Opinión

El retiro de EU de Afganistán, ¿un nuevo Vietnam?

Salvador García Soto

Tras 20 años, la superpotencia no logró evitar que Afganistán termine bajo el régimen talibán; es un “fracaso militar”

La imagen de ayer, de un avión del Ejército de los Estados Unidos que despega del aeropuerto de Kabul, llevando a bordo a todo el personal de su embajada en Afganistán, mientras decenas de afganos intentan huir de su país por la llegada del régimen de los talibanes, quedará para la posteridad. Será la imagen que marque el fin de una incursión fallida de la superpotencia militar, que termina tras 20 años de ocupación y deja atrás una estela de enormes costos económicos y políticos para Washington, por la muerte, en esa guerra, de 2,500 soldados estadunidenses, más de 20,000 heridos y un país centroasiático que, abandonado por la milicia de las barras y las estrellas, se sumirá en el caos.
 
La estampa dolorosa que anticipa lo que viene en Afganistán con el regreso del régimen extremista talibán que ya empezó a prohibir los derechos y libertades, sobre todo de las mujeres, quedó registrada ayer en un video que le dio la vuelta al mundo y que muestra el momento en el que ese avión militar de la Fuerza Aérea de EU es seguido en su despegue por decenas de afganos desesperados que se aferran a salir de su país a cualquier costo y algunos se trepan en las partes exteriores de la aeronave militar aferrándose de lo que pueden con tal de abandonar su territorio. Una vez que el enorme avión tipo Boeing C-17ª Globemaster logra despegar, desde el aire se observa como caen al vacío los pocos afganos que lograron aferrarse a la aeronave después de su despegue.
 
Y es que miles de afganos, que temen el regreso del régimen de terror, extremismo islámico y supresión de derechos, acudieron ayer al aeropuerto Hamid Karzai, en las afueras de la capital afgana para tratar de abandonar su país, luego de que la nueva administración aeroportuaria declarara la cancelación de los vuelos comerciales para impedir el sobrevuelo desde su país, ante la oleada de ciudadanos que intentan desesperadamente salir por miedo a la reinstalación del Talibán.
 
Ayer el presidente Joe Biden, quien finalmente tomó una decisión que habían evitado y pospuesto sus antecesores y que él mismo le recomendó al presidente Barack Obama, cuando fungió como vicepresidente durante su administración, salió a defender su estrategia del retiro definitivo de las tropas estadunidenses con el argumento de que no repetiría los “errores del pasado” y que esa guerra solo había causado sufrimiento y dolor a los estadunidenses. “Han pasado 4 administraciones cargando con la guerra de Afganistán; se han cometido errores, pero no pasaré esa carga a otra administración, no repetiré los errores del pasado”, dijo Biden en la base aérea Fort McNair, donde ayer aterrizó antes de regresar a la Casa Blanca después de sus vacaciones en Camp David.
 
Biden cumple así una promesa que hizo desde su campaña y toma una decisión que tendrá muy altos costos políticos, ante la percepción mundial de que Estados Unidos se retira fracasado después de haber invadido Afganistán en 2001, tras los ataques terroristas del 11 de septiembre y bajo el argumento de que el régimen talibán, que había gobernado ese país desde los años 90 y hoy regresará de nuevo al poder, financiaba y escondía a la red terrorista de Al Qaeda y a su líder Osama Bin Laden.
 
Desde entonces y tras la movilización de 66 mil soldados estadunidenses, esta guerra se le volvió cada vez más costosa, política y económicamente, para cuatro administraciones de la Casa Blanca, la última de George W. Bush, que la inició, las dos de Obama, que inició un retiro gradual pero nunca se atrevió a terminarlo, y la de Donald Trump, quien llegó a plantear el retiro de tropas sin poder concretarlo nunca. Con todo y su superioridad y poderío militar, el mejor ejército del mundo nunca logró derrotar al talibán y a sus tribus que se esparcieron por las zonas rurales y la escarpada y montañosa geografía afgana, desplegando una táctica de guerra de guerrillas que, con ataques furtivos y bombas terroristas, causaron la muerte de 2,500 soldados estadunidense y más de 20 mil heridos, sin contar las bajas militares de otros países como la Gran Bretaña.
 
Toda una generación de jóvenes estadunidenses, enrolados en el Ejército y la Marina, quedaron marcados por los dolorosos e imborrables costos físicos y sicológicos de una guerra de baja intensidad que terminará oficialmente el próximo 31 de agosto cuando el último soldado estadunidense abandone el territorio afgano. “Estados Unidos mantendrá el enfoque de las misiones antiterroristas tanto en Afganistán como en otros países. Que las familias estadunidenses sigan sufriendo por vidas perdidas en Afganistán no es de nuestro interés nacional. Retirarse es la decisión correcta”, insistió ayer el presidente Biden, que asumirá los costos políticos y militares de esta decisión.
 
Ayer en el mundo, mientras la imagen de un afgano cayendo al vacío porque ya no pudo aferrarse al avión militar estadunidense en el que intentaba desesperado abandonar su país se volvía viral en las redes sociales y los medios, analistas y expertos empezaban a hablar del nuevo “fracaso militar” de la superpotencia que tras 20 años de costos financieros y, sobre todo humanos, no logró evitar que al final el país centroasiático, que mucho tiempo estuvo bajo el protectorado de Rusia y China por sus codiciadas reservas de gas, cobre y otros minerales, terminará bajo el régimen extremista islámico del Talibán que ya retomó el control político y militar de Kabul y de las principales ciudades.
 
