Opinión

La fábula perfecta

Sabina Berman

Saber fabular es obligatorio para todo periodismo que quiere influir a su sociedad

La fábula perfecta es un fractal de la realidad. Una esquina de la realidad en la que aparece cada uno de los elementos del Todo.

La cáscara de nuez donde cabe el cerebro rugoso de la especie –o más modestamente, de un grupo humano.

La ostra que guarda la perla de una Verdad universal.

Así empecé el discurso que leí en la entrega de la Presea John Reed de Periodismo, que me fue otorgada a la par de a Luis Hernández Navarro. Un premio que otorga cada año el Proyecto Revueltas, formado por maestros, y cuyo lujo, a mí modesto parecer, es la lista de sus galardonados previos.

Todos periodistas célebres. Entre ellos, varios periodistas claves en mi vida.

Luis Hernández Navarro, el otro recipiente de la Presea este año. Julio Scherer García, mi primer jefe. Rafael Rodríguez Castañeda, mi segundo jefe. Carmen Aristegui, el Fisgón, Monsi y Julio Astillero, coetáneos a los que admiro.

Transcribo acá solo la parte de mi discurso de agradecimiento en que me referí a la fábula, forma literaria que ejerzo a menudo en esta columna.

Déjenme alardear qué tan importantes son las fábulas, dije. Las fábulas han movido al mundo.

“Si matamos a todos los judíos, la raza superior que son los arios inaugurará un milenio de alegría”. Por esa fábula murieron 15 millones de personas en la II Guerra Mundial y la Humanidad casi entra a un milenio brutal.

“Es por el egoísmo del cervecero, el carnicero y el panadero, no por su benevolencia, que la Economía se mueve y llega cada noche la cena a las mesas de los hombres”. La fábula es de Adam Smith y ha regido el pensamiento económico los últimos 3 siglos, y apenas ahora está siendo contestada y tal vez llegue a ser suplida por una fábula más verdadera y más generosa.

A decir, esta fábula: “Es por la generosidad de la Naturaleza, y a través de las madres y las cocineras, que la economía hace llegar la cena a la mesa de todas, todos y todes”.

Esta es la fábula que acuñó Charles Darwin y que a la par de la de Smith ha guiado el pensamiento humano los últimos siglos. “La vida es una lucha feroz, en la que triunfa el más apto y perece el menos apto”.

Igual que la de Smith, es una fábula que hoy empieza a ser suplida por otra que acumula más conocimiento de la Biología. “En la Naturaleza, la escasez provoca competencia. La abundancia, cooperación. Y viceversa: la competencia lleva a la escasez, la cooperación a la abundancia”.

No, no son mentiras las mejores fábulas. No son emanaciones de la fantasía. Ni son ilustraciones de lo que queremos que sea.

Las buenas fábulas son simplificaciones de la realidad y están llenas de verdad –y algunas además de promesa. Brújulas morales de bolsillo: las lees en 5 minutos y te orientan durante una vida.

Otra fábula, para mí la que guarda el mejor porvenir de la especie:

“Hemos aprendido todo acerca de las margaritas silvestres. Cómo, en un solo amanecer, emergen de sus semillas perennes y resucitadas, tapizan un valle. Es tiempo de vivir como ellas: resucitando cada amanecer”.

Sí, las fábulas mueven al mundo. Por lo pronto, moverán a México.

La Izquierda nos ha contado que Primero son los Pobres, por el Bien de Todos; la Derecha encontró una fábula para aterrarnos: El Narco nos rodea y nos va a matar a todos.

¿Qué fábula ganará la mayoría de los corazones?

La moneda gira en el aire…

Así de importantes son las fábulas: compiten en elecciones; nos llevan al Norte o al Sur; mueven a millones. Cambian la historia de países y cambian la Historia de la especie.

Por eso, saber fabular es obligatorio para todo periodismo que quiere influir a su sociedad.

Y reconocer la fábula dentro de la que uno vive es obligatorio para cada persona que aspira a ser libre.

Porque si no puedes reconocer la fábula en que vives, es probable que seas un animalito que la fábula conduce al matadero.

Gracias por la valiosa Presea John Reed. Viva el periodismo consciente.

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