Asesino silencioso
Es más letal, adictivo y potente que la heroína; es barato y de muy fácil manejo; se vende en atractivos colores y los menores lo consumen hasta en las escuelas; está matando a más personas por sobredosis que ninguna otra droga y representa un muy atractivo negocio para los criminales por lo que su venta no ha dejado de crecer.
El fentanilo es el opioide que tiene de cabeza al sistema de salud pública estadounidense. El año pasado se superaron todos los récords: más de 107 mil personas murieron en la Unión Americana por intoxicación o sobredosis de drogas. La mayoría de esas muertes se atribuyen a opioides sintéticos como el fentanilo, y es que una dosis de sólo dos miligramos de esta droga puede ser letal. Desplazar a la heroína del mercado le resultó sencillo, y es que es 50 veces más potente y mucho más barata. Con menos de tres dólares se puede comprar una dosis. Es, además, brutalmente adictiva pues genera episodios de abstinencia muy difíciles, con dolores intensos de estómago y huesos. Los consumidores suelen frenar esos dolores con más fentanilo, que tiene un efecto sedante cien veces más potente que la morfina.
La administradora de la DEA, Anne Milgram, ha señalado al cártel de Sinaloa y al CJNG como los responsables de su producción y distribución. Los precursores químicos para su fabricación salen de Asia, llegan a los puertos mexicanos y en laboratorios de este continente se convierten en fentanilo. En unas cuantas horas pueden producirse hasta medio millón de dosis. Es tan rentable, que el narco ha buscado mecanismos para que aumente su consumo. Actualmente lo añaden a otras drogas como cocaína y cristal para acelerar las adicciones. Se trata de una sustancia versátil que se puede fumar, inyectar, inhalar o ingerir en pastillas.
Los esfuerzos para frenar su crecimiento han sido poco efectivos. Estados Unidos incautó entre mayo y septiembre de este año el equivalente a 36 millones de dosis, un porcentaje insignificante de lo que se mueve en el mercado.
Hay otras medidas que se enfocan en disminuir la inmensa cantidad de muertes que el fentanilo genera. Un ejemplo es lo que se está haciendo en Los Ángeles, California, donde han puesto como prioridad a las zonas escolares debido a que muchos menores son atraídos por las coloridas pastillas de “Fentanyl Rainbow”. Además de aumentar la vigilancia, han empezado a distribuir en las escuelas naloxona, una sustancia que revierte una sobredosis de opioides y permite que los estudiantes logren llegar con vida a recibir atención médica. Y es que el fentanilo actúa con una velocidad tal, que muchas de sus víctimas mueren antes de llegar siquiera al hospital.
En México su consumo está aumentando de forma alarmante. Más de la mitad de las drogas que se consumen en la zona fronteriza tienen algún porcentaje de este opioide. El problema se concentra en Baja California, Sonora y Sinaloa, donde la intoxicación por fentanilo ha aumentado 155 por ciento. No existe una cifra clara de los fallecimientos porque las personas se mueren en la calle sin un diagnóstico y sin ser identificadas. Así lo confirmó, José Adrián Medina, secretario de Salud de Baja California: “Muchos de los casos de fallecimiento por sobredosis se dan en la vía pública, por eso es complicado tener un registro exacto. No alcanzan a llegar a nuestros centros de salud, por eso no los identificamos”.
Las asociaciones civiles que trabajan con adictos detectaron desde 2017 los primeros casos de adulteración de drogas con fentanilo en Tijuana. A partir de entonces las muertes por sobredosis han aumentado exponencialmente en el noroeste del país. En Estados Unidos se considera ya una epidemia y se atiende como tal. Esta droga barata y de fácil acceso es una amenaza real, pero de este lado de la frontera apenas se menciona. Ojalá llegue a la agenda de las autoridades antes de que el problema se desborde y su letalidad alcance a miles de mexicanos.
@PaolaRojas
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