López Obrador solía poner a Ricardo Salinas Pliego como ejemplo de un empresario que “tiene dinero, pero también tiene dimensión social”. Eran muy amigos. Ambos hablaban elogiosamente el uno del otro y la línea editorial de TV Azteca no incomodaba al régimen.
De Ricardo Salinas surgió la idea de conformar un Consejo Asesor Empresarial y AMLO le encomendó organizarlo. Antes de que existiera el Banco del Bienestar, Banco Azteca era el Banco del Bienestar: se encargaba del jugoso negocio de diseminar los cientos de miles de millones de pesos de los programas sociales. Grupo Salinas fue proveedor gubernamental de seguros, construcciones, telecomunicaciones y proyectos de energía. Y cuando menos dos posiciones estratégicas en el gabinete estaban ocupadas por personajes de su círculo cercano: Esteban Moctezuma dejó Fundación Azteca para volverse embajador en Estados Unidos y al frente de Banobras fue nombrado Jorge Mendoza Sánchez, hijo del operador político de Ricardo Salinas.
Los primeros cuatro años del sexenio pasado, fue una luna de miel entre López Obrador y Salinas Pliego. Eso cambió en el año cinco conforme la bola de nieve de una disputa por dinero se volvió incontrolable para las dos partes. Y ahí empezó a fraguarse la ruptura:
Conforme el régimen obtenía más control del Poder Judicial y presionaba con sentencias a Salinas Pliego, éste alimentaba a su personaje digital —El Tío Richie— para en efecto espejo, ir subiendo por goteo el tono de sus críticas hacia el régimen: primero contra sus colaboradores más radicales, luego contra el partido y el gobierno, luego contra el presidente y ahora contra la presidenta.
Hasta que rompieron.
Por eso digo que Salinas Pliego es la primera gran escisión del régimen, la primera gran fractura. Lo que amagó con hacer Marcelo Ebrard en 2024 (y al final se arregló), lo está haciendo El Tío Richie porque tiene mucho más dinero y tiene muchos más reflectores.
La falta de figuras en la oposición partidista ha creado el caldo de cultivo para que destaque un personaje como el controversial empresario. Está por verse si atrae en la base de la pirámide social, donde Morena tiene su reserva de votos. Buena parte de ese público es alcanzable a través de su televisora, pero no sé si esté receptivo a un mensaje con tales características. Lo cierto es que la conversación entre gente ya inconforme con el régimen, pero huérfana de un liderazgo, es sobre Salinas Pliego, no sobre los partidos. La tracción que ha generado en ese sector es más relevante que la que traen PAN, PRIo MC.
Sin ir más lejos, este fin de semana, con el pretexto de su cumpleaños 70, organizó un mitin político que cumplió con todos los requisitos: el aspirante entrando a ras de tierra saludando a la gente, miles coreándole ¡pre-si-den-te!, una parodia teatral soez —botargas de ratas con uniforme de Morena— para prender a la audiencia, sus colaboradores apuntalando con discursos duros y él pronunciando el mensaje político estelar.
Llama la atención que, hasta ahora, Salinas Pliego sigue hablando de negociar. Lo repite en cada discurso y en cada entrevista: negociar su deuda fiscal con el gobierno, que es el detonante de su transformación en figura contestataria.
¿Si no existiera esa disputa fiscal, tendríamos en Salinas Pliego al feroz crítico de hoy? ¿Qué pasará con este vibrante opositor si finalmente llega el anhelado arreglo? ¿Seguiremos viendo al mordaz Tío Richie pelear contra el régimen autoritario o se irá apagando con la misma sutileza con la que se fue prendiendo?
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