Opinión

El mensaje que tardaron dos meses en entender en Palacio

Salvador García Soto

La nueva correlación de fuerzas ya se hizo sentir en las votaciones hacia la Revocación de Mandato

El jueves por la tarde, hasta Palacio Nacional llegó un mensaje que se resistieron a entender en el despacho del poder: la oposición, unida en bloque, decidió ponerle un freno a los caprichos y obsesiones de López Obrador. Acostumbrado a mandar durante estos tres años con sus mayorías en el Poder Legislativo, el Presidente trató de presionar e imponer una vez más su agenda personal y política al Congreso en un tema que, por más importante que pueda resultar, nunca debió sujetarse a las prisas y al mandato presidencial.

Podría decirse que el mensaje que los mexicanos le mandaron en las urnas al titular del Poder Ejecutivo, desde el pasado 6 de junio, y que éste se resistió a comprender, con un discurso de soberbia y triunfalismo en el que decía haber ganado todo y no haber perdido nada en las pasadas elecciones, fue recibido con más de dos meses de retraso por el inquilino del Palacio presidencial que hasta esa tarde del jueves seguía sin creer que la oposición, a la que alguna vez declaró como “moralmente derrotada”, le creció finalmente en las pasadas votaciones y que las amenazas, investigaciones y expedientes judiciales con los que los mantuvo sometidos y divididos durante el primer trienio de gobierno, ya no le funcionarán igual en la segunda parte del sexenio.

Lo que se definió entre el miércoles y el jueves de esta semana en la sesión de la Comisión Permanente, con el doble revés que le propinó el bloque opositor al Presidente y al bloque oficialista encabezado por Morena, fue la nueva correlación de fuerzas que imperará en el Congreso de la Unión a partir del 1 de septiembre y que, con dos semanas de anticipación al arranque de la nueva legislatura, ya se hizo sentir en las votaciones para rechazar un periodo extraordinario en el que se discutiera la Ley para la Revocación de Mandato.

Y no es que la oposición haya rechazado —como lo dijo ayer de forma maniquea el Presidente— la Revocación de Mandato, mucho menos que hubiera habido un complot de “salinistas” en el que el expresidente que hoy radica en Londres haya vuelto a mover sus perversos tentáculos para arruinarle la votación al jefe de la 4T. Lo que realmente sucedió es que la oposición se rebeló ante el burdo intento de imponerle al Congreso los tiempos y caprichos de Palacio Nacional que además fueron operados con falta de pericia ante la decisión del Presidente de cambiar a sus operadores en el Congreso, especialmente al coordinador del Senado, Ricardo Monreal, que tiene el control de los hilos finos en el Legislativo, para meter a operar a integrantes de su gabinete que no pudieron darle los mismos resultados que el zacatecano.

Es tan claro que no hubo ni boicot ni complot contra la Revocación de Mandato,  que es un hecho que la iniciativa que la oposición se negó a discutir apresuradamente en un periodo extraordinario, volverá a presentarse y discutirse a partir del próximo 1 de septiembre, cuando inicie una nueva legislatura en la Cámara de Diputados, en la que incluso es muy probable que la mayoría simple de Morena y sus aliados pueda aprobar, sin mayor complicación, esa iniciativa de Ley secundaria que tanto le importa y le urge al Presidente.

De hecho, fuentes del gabinete presidencial nos confirman que en cuanto arranque el periodo ordinario y se instale la 65 Legislatura en San Lázaro, “el primero o a más tardar el segundo día de sesiones, volverá a presentarse la iniciativa de Ley de Revocación de Mandato”, para que sea procesada de inmediato en comisiones legislativas y presentada en el pleno para su votación. ¿Y entonces, si siempre hubo esa posibilidad y López Obrador sabía que no tenía los votos suficientes en la Comisión Permanente para convocar a un extraordinario, por qué la necedad de haber insistido hasta dos veces en doblegar al órgano bicamaral a someterse a las urgencias de la Presidencia?

La respuesta a esa pregunta es precisamente por la soberbia que sigue reinando en Palacio Nacional, en donde el Presidente, que sigue manejando la agenda pública, predicando y despotricando contra todo y contra todos desde su conferencia mañanera, nunca se dio el tiempo de entender que la votación del pasado 6 de junio, si bien aún le fue muy favorable y le concedió una mayoría simple en la Cámara de Diputados y la mayoría de las 15 gubernaturas que estuvieron en disputa, también traía implícito el mensaje de descontento y desaprobación de un sector importante de la sociedad mexicana que le entregó a la oposición, tanto a la que compitió aliada como a la que fue sola, una mayor presencia y fuerza en el Poder Legislativo.

