Opinión

El Presidente dentro de Palacio y afuera los tambores feministas

Sabina Berman

Las mujeres policías se apersonaron expresando: Yo también soy feminista

El cielo estaba claro, casi blanco, cuando las mujeres de negro y encapuchadas, las anarquistas, llegaron a la plancha vacía del Zócalo, se alinearon en uno de sus márgenes, ante la alta valla metálica que aislaba al Palacio del Presidente —y se pusieron a golpearla con bats. 

Plaf, plaf, plaf. Un concierto de 500 tambores que habría de durar 5, 8 horas, ininterrumpido. Cuando una anarquista se cansaba de batear el metal, otra la suplía. Plaf, plaf, plaf. 

El Palacio de Presidente tenía todas las ventanas cerradas, excepto 3 en el piso más alto y en el extremo derecho. Hay que imaginar al Presidente con su secretario de gobernación, recorriendo un largo pasillo y pretendiendo sordera. 

—¿Qué escuchas, Adán Augusto –plaf, plaf —de lo que ocurre en la Sierra Tarahumara? –plaf, plaf. 

—¿Qué, presidente? —plaf, plaf —¿qué escucho de qué? —plaf, plaf. 

Para el mediodía fueron llegando al Palacio del Presidente sus mujeres. Las ministras del gabinete, las gobernadoras de Morena y las legisladoras de su bancada. Entonces, a un tiempo, se abrieron las 82 ventanas del Palacio y por cada una asomó una obradorista con un globo verde o morado –los soltaron, los globos se elevaron hacia el cielo, para de pronto en lo alto reventar —plop,plop,plop— y dejar caer una lluvia de promesas feministas al Zócalo lleno a la mitad. 

A mí me tocó este papelito. Proyecto de la SEP para transformar la Cultura machista en una cultura de igualdad. A la mujer de a mi lado, le tocó este. Adiestramiento del ejército y las policías para intervenir las violencias contra las mujeres, reconociendo el estado de emergencia que vivimos. La mujer de mi otro costado leyó emocionada hasta las lágrimas su papelito. Reapertura de las estancias para los niños de las mujeres trabajadoras. 

Se vale soñar

Lo que ocurrió fue distinto. En el gran patio interior del Palacio del Presidente, un convivio de funcionarias cerrado a la puebla. La puebla: la parte femenina del pueblo. La última porra de las funcionarias fue ritmada por los distantes tambores de la furia anarquista del exterior. 

—Es un honor —plaf, plaf— estar con Obrador —plaf, plaf . 

El jefe de seguridad de la CdMx había pronosticado que habría violencia en la Marcha. Si no la hubo, fue por la inteligencia feminista de las decenas de miles de manifestantes –y el cambio de táctica este año de tres grupos cruciales. 

Las mujeres policías se apersonaron expresando Yo también soy feminista. Lo expresaron en silencio: bajo las viseras de los cascos, muchos párpados pintados de verde o morado, en las muñecas pañoletas verdes y en sus escudos de plexiglás símbolos del feminismo pintados con aerosol morado. 

Las mujeres afines a la 4T traían en las manos flores. Las fueron entregando a las uniformadas. Otras cantaron consignas que las incluían. Esta, por ejemplo, que voceó un contingente cuando la triple fila de policías se aparejó a su costado: Policía, consciente, se une al contingente. Las policías replicaron alzando los puños, orgullosas. Una feliz forma de distender las tensiones. 

Y el tercer grupo que cambió su táctica este año para asegurar la paz de la Marcha, fue —oh sorpresa— el de las mujeres encapuchadas de negro, las que han perdido toda fe en el Estado, pero en el Feminismo cifran toda su esperanza. Ni un intento de apanicar a las otras mujeres, como en otros años. Sí un par de incidentes en que se confrontaron con policías. Pero en lo restante, solo música percusiva contra las vallas que aislaban el Palacio del Presidente. 

Plaf, plaf. Les pusieron vallas, para aislarlas del Estado–y ellas las usaron como tambores, para anunciar Acá estamos y no nos vamos. 

Descendía la noche sobre un Zócalo repleto al tope de mujeres, cuando la fachada del Palacio se iluminó con luz ámbar, aún si sus ventanas siguieron cerradas, como ojos que duermen. Fue entonces que una niña con un tutú de ballet y pantalones negros le pidió a una encapuchada que la dejara batear la valla metálica. La encapuchada arrimó un tambo a la valla, tomó por la cintura a la pequeña bailarina, la subió al tambo –y le dio un bat. 

Plaf, plaf. Ahí se estuvo la niña feliz, entre el ejército de tamborileras, arremetiendo contra el metal que la separaba del Palacio. Vaya ceremonia para iniciarse en el Feminismo. 

No, todavía las mujeres no contamos con un Estado que use sus poderes decisivamente en pro de la igualdad. Pero algún día que se va acercando, así será. 

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