Opinión

Recuento

Arnoldo Kraus

Las farmacéuticas ganan más dinero que el PIB de algunos países pobres

Todos los finales invitan. Los finales son invenciones humanas, ancestrales y necesarias. Probablemente existen desde la aparición del hombre. No se requieren estudios eruditos, aunque, por supuesto, aportan mucho para comprender: las palabras principio y fin forman parte de la condición humana. Hacer balances, a partir de las primeras pisadas de los seres humanos sobre la Tierra, es condición innata de nuestra especie: nacer, morir, recibir la adolescencia, desposarse y alcanzar la vejez son actitudes propias del ser humano; sucesos externos, día, noche, tormentas, inundaciones, incendios forestales, la necesidad de moverse por falta de alimento o por la presencia de alguna enfermedad incluyen, asimismo, las palabras principio y fin.

La condición humana y sus conductas son una fábrica de acciones interminable. En la mayoría las palabras principio y fin son vigentes. Dentro de nuestra enciclopedia de curiosidades el término de un año anticipa el inicio de uno nuevo. Cada año, desde tiempos inmemoriales, se despide el viejo cuyo cierre anticipa la llegada de uno nuevo, plagado in útero de deudas y pendientes. Con el 31 se diciembre no todo acaba. Con el uno de enero no todo inicia. Celebrar y apostar son parte de nuestra naturaleza. Así la vida, así los seres humanos.

Recién se arrancó la última hoja del almanaque de 2021. La primera de 2022 apenas se estrenó. Entre la página inicial y la última el ser humano apuesta: le apuesta a sí mismo, a sus congéneres, a la sociedad, a su país. Se planea, se desea, se trabaja. Entre el uno de enero y el 31 de diciembre transcurren 365 días. Repasar el pasado y pensar en el futuro forma parte de ese recuento y del año que recién empieza. Pendientes y esperanzas, deudas y necesidades conforman parte del recuento. Hablar del presente/pasado cercano es necesario y saludable.

El adiós al triste año 2021 es un año sin adiós. Ni la geografía humana ni el esqueleto terráqueo ofrecen motivos de alegría. Listar sucesos positivos es casi imposible. Es cierto, en 2021, se fueron, Trump y Netanyahu, se fueron pero imposible cantar victoria: ¿regresarán?; se crearon diversas vacunas contra el SARS-Cov-2 y se empezaron a aplicar a la población con dos grandes bemoles insoslayables. Primero. La distribución ha privilegiado a los países ricos; las naciones africanas e inmensos segmentos de los habitantes de Latinoamérica no han recibido la vacuna. Segundo. El admirable esfuerzo e inteligencia de los científicos creadores de las vacunas es el gran legado del año recién finalizado. Sin embargo, la desigualdad en la distribución de la vacuna y la falta de compromiso humano y social de las farmacéuticas Pfizer/BioNTech, Moderna, AstraZeneca y Johnson&Johnson es execrable. Hasta septiembre de 2021 dichas compañías habían ganado, entre todas, 45,158 millones de euros, cifra superior a los 19,960 millones acumulados en 2020. No compartir con naciones pobres las patentes es incomprensible; dada la rápida expansión del virus y el peligro de nuevas mutaciones las farmacéuticas deberían recodificar sus códigos éticos y apartarse del darwinismo social que ahora ejercen. Las farmacéuticas ganan más dinero que el PIB de algunos países pobres. Y cuando se piensa en sus ganancias se piensa en la industria militar y en el narcotráfico.

Hacer recuentos es saludable. 2021 será recordado como el año del imperio covid, de las fracturas éticas en relación a la salud de la población mundial y del nuevo darwinismo social.
 

Médico.
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