Opinión

México ante Trump: más discurso que estrategia

Salvador García Soto

La forma tan simple, desanimada y hueca en que el gobierno de México respondió a los anuncios del nuevo presidente de los Estados Unidos, Donald Trump, que puso a México en el centro de su discurso de toma de posesión con los anuncios más agresivos y directos en contra de cualquier otro país, parece confirmar que el equipo de la presidenta Claudia Sheinbaum no ha encontrado ni puesto en marcha una estrategia potente y efectiva para enfrentar lo que el propio mandatario estadunidense definió como una “relación renovada con México”.

"A nombre del Gobierno de México felicito a Donald Trump por su toma de posesión como Presidente número 47 de los Estados Unidos de América. Como vecinos y socios comerciales, el diálogo, el respeto y la cooperación siempre serán el símbolo de nuestra relación", dijo ayer la presidenta en una publicación en redes sociales que llegó tres horas y media después de ocurrida la asunción en el Capitolio de Washington y al terminar una reunión con su gabinete en materia migratoria y de relaciones exteriores en el Palacio Nacional.

¿Eso es todo lo que tiene que decir la presidenta y su gobierno a los fuertes anuncios de Trump que convirtió a México de nuevo en su piñata y anunció la militarización de la frontera común, el inicio de las deportaciones masivas de migrantes con el regreso del programa “Quédate en México” y la declaración de “terroristas” para los Cárteles de la Droga mexicanos, lo que le daría facultades a Estados Unidos para mandar su Ejército a combatir a los empoderados narcos en el territorio nacional?

Una cosa es la prudencia y el no engancharse en un pleito abierto y mediático con el engallado presidente Trump y otra la ausencia de un discurso que fije posiciones y responda puntual y respetuosamente el rechazo de México a medidas que afectarán directamente al país, a sus ciudades fronterizas, a su de por sí desordenada política migratoria y a la seguridad y soberanía del país. Prudencia y falta de firmeza y de claridad no son lo mismo.

En momentos en que los mexicanos, dentro y fuera del territorio necesitan percibir un gobierno fuerte, capaz y preparado para hacer frente a los duros embates que nos vienen desde el país del norte y a un cambio total del juego en la compleja relación bilateral, apelar sólo al “diálogo, del respeto y la cooperación”, parecen más un lugar común y un disco rayado, que una estrategia real, efectiva y contundente para delimitar cómo y en qué México y su gobierno aceptarán los nuevos términos en los que Trump quiere plantear la relación bilateral.

La presidenta y su equipo tuvieron meses, semanas para tener ya listas respuestas, mensajes, discursos y acciones para responderle al nuevo presidente de los Estados Unidos. Todos los temas con los que mencionó y golpeó a México, con anuncios como el de declarar “emergencia nacional” en su frontera sur que le valieron incluso una ovación de pie de todos los asistentes a su toma de posesión, ya estaban cantados y habían sido repetidos y advertidos una y otra vez por el propio magnate y por sus colaboradores más cercanos.

Da la impresión de que, por soberbia o desdén, en Palacio Nacional no quisieron creer en lo que se avecinaba y, como la cigarra que se confía en el verano y se la pasa cantando, se negaron a ver la realidad y creyeron que invocar repetidamente “la buena relación, el entendimiento y el diálogo”, bastaba para desalentar o impedir que Donald Trumo cumpliera sus amenazas y enfilara sus baterías y sus primeras órdenes ejecutivas contra el eslabón más débil. Porque ni siquiera a China, que es su principal competencia y rival en la guerra comercial y geopolítica que libran, lo mencionó ni una sola vez como a México que fue el país más presente, para mal, en su primer discurso.

Todavía ayer, cuando ya el mensaje de Trump le daba la vuelta al mundo y los anuncios contra México eran materia de noticias en todos los medios y diarios nacionales e internacionales, la Presidencia de la República se tardó casi tres horas y media en reaccionar; y ver llegar apresurados y con cara de apurados a los secretarios del gabinete al Palacio Nacional, parecía más una reunión improvisada que algo previamente planeado y preparado con anticipación para tener capacidad de reacción ante lo que se venía.

El cambio drástico que se viene en la forma de relacionarnos y hasta de hablar y negociar con el país vecino y socio comercial, ameritaría que el gobierno de la doctora Sheinbaum viera más allá de sus narices y de su vanagloriado “movimiento” y llamara a mexicanos experimentados en las lides políticas y diplomáticas, académicos, políticos y exfuncionarios, sin importar para qué gobierno o partido trabajaron, para formar un verdadero equipo de estrategas y negociadores que le haga frente a Trump y a su gabinete para lograr que México, como país, salga lo mejor librado que se pueda de esta nueva era de una superpotencia que volverá a ser imperialista, intromisiva y abusiva de su poder ante el resto del mundo.

Veremos en estos días si la forma parca y limitada en que la presidenta de México le respondió a uno de los discursos más agresivos y beligerantes que se recuerden en la asunción de un presidente de los Estados Unidos, es parte de una estrategia que sí existe o si más bien, esa lacónica y decepcionante respuesta, es parte de la falta de esa estrategia.

NOTAS INDISCRETAS… Y cómo siempre hay mexicanos que se saben acomodar a la corriente, aunque esta venga adversa al país, el dirigente nacional del PRI, Alejandro Moreno Cárdenas, anda presumiendo entre sus amigos que hace unos días estuvo en Miami y se fue a entrevistar con Marco Rubio, el ahora poderoso secretario de Estado de los Estados Unidos. Según lo que platican cercanos al líder priista, Alito logró ser recibido “por unos cuantos minutos” por Rubio a quien le planteó que él tenía una promesa del exembajador Ken Salazar que, en el contexto de la Reforma Judicial y otras reformas constitucionales de la 4T, le prometió que si por oponerse a las iniciativas del régimen lo perseguían o le activaban expedientes judiciales, el gobierno de Estados Unidos le brindaría “asilo político” y lo recibiría en su territorio. Pero como Salazar ya se iba, Alito viajó hasta Miami y buscó contacto con el próximo secretario de Estado al que le informó de la persecución en su contra y las amenazas de investigaciones judiciales que le ha abierto en el gobierno “por su postura de oposición”. La versión que el propio Alito le ha contado a sus cercanos es que Marco Rubio le dijo que mantendría la promesa que le hizo el embajador Salazar de otorgarle asilo político en Estados Unidos en caso de que lo intentaran procesar o detener desde el gobierno mexicano por oponerse a las iniciativas y reformas del partido gobernante. Por eso, dicen, el controvertido dirigente del PRI ha subido el tono de sus críticas y cuestionamientos al gobierno de Morena y, a partir del ofrecimiento que dice haber recibido de quien será el poderoso Secretario de Estado de la administración Trump, tiene lista una ruta de salida en la que, según ha dicho a su grupo de confianza, si lo intentaran procesar por las averiguaciones previas que tiene abiertas por enriquecimiento ilícito y peculado ante la Fiscalía de Campeche, él se iría asilado a territorio estadounidense y dejaría en su lugar a su imberbe y torpe escudero, Pablo Angulo, para dirigir al PRI desde el exilio. ¿Será que de verdad el líder priista se cree un opositor fuerte del gobierno?... Se baten los dados. Nos cayó la Serpiente Doble y con los pelos rubios.

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