Nuevamente la semana empieza con la atención de buena parte del mundo puesta en las decisiones que tome el presidente de Estados Unidos Donald Trump. Y es que ha dicho que no contempla extender la pausa de 90 días que dio para la entrada en vigor de impuestos sobre la mayoría de las naciones. Este 9 de julio vence el plazo para negociar con su gobierno, Por lo pronto, ya anticipó que enviará cartas de “felicitación” a los diferentes países. En ellas les notificará el porcentaje del arancel establecido, que en algunos casos podría ser de hasta 70 por ciento.
Trump, como empresario, ha dedicado buena parte de su vida a negociar. De hecho, presume ser un negociador muy sobresaliente. Su estrategia es muy agresiva. Suele iniciar con exigencias inmensas, amenazas y peticiones que parecen hasta irracionales. La idea es sorprender a la contraparte, apabullarla e inhibirla. Luego cede un poco hasta lograr un acuerdo con un socio disminuido. Así, busca conseguir un resultado mucho más favorable de lo que hubiera sido razonable esperar en un inicio.
En esa estrategia no cabe la diplomacia ni importan los tratados internacionales. Guardar las formas como mandatario no es necesario. A sus seguidores les gusta el cinismo con el que se conduce.
El viernes pasado el secretario del Tesoro, Scott Bessent, anticipó que algunos acuerdos tendrán que esperar hasta el 1 de septiembre. Por otra parte, el secretario de Comercio, Howard Lutnick, mencionó un día antes la intención de alcanzar acuerdos con diez socios comerciales importantes. Pero luego Trump, fiel a su estrategia, sembró la confusión al declarar que “podía acortar o alargar el plazo” en algunos casos.
Para la Unión Europea está la amenaza de imponer un arancel de 17 por ciento a los productos agrícolas. Con algunos países, como Argentina, está analizando establecer cuotas diferenciadas. A Canadá le ha tocado mano dura a pesar de ser uno de sus principales socios comerciales.
Para México, lo que está en la mesa es la amenaza de imponer un 25 por ciento de aranceles a las importaciones. El argumento para este caso no es comercial. Lo justifica señalando la crisis de seguridad, el tráfico de fentanilo y la migración ilegal. Si bien este impuesto sería doloroso para los dos países, para el nuestro sería demoledor porque el 80 por ciento de las exportaciones son hacia la Unión Americana.
Llama la atención que a México, gobernado por una mujer, le pega de una manera distinta. No es el propio Trump quien ataca a la presidenta Sheinbaum. Curiosamente, han sido dos integrantes del gabinete del republicano quienes han lanzado las declaraciones más hostiles: Pam Bondi, Fiscal General y Kristi Noem, secretaria de Seguridad.
La primera aseguró que México ingresó a la lista de países adversarios de la Unión Americana; la segunda acusó a la presidenta Sheinbaum de haber incitado a la violencia en las protestas de migrantes en contra de las redadas. Todo indica que prefiere que sean mujeres las que confronten a una mujer, así nadie lo llamará misógino ni lo acusará de violencia de género. Pero como sea ataca.
Sabemos ya cómo resultó su estrategia de negociar con quién está sometido cuando era solamente un empresario. No sabemos aún cómo resultará el llevarla al ámbito de las relaciones internacionales. Por lo pronto, la incertidumbre que ha provocado ha afectado a todos, incluidos los suyos.
@PaolaRojas