Despedida a Toledo hermanó a Oaxaca
Natalia, Laureana, Gerónimo, Sara y Benjamín, los cinco hijos del Nobel Alternativo llegaron acompañados por la esposa del también grabador, la artista danesa Trine Ellitsgaard
Francisco Hipólito desenredó una bolsita de plástico y sacó unos cacahuates y nueces de su interior. Nervioso, las colocó frente al autorretrato del que por 25 años fue su patrón, Francisco Toledo; después lloró abrazando a Benjamín, el último hijo del pintor zapoteca.
Este productor de San Francisco Jalpan, a 20 minutos de la ciudad de Oaxaca, se enteró de la muerte del artista juchiteco durante la mañana del viernes, por la radio. Corriendo tomó el transporte y llegó hasta el Instituto de Artes Gráficas de Oaxaca(IAGO), donde los amigos de la familia del pintor y habitantes le rendían homenaje.
Hipólito cargó todo el día en su mochila los cacahuates y las nueces hasta que el reloj marcó las cinco de la tarde, el horario designado para acompañar a los hijos del pintor a rendirle honores en el Instituto de Artes Gráficas de Oaxaca.
No era la primera vez que le traía su cosecha a Ta Min, como conocen en Juchitán a Francisco Benjamín López Toledo. Era ya una tradición entre ellos, eran sus semillas preferidas, era una forma de compartir con él las semillas que nacían en sus tierras.
Después de cumplir su última entrega, con mochila al hombro se abrió paso entre la multitud de personas que abarrotaron el pequeño patio del centro cultural fundado en 1988. Llegó hasta la calle donde alguna vez el maestro Toledo corrió volando papalotes, se topó con una banda de jóvenes que interpretaba canciones representativas del repertorio musical oaxaqueño, como “El Dios Nunca Muere”, de Macedonio Alcalá. Ahí, frente al edificio, pidió un mezcal y se lo echó en honor a su patrón.
Natalia Toledo abraza a Lucina Jiménez, directora del INBAL.
En el interior del recinto, que nació del esfuerzo de Toledo por impulsar la cultura en Oaxaca, seguían los honores. Debajo de las bugambilias que entrelazadas forman un techo natural estuvieron congregados lo mismo las afanadoras que no podían evitar conmoverse hasta las lágrimas, hasta uno de los hombres más ricos del país, Alfredo Harp, guardando silencio. El dolor por el juchiteco predilecto los hermanó esta tarde. Parados, reverenciando, estaba un grupo de estudiantes de fotografía y sentada, serena, la multipremiada Graciela Iturbide.
Natalia, Laureana, Gerónimo, Sara y Benjamín, los cinco hijos del Nobel Alternativo llegaron acompañados por la esposa del también grabador, la artista danesa Trine Ellitsgaard, poco antes habían llegado las hermanas del filántropo oaxaqueño. Todos ocuparon las sillas acomodadas alrededor de la mesita de lectura que en esta ocasión hizo de altar.
Sara Ellitsgaard, la penúltima de los hijos, con la voz entrecortada, agradeció a todos los presentes las muestras de amor hacia su padre y su familia.
“Esto continúa. Gracias por venir al IAGO. Esta siempre será la casa del maestro”. Después los aplausos reventaron el lugar. La ceremonia breve y austera, como siempre quiso el ceramista, duró media hora. Uno por uno, los hijos y los familiares cercanos se retiraron no sin antes recibir abrazos y condolencias de todos los que hacían fila para dejar sus muestras de cariño.
Durante el día, el público se reunió en el IAGO para despedir al artista.
Reprochan homenaje de gobierno estatal
Tres horas antes del homenaje familiar, en el Teatro Macedonio Alcalá, tuvo lugar el homenaje oficial. El gobernador de Oaxaca, Alejandro Murat Hinojosa; su esposa Ivett Moran; la secretaria federal de Cultura, Alejandra Frausto; la subsecretaria de Desarrollo Cultural, Marina Núñez; la secretaria de las Culturas y Artes de Oaxaca, Adriana García, y la directora delInstituto Nacional de Bellas Artes, Lucina Jiménez, realizaron una guardia de honor frente a la fotografía de Francisco Toledo. De fondo se escucharon las notas de “Dios Nunca Muere”.
El majestuoso recinto estuvo casi lleno de oaxaqueños y periodistas, que conmovidos vieron proyectarse en el escenario fotografías del artista y una breve entrevista donde hacía hincapié en que no le interesaba los homenajes ni ser recordado, sólo por sus hijos. Le interesaba, contó entonces, que ellos dijeran algún día “fue un buen padre”.
El homenaje duró poco más de cinco minutos, después las autoridades se retiraron del lugar.La premura y la poca duración molestó a varios de los presentes. Más de uno reprochó la falta de respeto a la grandeza y el legado del artista. Otros más lanzaron vítores al mayor hijo que ha dado Juchitán, ese que murió el mismo día que su pueblo celebraba la victoria histórica contra los franceses, cuando en 1866 las armas nacionales se cubrieron de gloria gracias a los hijos del reino zapoteca.
Mientras el IAGO seguía recibiendo flores y veladoras, el pueblo de Oaxaca continuaba su bullicio diario como en toda capital, en completo desorden. Aunque en los cafés, los taxis, las radios y hasta en los puestos de jugos la plática era la misma: la sorpresiva muerte del gran benefactor de Oaxaca, la pérdida del hombre de cabellos canos alborotados que caminaba de prisa por las calles de esta ciudad de cantera verde, de su ciudad de cantera verde.
La familia buscó en todo momento llevar el dolor y la pena con la mayor privacidad posible. Sin ser perturbados, velaron el cuerpo en la intimidad de la casona pintada de azul, ubicada en el Centro Histórico de la capital.
Homenaje del gobierno estatal en el Teatro Macedonio Alcalá.
Alrededor de las 9:00 horas del viernes, el cuerpo de Toledo fue cremado en la capital de Oaxaca. Sus cenizas quedaron en resguardo de la familia, pues una y otra vez se pidió que se respetara la voluntad del juchiteco de llevar el duelo en privado, tal y como llevó su vida 79 años.
Mientras en la ciudad de Oaxaca se realizaron los homenajes, en Juchitán, las mujeres zapotecas que se organizaron para crear las cocinas comunitarias después del sismo del 7 de septiembre del 2017 y que fueron financiadas tres meses por Francisco Toledo, preparan para este sábado, en el marco de la conmemoración del segundo aniversario del terremoto, un homenaje al hombre que sin conocerlas, las alimentó. A ellas y más de 200 familias de los barrios más devastados.
A su manera, ellas, esas heroínas anónimas del sismo, recordarán a quien les dio esperanza y ánimos en la peor tragedia. A quien ayudó a varias familias a reconstruir sus casas. A quien la desgracia no lo frenó para seguir promoviendo entre los niños la lengua de sus abuelas, el zapoteco.