A 16 años de que salió de su país, en busca del éxito que aspiraba mediante el trabajo y el estudio, hoy goza en México la condición de residente permanente, “a un pasito de la naturalización”. Vive en la comunidad de Rancho Gubiña, en Unión Hidalgo.
Estela se casó en 2003 con el profesor Julio Toledo y procrearon tres hijos: Frederick, Sicarú y Biani. En una de las bancas del parque municipal de Unión Hidalgo, con la risa a carcajadas y el rebelde cabello que a veces cubre su rostro, dice que desde que estudiaba la secundaria en Guatemala practicaba el inglés y en Unión Hidalgo aprendió el zapoteco porque toda la familia de su esposo habla la lengua.
Estela considera que el problema de la migración masiva visibilizó los temas de pobreza y violencia que se viven en Guatemala, El Salvador y Honduras. Es un problema bastante difícil y muy complejo, por eso, dice, se extraña del discurso inicial del presidente Andrés Manuel López Obrador, quien abrió las puertas de México a los migrantes al ofrecerles trabajo. Ahora México está sucumbiendo a las presiones de Estados Unidos.
“México es un país de paso hacia Estados Unidos. Yo quería ir allá y ser alguien en la vida para ayudar a mi madre que solita se encargó de criar a otros cinco de mis hermanos, pero la vida me dejó aquí en Unión Hidalgo, donde la gente me quiere”, señala la guatemalteca.
Para Estela, el problema de la migración no se le puede dejar solamente a México. ¿Qué hacen los gobiernos de Guatemala, El Salvador y Honduras, principalmente?, ¿en esos países los gobiernos no se percatan que hay necesidades, violencia y que por eso la gente está vaciando sus pueblos?, preguntó la mujer que anhela trabajar en aduanas o en algún aeropuerto para servirle a las personas.