Opinión

Actualización sobre Ucrania: la guerra de nervios

Mauricio Meschoulam

Las tensiones al respecto de Ucrania siguen escalando tras el fracaso de las negociaciones de Rusia con Estados Unidos, la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN) y la Organización para la Seguridad y Cooperación en Europa de la semana previa. Es decir, desde nuestra última colaboración al día de hoy, se han puesto en marcha una serie de movimientos destinados a mandar el mensaje de que una intervención militar rusa en Ucrania es cada vez más factible, aunque también se han estado exhibiendo muestras y mensajes sobre otras alternativas con las que Putin cuenta. En todo este escenario, Bielorrusia está jugando un rol crucial y vale la pena añadir esa pieza al análisis. Hay un robusto debate acerca de si Rusia está simplemente haciendo una demostración de fuerza sin una verdadera intención de invadir o si está proyectando su determinación real con el fin de ser tomada más en serio en sus exigencias. Probablemente la respuesta se encuentra en medio. Por ahora, la decisión no parece aún haberse definido del todo por parte de Putin, pero el presidente ruso sí está haciendo todo lo posible por comunicar la seriedad de sus intenciones a fin de elevar la presión e intentar extraer lo que busca. Van unos apuntes al respecto.

(Nota: este es un texto de seguimiento que no pretende abarcar todos los factores que componen a este conflicto, sino únicamente actualizar lo que he estado escribiendo a lo largo de las últimas semanas).

1. Resumiendo lo que hemos mencionado en textos previos, podríamos decir que desde hace muchos años Putin ve con mucha preocupación la expansión de la OTAN, alianza rival de Moscú, en la esfera de seguridad rusa. Varios de los momentos clave que han marcado una elevación en las tensiones entre Rusia y Occidente (incluido su famoso discurso del 2005 en el que señaló que el colapso de la URSS fue la mayor “catástrofe geopolítica” del siglo XX), han ocurrido poco tiempo después de la incorporación de países a la OTAN que en su momento formaron parte de la órbita soviética o incluso parte integral de la URSS. Putin ve hoy a la vez una necesidad y una oportunidad para poner un alto a esa expansión, y de preferencia revertirla. En palabras simples, Moscú pretende demarcar un espacio de influencia que incluye, pero que no se limita a Ucrania, en el que la OTAN no debe tener actividad.

2. De su lado, la alianza atlántica, encabezada por Washington, se niega a acceder a cerrar sus puertas a nuevos miembros como, potencialmente, Ucrania—estados soberanos que, en su óptica, deben tomar sus propias decisiones—o por supuesto, a dejar de tener actividad en cualquiera de sus estados miembros aún si estos tienen frontera con Rusia.

3. Durante las dos semanas previas, dos temas parecen estar quedando claros: el primero, aunque se siguen haciendo algunos esfuerzos, la diplomacia, hasta hoy, no ha sido eficaz para acercar estas posiciones. El segundo: Putin ha concluido que su posición económica, geopolítica, y su relación con China entre otros factores, le permitirán absorber cualquier sanción que se le imponga, y/o que, en todo caso, el costo que Rusia tendrá que pagar por esas sanciones será inferior a los beneficios que obtendría si consigue su meta esencial de demarcar líneas de seguridad y coartar la expansión y la actividad de la OTAN, incluso mediante provocar fracturas entre los estados miembros de esa alianza.

4. Como consecuencia, el Kremlin se ha dado a la tarea de comunicar las alternativas con las que cuenta. La primera, sin duda, una invasión total, frontal y masiva. Esto ha sido telegrafiado mediante un incremento incluso mayor en la movilización de tropas y equipo en las fronteras con Ucrania. Según autoridades en Kiev, Rusia cuenta ya con más de 120 mil tropas cerca de las fronteras con posibilidad de invadir. Biden expresó que él piensa que Putin sí va a decidirse por la invasión y en un gesto más simbólico que táctico, EU ha autorizado el envío de misiles antiaéreos al ejército ucraniano. Esto se acompaña, además, con la evacuación de personal diplomático ruso de Ucrania.

5. En este posicionamiento militar, el papel de Bielorrusia está resultando crucial. Esta semana Rusia abrió un cuarto frente contra Ucrania, enviando tropas a la frontera bielorruso-ucraniana, que, en teoría, participarán en ejercicios militares conjuntos Moscú-Minsk durante el mes de febrero, denominados “Resolución Aliada”. Pero es interesante examinar un poco más de cerca el factor bielorruso.

