Unos días antes de "los días santos" que llegan cada año con el miércoles de ceniza y la Cuaresma, las calles de San Martín Tilcajete, en los Valles Centrales de Oaxaca, se llenan del horror de seres fantásticos con sus cuerpos embadurnados de aceite y que cubren sus rostros con máscaras de animales y demonios.

Son los diablos del carnaval que año con año salen para recordar a la población que es el último día para pecar, previo a la Cuaresma que antecede a la Semana Santa.

Aunque el Tilcajete nadie sabe exactamente cómo comenzó la tradición del carnaval, los habitantes de la cuna de los alebrijes saben que se trata de una fiesta relacionada con el calendario litúrgico de la Iglesia Católica, por lo que se asocia su llegada a la evangelización.

Lo que sí saben es que en el carnaval se representa una sátira de los preceptos que marca la religión y la salida de los diablos, desnudos y aceitados, que persiguen a la gente, representa la posibilidad de dejarse llevar a los placeres de la carne antes del recogimiento que exige la Cuaresma.

De acuerdo con Ricardo Ángeles, artesano de uno de los talleres de alebrijes más reconocidos de la población, si bien se desconoce el origen en Tilcajete de esta celebración profana, una de sus características es que al igual que las figuras de madera se ha ido "tallando" y puliendo con el paso del tiempo.

Explica por ejemplo que antes de usar el aceite quemado para pintar de negro los cuerpos de los diablos, se usaba el tizne, obtenido de cualquier fogón de una cocina de humo.

Ahora el aceite quemado también ha sido sustituido poco a poco por aceite de cocina con colorante para piso, "que además de ser menos difícil de quitar tiene una gama amplia de colores, como el rojo, amarillo, azul, verde y, por supuesto, el negro".

Este 2020 el carnaval de Tilcajete volvió a mutar y por primera vez un grupo de mujeres salió a las calles ataviadas como demonios, esto pese a ser tradicionalmente una festividad por completo masculina.