Opinión

Las olimpiadas del homicidio

Alejandro Hope

En violencia no hay medallas que repartir, dejen de buscar

Hace unos días, corrió la versión por redes sociales y columnas de opinión de que el número acumulado de homicidios en la actual administración acababa de superar al total sexenal del gobierno de Felipe Calderón
Como se explicó en esta columna la semana pasada, esa afirmación no es aun enteramente válida porque todavía no es posible realizar la comparación del número de víctimas en ambos sexenios usando la misma fuente. 

Pero el gobierno federal no se detuvo en esas exquisiteces metodológicas y trató de cambiar la conversación del número absoluto a la tasa de crecimiento de los homicidios en cada sexenio. 

 El vocero presidencial, Jesús Ramírez, publicó un tuit con el siguiente mensaje: “En el gobierno de Felipe Calderón (2006-2012) los homicidios dolosos aumentaron 140% (10,462 a 25,967). Con Peña Nieto (2012 a 2018) subieron 41% (25,967 a 36,685). Y con @lopezobrador_ han disminuido 7.8% (36,685 a 33,316). Esta administración ya revirtió la tendencia. Son hechos.” 

Ese tuit tiene todo género de problemas. De arranque, tiene un error de cálculo: si los homicidios bajaron de 36,685 a 33,316 en el actual sexenio, la caída sería de 9.1%, no de 7.8%. 

Por otra parte, replica la equivocación de los críticos del gobierno al comparar datos de fuentes distintas. Las cifras de 1990 a 2020 provienen del Inegi, pero la de 2021 está sacada de la serie del Secretariado Ejecutivo del Sistema Nacional de Seguridad Pública (SESNSP). Y el total nacional de víctimas de homicidio doloso del SESNSP se ubica tradicionalmente entre 7 y 10% debajo del dato de Inegi. Lo sabremos en unas tres semanas más, cuando Inegi dé a conocer sus datos preliminares de 2021, pero con casi total probabilidad la caída presumida en el tuit va a desaparecer. 

Por último, la comparación válida tendría que ser entre periodos similares. Es decir, la tasa de crecimiento de 2018 a 2021 tendría que contrastarse con la registrada entre 2012 y 2015, así como con la obtenida entre 2006 y 2009. Pero sí se hace eso, el ejercicio ya no parece tan favorable: el dato (equivocado) de lo sucedido en este sexenio sigue luciendo bien contra lo ocurrido en la primera parte del sexenio de Calderón (+89% entre 2006 y 2009), pero bastante mal contra lo registrado en la fase inicial del sexenio de Peña Nieto (-20% entre 2012 y 2015). 

A final de cuentas, dos hechos van a ser igualmente ciertos cuando cierre este gobierno: 1) el número absoluto de homicidios registrado en este sexenio va a ser considerablemente mayor al de cualquier sexenio previo, y 2) la gráfica de los homicidios va a ser significativamente más plana (si no es que ligeramente descendente) en este sexenio que en cualquiera de los dos anteriores. 

¿Qué dicen esos hechos sobre la política de seguridad de esta administración, comparada con la de Calderón o Peña Nieto? Menos de lo que el griterío de redes sociales supone. Para hacer un contraste válido, habría que incorporar datos de contexto. En estos 16 años, ha habido cambios notables en los contornos de los mercados ilícitos, en el entorno tecnológico de la ilegalidad, en el sistema de justicia, en la relación con Estados Unidos. Querer hacer tablas de clasificación a partir de una sola variable es groseramente reduccionista. 

Además, si uno pasa de lo nacional a la local, se topa uno con una extraordinaria heterogeneidad en cada uno de estos tres sexenios. Muchos fracasos, pero también muchas historias de éxito. 

Transformar esas historias en aprendizajes para luego convertirlos en política pública es una tarea mucho más fructífera que seguir con estos inútiles campeonatos de la sangre. Aquí no hay medallas que repartir: dejen de buscarlas. 

 

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Twitter: @ahope71

 

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