AMLO frente a sus disidentes y desertores
Los disidentes y desertores del gobierno de Andrés Manuel López Obrador han puesto una gran presión a la autodenominada Cuarta Transformación.
Algunos de sus más cercanos han decidido separarse del gobierno lopezobradorista porque simplemente no comulgan con su forma de gobierno. El primero en rebelarse fue Carlos Urzúa, secretario de Hacienda, quien acompañó a AMLO en su primer año de gobierno y terminó dejando la administración con una carta estridente en la que hizo patente el autoritarismo presidencial. Su salida tuvo que ver con las pugnas generadas con el entonces jefe de la Oficina de la Presidencia, Alfonso Romo, por el nombramiento de funcionarios clave en el gabinete financiero y de la banca de desarrollo.
Después de Urzúa vinieron muchos más: Gualberto Ramírez, de la unidad antisecuestros de la Subprocuraduría Especializada en Investigación de Delincuencia Organizada; Germán Martínez, director del Instituto Mexicano de Seguridad Social; Josefa González Blanco, secretaria de Medio Ambiente y Recursos Naturales; Tonatiuh Guillén, comisionado del Instituto Nacional de Migración; Simón Levy, subsecretario de Turismo; Clara Torres, encargada de Estancias Infantiles; Guillermo García Alcocer, presidente comisionado de la Comisión Reguladora de Energía; Ricardo Peralta, subsecretario de Gobernación; Rabindranath Salazar y Diana Álvarez Maury, titulares del Banco de Bienestar; Javier Jiménez Espriú y Jorge Arganis Díaz, secretarios de Comunicaciones, Infraestructura, Comunicaciones y Transportes; Víctor Manuel Toledo y María Luisa Albores, de la Secretaría del Bienestar; Margarita Ríos-Farjat, jefa del SAT; Jaime Cárdenas y Ernesto Prieto, de INDEP; Graciela Márquez, secretaría de Economía; Elvira Concheiro, de la subsecretaria de Salud; Irma Eréndira Sandoval, titular de la Secretaría de la Función Pública; Gabriel García, coordinador de programas federales, y otros más.
Todos ellos han sido destronados del gabinete. Algunos por las buenas, otros por las malas. Todos, sin embargo, tienen un denominador común: no han cumplido con los designios de su jefe, el presidente López Obrador, o simplemente no comulgan ya con los preceptos de la 4T. En los círculos políticos cada vez es más común escuchar que el líder moral de la 4T los decepcionó o no les cumplió lo prometido. Lo cierto es que a cuatro años de gobierno la Cuarta Transformación ha comenzado a agrietarse desde sus estructuras más básicas.
Uno de los exfuncionarios más cercanos a Andrés Manuel López Obrador, quien salió del gobierno enfrentado con otro alto funcionario de la 4T, considera que el presidente perdió la brújula y se ha convertido en un “supervisor de obras”. Es decir que la función principal del jefe del Estado mexicano ha sido la de buscar que sus tres proyectos de infraestructura principales: el Aeropuerto Felipe Ángelies, la Refinería de Dos Bocas y el Tren Maya se conviertan en realidad en lugar de apostar por el crecimiento del país.
El ex funcionario en cuestión considera que el gobierno del presidente López Obrador ha caído en una suerte de círculo vicioso: al tiempo que busca incansablemente que su proyecto político trascienda otro sexenio, se empecina en expulsar o marginar a quienes lo han acompañado en sus momentos más críticos, sin importar que algunos integrantes de la nueva camada de sus fervientes seguidores y gobernante emanados de Morena sean quienes lo pueden traicionar en el futuro cercano.