Opinión

¿Puedo cantar, señor capo?

Paola Rojas

El asunto no se puede tomar a la ligera donde han sido asesinados cantantes de narcocorridos

La semana pasada aparecieron mantas en varios puntos de Tijuana. “Esto va para ti, Peso Pluma, abstente de presentarte el día 14 de octubre porque será tu última presentación, esto por irrespetuoso y lengua suelta. Te presentas y te vamos a partir toda tu…”

El asunto no se puede tomar a la ligera en un país en el que han sido asesinados decenas de cantantes de narcocorridos. Las letras que exaltan a un criminal suelen enfurecer a su rival. Eso es suficiente para que el siguiente paso sea matar al autor.

Si bien no es la primera vez que un cantante de regional mexicano recibe amenazas, en este caso se trata de alguien con un nivel de notoriedad inmenso. Peso Pluma ha alcanzado el primer lugar mundial en Spotify y tenía programadas presentaciones no solamente en México. Muchos de sus conciertos en Estados Unidos han sido pospuestos. Las autoridades de ese país están ante algo inédito y no saben aún cómo manejarlo.

En el caso de Tijuana, la alcaldesa Montserrat Caballero se limitó a decir que considerarían en los próximos días si continúan con el concierto o no, “por seguridad del cantante, pero sobre todo, de los tijuanenses”. Por su parte, el fiscal regional Edgar Mendoza dijo que están investigando e informó sobre la detención de una persona vinculada a estos hechos, acusada de terrorismo y portación de drogas.

Los corridos son una tradición que en México se remonta al siglo XIX. En un contexto de altos niveles de analfabetismo, las canciones eran una forma de llevar información de una región a otra. A partir de la prohibición del alcohol en los Estados Unidos en 1920, surgieron los corridos asociados a traficantes. Desde entonces, una de las aspiraciones centrales de quienes van ascendiendo en el mundo criminal es tener su propio corrido. El objetivo es exaltar su personalidad, hacerse famoso, ser admirado y hasta ser temido.

Muchos de los corridos que actualmente han alcanzado éxito mundial, son hechos por jóvenes que viven una muy compleja realidad binacional. Las referencias culturales de su contexto no coinciden con las de sus padres. En Estados Unidos los discriminan por ser hispanos y en México los rechazan por “pochos”. Solo ven dos caminos: ser pobre o ser narcotraficante. Si eligen lo segundo, no solamente obtienen dinero; es también la vía para acceder al respeto. Son discriminados en ambos lados de la frontera, pero si llevan un arma nadie se atreve a humillarlos.

La “narcomoda” ha permeado y hoy parece estar en todas partes. El ídolo es parecido en las series y en las canciones: ostentoso, millonario, impune y muy poderoso. Una vida sin límites que hace fantasear a los jóvenes. Lamentablemente los atajos de ese mundo no sólo los acercan al dinero fácil, también llevan a muchos a una muerte temprana. Hoy, las amenazas contra Hassan Emilio Kabande Laija, conocido como Peso Pluma, nos recuerdan que el mundo criminal no es solo una referencia cultural ni mucho menos es un juego.

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