La única mujer en Juchitán que continúa la talabartería
En sus tardes libres se encarga de su pequeña empresa en línea de calzados tradicionales, llamada Marymar

Como muchas zapotecas, Milady Cabrera Martínez comenzó a comercializar en la niñez por cuenta propia, no por obligación. A los seis años,vendía casa por casa pasteles, flores o chocolates.
A lo largo de 21 años, fue clarinetista en una banda de música infantil, luego fue parlamentaria infantil en el Congreso local, actualmente es estudiante del cuarto semestre de Ingeniería Electromecánica en el Instituto Tecnológico del Istmo.
En sus tardes libres se encarga de su pequeña empresa en línea de calzados tradicionales, llamada Marymar, un negocio que ha logrado colocar más de 300 productos en México y Estados Unidos.
Su taller es pequeño, del tamaño de un cuarto y, sí, es su cuarto. Debido a la demanda de su empresa Marymar, su cuarto también funge como tienda. Aunque dice que lo usa de manera temporal hasta conseguir otro espacio para su taller; mientras, martilla los huaraches en el piso.
Todo inició hace cuatro años, cuando prendió el oficio de talabartería de su padre, un profesor de educación indígena, quien lo aprendió como terapia después de un accidente, aunque nunca lo vio como negocio, pero ella sí y así comenzó por confeccionar huaraches pequeños de telas bordadas.
Con las ventas comenzó a pagar sus estudios, la talabartería le dio independencia económica.
En Juchitán, Milady es la segunda talabartera que existe de un universo de al menos 30 varones que practican este oficio. La primera talabartera es la señora Elsa Orozco de la Octava Sección, pero que dejó la producción porque perdió su taller con el terremoto del 7 de septiembre de 2017 y aún no logra recuperarse, así que prácticamente Milady es la única mujer.
La elaboración de un par de huaraches le lleva a la joven alrededor de cuatro horas, así que elabora hasta cuatro pares al día. Dependiendo del modelo es el precio, los más elaborados de piel de chivo con forro de gamuza llegan a venderse a 400 pesos.
El material que utiliza son suelas recicladas y compactadas, piel de chivo que ella curte y telas que ella misma borda dándole su propio toque.
“La gente a veces piensa que es muy caro, pero es un producto artesanal que se hace con amor y paciencia... lo artesanal se menosprecia por nuestra propia gente, pero las personas de fuera o extranjeros son los que más lo valoran”, señala.
Su mercado, además de la tienda en línea, son las ferias artesanales fuera de Oaxaca.
Milady se ve dentro de varios años conjuntando su carrera y su oficio, sueña con un taller profesional y con muchas artesanas elaborando sus modelos.