AMLO: El hacha y el bisturí
"El señalamiento presidencial sobre la corrupción puede parecer lapidario pero es una buena señal para socavar el cemento que ha articulado las relaciones políticas y sociales".
Por: Eduardo Bautista Martínez
Las metáforas del hacha y el bisturí, utilizadas por algunos analistas y estrategas para referirse a cortes de tajo y de incisiones de precisión, son de utilidad para referirnos al momento de transformación y la insistencia del presidente Andrés Manuel López Obrador de barrer de arriba hacia abajo y por todos lados para acabar con el lastre de la corrupción.
Si se trata de romper con el viejo régimen de tajo, el hacha resulta de utilidad; su uso implica la denuncia de la corrupción generalizada en las estructuras institucionales, en las relaciones corporativas y clientelares de los gobiernos anacrónicos con las organizaciones y sindicatos, así como los demás vicios que han articulado el control de la vida pública.
Para la edificación de un nuevo régimen, la analogía del hacha es importante como un nuevo recurso de legitimidad ante una sociedad agraviada por tantos abusos de poder. De una sociedad que espera justicia y apego a la legalidad en las decisiones del gobierno, para reconstruir la confianza en el conjunto de las instituciones, de seguridad, salud, educación, bienestar y las instituciones autónomas.
Romper de tajo convoca a marcar la diferencia entre la construcción del presente-futuro con el pasado. Esto último se presenta como abominable por lo que sus estructuras se deben desmontar y destruir a través de evitar la impunidad y castigar la corrupción de aquellos que se beneficiaron con los recursos de la nación cuando ocuparon los distintos niveles de poder, como servidores públicos, empresarios y dirigentes sindicales.
Lo que sigue es considerar que el asunto no solo es de personajes públicos corruptos que se resuelve con la cárcel y la confiscación de bienes bajo su poder, tampoco apelar al revanchismo partidista o de facciones, sino al saneamiento de una cultura política que se configuró de manera histórica a partir de la experiencia del autoritarismo, que le dio legitimidad a la concentración de la riqueza en pocas manos y la extendida diseminación de la pobreza entre las mayorías a través del reparto de dádivas.
En términos estratégicos, implicaría que el uso del hacha y la estrategia de denuncias generalizadoras, se acompañen también de un bisturí, de corte fino y preciso sustentado en los recursos de inteligencia financiera, así como de procedimientos legales y administrativos de auditoria que permitan identificar las rutas y alcances del entramado de la corrupción y tomar las medidas necesarias para su erradicación.
En lo político el proceso es más complejo aún si consideramos que la herencia del pasado es una compleja red de relaciones corporativas y clientelares a través del intercambio de prebendas para reforzar lealtades caciquiles y mercenarias, así como de mecanismos de chantaje y coacción para doblegar voluntades.
Implica identificar las puntas de las extensas y enredadas madejas, así como el funcionamiento del conjunto de intermediarios que permitieron el enquistamiento y control de los distintos sectores organizados por parte del antiguo régimen.
El señalamiento presidencial sobre la corrupción puede parecer lapidario pero es una buena señal para socavar el cemento que ha articulado las relaciones políticas y sociales. A favor se tiene la empatía con la ciudadanía y las exigencias aclamadas de mucho tiempo atrás para promover la transformación de fondo.
Con una estrategia de mayor precisión invocando al bisturí, se puede contribuir a la erradicación de los vicios desde la raíz, además de la identificación de los puntos de sutura para el rediseño y edificación de nuevas instituciones sobre la base de la esperada confianza en el nuevo gobierno de la República.
Rector de la Universidad Autónoma Benito Juárez de Oaxaca.
Doctor en Ciencias Sociales por la Universidad Autónoma Metropolitana