Con los niños, no
El problema no es enseñar que existe el comunismo, sino enaltecer la pobreza y no proponer nada nuevo
“El juguete es el niño” André Gide
Volví a ver los libros de texto que me tocaron en la generación de 1993, yo estaba en el quinto de año de primaria y la verdad, aunque suena ñoño, terminé enamorado del libro de lecturas, complemento del libro de Español.
Si anda con la curiosidad, o con la nostalgia a cuestas, écheles un ojo a los textos de antaño aquí: https://historico.conaliteg.gob.mx/
En nuestro país, han existido ocho versiones de los libros de texto para educación básica, creadas en 1960, 1962, 1972, 1982, 1988, 1993, 2008, 2011, 2014, 2018 y la última en 2019. Es evidente que la sociedad, la ciencia y el mundo entero han cambiado radicalmente en las últimas décadas, cosa que se ve reflejada en la historia de las ediciones.
Por ejemplo, para los estudiantes de la generación de 1960 había un solo libro que abarcaba lo mismo matemáticas que el estudio elemental de la naturaleza; abundaban ejercicios de geometría y aritmética y, en ciencias naturales, apenas se tocaba el funcionamiento básico de los sistemas del cuerpo humano.
Sin embargo, ya para 1993, había un libro exclusivo de matemáticas, de español, de geografía y hasta de ciencias naturales, donde se detallaron con ilustraciones de gran calidad lo mismo el funcionamiento de los órganos del cuerpo, que las condiciones de vida en la sabana africana.
No es del todo cierto que los libros de antaño fueran “conservadores” y que las críticas contra los textos de la 4T sean producto del escándalo por la educación sexual a los infantes. Desde hace décadas se proponían ejercicios para que los niños dibujaran los aparatos reproductores femenino y masculino y simularan el recorrido de los espermas al óvulo.
Tampoco es cierto que los libros omitieran los temas de protestas sociales. En la versión de 2014 del libro de historia, se abordan las protestas estudiantiles de 1968 y se invita a los estudiantes a debatir sobre las desigualdades sociales.
Sin duda, López Obrador y su 4T tienen todo el derecho de plasmar su versión en los libros de texto. En dicho material hay mucho de lo que ha cambiado desde 2019 a la fecha: la pandemia, la guerra de Ucrania y Rusia, la diversidad sexual, la era de la hiperinformación, la inteligencia artificial, la migración global, el cambio climático y un amplísimo etcétera.
El problema no es el cambio en los textos, sino la mediocridad y la falta de rigor que abunda en ellos.
El problema no es enseñar que existe el comunismo y que los grandes capitales han provocado desastres económicos, sino enaltecer la pobreza y no proponer nada nuevo.
El problema no es plantear que existe la duda debatible de un fraude en 2006, sino omitir el debate de la erosión democrática en el mundo por el populismo radical. El problema no es hablar de la 4T, sino que los libros resultaron igual de chafas que todo su gobierno.
Como sea, con los niños no.
De Colofón. -
Ayer, esta columna volvió a salir en la mañanera.
Ana Elizabeth García Vilchis se refirió al texto que publicamos aquí el pasado 20 de julio sobre el contrato por más de 870 millones de pesos que el ISSSTE otorgó y que hoy día sigue en la mira de varias autoridades. El caso ha escalado y ahora el Congreso quiere la comparecencia de su director, Pedro Zenteno.
Será interesante ver qué dice sobre la sospecha de que algunos funcionarios de Hacienda podrían estar involucrados en el batidillo que ya empieza a oler un tanto mucho podrido.
Y todavía faltan 425 días para que termine el sexenio.