Un general del Ejército mexicano me comentaba ayer que “estamos ante el nuevo Vietnam” y comparaba este retiro nada honroso de las tropas estadunidenses de Afganistán, con lo sucedido en 1973 en Vietnam del Sur, cuando el Ejército y la Marina de los Estados Unidos tuvieron que abandonar el territorio vietnamita, tras 10 años de una guerra inútil y fallida que nunca pudieron ganar al Vietcong y en la que murieron 57 mil jóvenes soldados estadunidenses, 500 mil civiles de aquel país y 200 mil soldados vietnamitas, dejando a Hanoi y al resto del territorio del sur sumido en el caos y la devastación.
 
Tal vez las circunstancias sean muy distintas y aquella retirada histórica, que todavía hoy se recuerda como el mayor fracaso del poderoso Ejército estadunidense en la era moderna, ocurría en el marco de la Guerra Fría y en la disputa con China y la Unión Soviética que apoyaban a Vietnam del Norte y al régimen comunista del Vietcong. Pero sin duda hay paralelismos y lecciones que se pueden extrapolar de aquel momento que marcó el triunfo del movimiento pacifista en los Estados Unidos que se oponía a una guerra que, igual que la de Afganistán, resultó totalmente fallida y enormemente costosa para la superpotencia. Habrá que ver cómo el retiro ordenado por Biden hoy impacta la geopolítica actual y la cada vez más fuerte carrera entre China y los Estados Unidos por la supremacía mundial.

NOTAS INDISCRETAS…

La muerte de 6 motociclistas ocurrida el domingo en la Autopista México-Cuernavaca, en un hecho ocurrido por el exceso de velocidad con el que manejaba un grupo de jóvenes que conducía esos automotores, es más que un accidente o una tragedia que afectó a miles de ciudadanos por el cierre de casi cinco horas de la vía carretera. Si se le analiza a detalle sin duda se trata de un hecho de imprudencia de los jóvenes que conducían muy por encima de los límites de velocidad autorizados en esa carretera y, según un testimonio de uno de los sobrevivientes iban “jugando carreras y hasta a 250 kilómetros por hora”. El tráfico detenido por otro accidente ocurrido ese mismo día ocasionó que los motociclistas, que se encontraron con los vehículos detenidos saliendo de una curva, no tuvieran ninguna posibilidad de detenerse y terminaran derrapándose e impactándose contra trailers y autos provocando la muerte instantánea de 6 de ellos, algunos que incluso quedaron desmembrados. Y hasta ahí el tema tiene que ver con la imprudencia y la irresponsabilidad, pero también con la violación de las leyes y los límites de velocidad establecidos. Y en ese sentido el tema cobra otra dimensión: ¿por qué no hubo ninguna autoridad, ninguna patrulla de la Guardia Nacional, que ahora realiza las labores de policía de caminos, tras la desaparición de la Policía Federal, que detuviera a los motociclistas por exceso de velocidad? Y ¿por qué tampoco ninguna autoridad de CAPUFE se molestó en mandar a personal de auxilio para poner señales y advertencias de que había un accidente que estaba deteniendo el tráfico en el kilómetro 46 de una autopista que es de cuota que hoy cobra 97 pesos de peaje a cada automóvil y 190 por camión dependiendo de los ejes que ruede? Esas dos acciones de las autoridades que están a cargo de una autopista federal pudieron ser suficientes para evitar la tragedia, pero ni CAPUFE, que depende de la SCT, ni la Guardia Nacional, que depende, todavía, de la Secretaría de Seguridad y Protección Ciudadana aparecieron nunca para hacer su trabajo y su obligación legal. La ausencia de autoridad es el problema que finalmente aparece también en este trágico accidente, como lamentablemente aparece también en la violencia, la inseguridad y la impunidad que está matando a miles de mexicanos, que están inermes e indefensos mientras sus autoridades son omisas, irresponsables e indolentes… Este martes se activarán Alertas de Violencia de Género (AVG) en tres estados de la República en donde se dispararon los delitos de feminicidio, violación y otras formas de violencia contra las mujeres. Tlaxcala, Sonora y Chihuahua activarán este mecanismo con el que se reconoce una situación crítica y las autoridades estatales y federales se comprometen a poner en marcha acciones urgentes y verificables para disminuir los niveles de violencia contra las mujeres. La negociación para que los gobernadores salientes de esos tres estados, Javier Corral, Marco Antonio Mena y Claudia Pavlovich, aceptarán emitir la declaratoria en acuerdo con los tres mandatarios que entrarán a gobernar en unas semanas más como son Maru Campos, Lorena Cuéllar y Alfonso Durazo, la hizo posible la secretaría de Gobernación, Olga Sánchez Cordero, quien operó y negoció con los políticos de los distintos partidos para activar los mecanismos de intervención claros y contundentes, para frenar la violencia machista. El caso de Chihuahua es un espacio simbólico, por todo lo que representan las muertas de Juárez en la visibilización inicial del fenómeno de la violencia de género, además, desde 2015 la activación de la AVG era una demanda constante que se mantuvo en el limbo; Tlaxcala también es una zona representativa, por los casos de trata de mujeres que los medios de comunicación han desnudado; y en Sonora prefieren tomar medidas desde ahora, antes de que la tasa de feminicidios se convierta en un tema incontrolable… Los dados mandan Escalera doble. Mejora la semana.

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