Lo más interesante de lo que ocurrió esta semana entre el Congreso y la Presidencia de la República, es que la oposición finalmente se envalentonó y le perdió el miedo a un gobierno que, a punta de amenazas, investigaciones y expedientes, mantuvo agazapados y asustados a los principales líderes y coordinadores parlamentarios que siempre se doblaron ante la intimidación del poder presidencial. El resultado del 6 de junio y el nuevo equilibrio de fuerzas que imperará a partir del 1 de septiembre en el Congreso de la Unión, hizo que los opositores se atrevieran a decirle “no” al Presidente no una, sino hasta dos veces.

El mensaje que este jueves por fin entendieron en Palacio, no sin un berrinche y molestia del Presidente, es que en la segunda parte del sexenio, el equilibrio y la división entre poderes, esa que casi nunca ha existido en la historia política y democrática de México, la que aplastaron en su momento las mayorías del PRI, del PAN y ahora de Morena, volverá a vivir un momento importante en la segunda parte de este sexenio en la que los caprichos y obsesiones del Presidente encontrarán un dique sólido en las reformas constitucionales y una oposición más firme y unificada en la discusión del presupuesto y las leyes reglamentarias. Ese es un mensaje que no es bueno para un Presidente que se acostumbró a ejercer el poder onmímodo en la primera mitad de su mandato, pero sin duda que es un muy buen mensaje para la democracia en el país.

NOTAS INDISCRETAS….

La premura y la urgencia de López Obrador para que se aprobara la ley secundaria para la Revocación de Mandato, tenía que ver con dos cosas: la primera que el mandatario sabía muy bien que, aunque después del 1 de septiembre podrá sacar esa iniciativa con su mayoría simple de Morena y aliados, la discusión y el debate van a ser más intensos por la mayor fuerza que tendrá la oposición en la próxima legislatura; y la segunda razón tiene que ver con el anuncio del INE de que, ante la tardanza y el desacato en el que incurrió el Congreso, al no haber legislado una ley reglamentaria que tenía como plazo legal el pasado 17 de junio, los consejeros electorales comenzarían a redactar su propio reglamento para la organización y ejecución de la Consulta Popular para la Revocación de Mandato que, por disposición constitucional, le corresponde ejecutar al organismo electoral. Y como está claro que el Presidente le tiene una fobia y un odio casi personal a todo lo que huela al INE, y en particular a Lorenzo Córdova, ante la sola mención de que los consejeros pudieran hacer el reglamento para la Revocación, el inquilino de Palacio enloqueció y les gritó a sus colaboradores que sacaran “sí o sí” un periodo extraordinario, algo en lo que claramente al Presidente le fallaron sus operadores… Por cierto, que en el caso de la diputada suplente de Jalisco, Adriana Medina, siguen las dudas de por qué la legisladora de MC abandonó la sesión de la Permanente el miércoles y evitó votar restándole un voto al bloque opositor y sumándoselo a Morena. La versión pública que dio la diputada emecista fue que tenía síntomas y malestares y que se fue a hacer una prueba de Covid que salió positiva. Pero cuando el documento del fallo positivo que ella misma publicó en su cuenta de Twitter fue revisado, afloró una burda falsificación en la que la señora Medina modificó un dictamen médico del año 2020 para hacerlo pasar como una prueba del pasado miércoles 18 de agosto de 2021. Hasta ahí queda claro que la diputada suplente de MC es una mentirosa, pero lo que falta por esclarecer es si ella decidió abandonar la sesión para evitar emitir su voto y falsificar una prueba de Covid de motu propio o si alguién más le pidió mentir con la intención de que su ausencia ayudara a la mayoría de Morena y de paso al presidente López Obrador a sacar su periodo extraordinario. En lo que eso se aclara y se conoce el resultado de la investigación interna que anunció el coordinador de MC en el Senado, Dante Delgado, les dejamos un dato: Adriana Medina, suplente de la diputada titular Fabiola Loya, es cercana al gobierno de Enrique Alfaro, y el mandatario de Jalisco tiene en estos momentos una cercana relación con el presidente López Obrador que le ofreció su apoyo político y financiero para sacar adelante varios proyectos de infraestructura importantes para Jalisco y para la administración alfarista, entre ellos la atorada presa de “El Zapotillo” que llevará agua de Guanajuato hasta la Zona Metropolitana de Guadalajara. Es solo un dato, que cada quién lo interprete como quiera…Los dados mandan Serpiente Doble. Semana de altibajos. 

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