provocó con los años la salida de los residentes que no volvieron hasta finales de 1600. Cuando corría el año 1748 ya se le conocía como San Juan Bautista Tuxtepec, con una población que comenzó a los alrededores de la catedral, donde actualmente se mantiene.
Fue durante el mandato del general Luis Pérez Figueroa, como jefe político, cuando en 1865 Tuxtepec dejó de ser pueblo y pasó a villa, lo cual es ratificado por el Congreso de Oaxaca en 1889.
Potencial que se frenó
Se estima que en la época del decreto que establece a Tuxtepec como una ciudad se contaba con una población aproximada de 25 mil habitantes, asentados en dos o tres avenidas del centro, las cuales todavía se consideran como las principales.
Las carencias de registros impiden tener detalles sobre los inicios de esta ciudad, donde para ese entonces existía telégrafo, teléfono, comunicación por vía ferroviaria y pluvial, escuelas, observatorio astronómico, una vida comercial activa, principalmente con la producción de plátano; así como un teatro, casino y una Cámara de Comercio.
No obstante, se desconocen los motivos que justifiquen su elevación, refiere el escritor, quien no duda de que se deslumbraba como una “ciudad pujante”, pero sin un plan de desarrollo urbano que trazara el crecimiento de la mancha urbana, acentada principalmente sobre el margen del Río Papaloapan.
Tuxtepec, destaca García Hernández, registra un crecimiento urbano en infraestructura de caminos, comunicaciones y la instalación de fábricas, pero aún así el desarrollo económico para generar satisfactores, como la educación, empleos, espacios de vida comunitaria y de recreación, entre otros aspectos, se quedó varado.
A 91 años de ser ciudad, Tuxtepec carece de espacios culturales, como museos, galerías y teatros, a reserva de la única casa de cultura con 40 años de vida. Además, cabe destacar que se perdió gran parte de la arquitectura vernácula.
El historiador apunta que tampoco existe un catálogo público, protección ni mantenimiento de edificios de las primeras décadas de Tuxtepec como ciudad.
De la alegría a la nostalgia
Las noticias diarias sobre los asesinatos en la ciudad duelen a sus habitantes, debido a que son hechos que hasta hace una década eran inimaginables.
“Lo más que se escuchaban era el robo de un cochino o gallinas, pero se podía dormir con las puertas abiertas y caminar a toda hora por la noche; lo más grave era ver a un borrachito”, recuerda Nury.
La mujer hubiera querido que sus hijos y nietos crecieran en el mismo ambiente que ella disfrutó: fandangos, tardeadas en las casas y paseos en el parque sin ningún temor.