6. No olvidemos que a lo largo del conflicto ucraniano que corre desde 2014, Lukashenko, hombre fuerte y líder de Bielorrusia desde 1994, había fungido como mediador; de hecho, su facilitación del diálogo dio pie a los acuerdos de Minsk en sus distintas fases. En cambio, Lukashenko ahora podría prestarse a un potencial acto de guerra contra Ucrania mediante la utilización de su territorio.

7. Para entenderlo, hay que recordar que, en 2020, tras las cuestionadas elecciones en Bielorrusia en las que Lukashenko se declaraba ganador, hubo un enorme movimiento de protesta social. Semanas y semanas de manifestaciones masivas que pusieron en jaque al régimen. La brutal represión a ese movimiento terminó en sanciones contra Bielorrusia por parte de Europa y EU, y el aislamiento diplomático de Minsk. El presidente bielorruso acudió a Putin por ayuda y respaldo. Putin, hay que decirlo, no estaba entusiasmado en apoyar al presidente bielorruso. Apenas unas semanas atrás, Lukashenko, considerado absolutamente imprevisible, había arrestado a 33 contratistas de seguridad rusos de la empresa Wagner y días después, Minsk enviaba 3,000 tropas hacia su frontera con Rusia desafiando a su aliada. Al final, sin embargo, Moscú sí respaldó a Lukashenko. Incluso, pasados los meses, Putin fue valorando lo que podría significar tener a Bielorrusia completamente en la bolsa. Así que esa alianza estratégica se fue estrechando. Algunos análisis indican incluso que las fechas para estos ejercicios militares conjuntos Moscú-Minsk (10 al 20 de febrero) podrían marcar las fechas de la temida invasión.

8. Aún así, estos días han sido importantes para comprender algunas de las otras alternativas con las que Putin cuenta para conseguir sus metas. Por ejemplo, desde fines de la semana previa, decenas de sitios del gobierno ucraniano sufrieron un ciberataque masivo. Adicionalmente, el Centro de Inteligencia de Riesgo de Microsoft ha encontrado evidencias de una campaña de software destructivo que comenzó el 13 de enero, preparando presuntamente otro ataque que podría ser mucho más severo que el primero que menciono. Es imposible conocer hasta donde está involucrado el Kremlin en estos hechos. Pero las fechas de esta ciberactividad coinciden con el fin de las negociaciones fallidas entre Rusia y Occidente.

9. Moscú, por su parte, ha estado expresando que no tiene ninguna intención de invadir. Más aún, funcionarios rusos han explicado que invadir a Ucrania no supondría hacer que Washington o Europa pagaran un costo por sus acciones. En cambio, se ha mencionado que una de las opciones del Kremlin incluye el despliegue de misiles nucleares hipersónicos en la proximidad de Estados Unidos. Esto podría hacerse desde el mar, mediante submarinos. Cuando incluso se le preguntó al viceministro exterior ruso acerca de si Rusia podría emplear a países como Cuba o Venezuela para sus despliegues militares, éste respondió que no estaba en condiciones de afirmarlo o negarlo, levantando toda clase de especulaciones.

10. Como ya lo explicamos antes, también están las opciones económicas para castigar a Europa como, por ejemplo, limitar el suministro del gas, u opciones de guerra híbrida mediante las que Moscú podría reactivar o incrementar la actividad de la rebelión separatista del este ucraniano, introducir más tropas sin insignia y bandera (éstas ya operan en Ucrania desde hace tiempo), equipo militar sofisticado, conducir una guerrilla urbana o bien, una intervención sí abierta pero más limitada de lo que hoy se teme, por ejemplo otorgando el reconocimiento de independencia a las zonas separatistas del este ucraniano e incursionar en ese territorio con esa justificación. Es decir, existe un verdadero abanico de alternativas para Moscú, algunas a la vista, otras menos.

11. En suma, si tuviéramos que definir qué es lo que está buscando Putin—no dentro de unas semanas, sino en este preciso momento—mediante su indefinición y su exhibición de tantas opciones paralelas, la respuesta está probablemente justo en lo que estamos viendo: un incremento del nerviosismo, una guerra psicológica a través de la cual se producen confusiones, tensiones, fracturas entre países occidentales y divisiones al interior de sus propias sociedades acerca de si se está respondiendo adecuadamente o débilmente ante los actos de Moscú. Esta elevación de tensiones consigue al mismo tiempo fortalecer su determinación y con ello su postura al exigir concesiones, y debilitar a sus contrapartes.

Lo que sigue, es mejor descrito por las palabras de Fyodor Lukyanov, un analista de política exterior ruso que asesora al Kremlin entrevistado por Anton Troianovsky del New York Times: “La opinión experta que puedo declarar con autoridad es: ¿Quién demonios sabe?”
 

Twitter: @maurimm

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