Salió peor la medicina que la enfermedad
Esta semana inició con la noticia de la renuncia de Ricardo Mejía Berdeja a la titularidad de la Subsecretaría de Seguridad y Protección Ciudadana, y el nombramiento del general Luis Rodríguez Bucio, hasta ese momento comandante de la Guardia Nacional, en su lugar. El anuncio se realizó en la conferencia matutina del presidente, como es costumbre en este gobierno. Si bien ante el escenario político actual, el hecho no sorprende a nadie, sí forma parte de un entramado de decisiones que afianzan la militarización del país.
Días antes de los cambios en el gabinete, se anunció el despliegue de 6 mil elementos de la Guardia Nacional en el metro de la Ciudad de México, por actividad “fuera de lo normal”, en un claro movimiento paranoico y legitimador a favor de la jefa de gobierno de la Ciudad de México, de cara a sus aspiraciones a la presidencia en 2024. Sin embargo, a pesar de que el uso de militares/Guardia Nacional se ha convertido en el sello característico de esta administración, en esta ocasión llegaron al absurdo con tal presencia de guardias militares (porque debemos recordar que la Guardia Nacional se compone en un 80% por miembros de la Secretaría de la Defensa Nacional1) en una ciudad que cuenta con la mayor cantidad de policías en el país. No solo eso, sino que buscan que su presencia atienda problemas que tienen que ver con cuestiones técnicas y no de seguridad. Mientras, en estados como Zacatecas, donde la violencia ha desplazado a comunidades enteras, hay solo 1,600 elementos; o Sonora, donde se ubican 4 de los 50 municipios prioritarios por índices de violencia, hay 2,699.
Ambos casos son una muestra más de que en México la militarización avanza con prisa y sin pausa, bajo el discurso de que los militares son más confiables y eficientes para realizar las tareas que, en regímenes democráticos, corresponden a los civiles. Con la renuncia de Mejía Berdeja, el presidente se mostró contrariado e incuso señaló que no le dijo adiós y nombró a Rodríguez Bucio ¿será ese su principal argumento para desconfiar de los civiles?, ¿que no puede confiar en su obediencia plena? ¿por ello insiste en llenar los espacios y vacíos de militares?
Es cierto que en México hay larga data sobre los problemas de corrupción, que nos ha costado vidas. Este gobierno llegó con la bandera de erradicar esas prácticas, y sobra decir que no sucedió y que, al contrario, padecemos algo peor, con consecuencias fatales, como el derrumbe de un tramo elevado de la línea 12 del metro o el accidente ocurrido a inicios de año que motivó el despliegue de la Guardia Nacional.
Desafortunadamente, la medicina nos ha salido peor que la enfermedad que supuestamente iba a curar este gobierno, ya que los militares no han mostrado mayor competencia para arreglar los problemas que se les han encomendado. No se han pacificado las zonas incendiadas ni se percibe un control de la violencia. La gran cantidad de accidentes automovilísticos en los que se ha involucrado la Guardia Nacional, por falta
de pericia son evidencia de que se ha privilegiado engordar las filas de la guardia que contar con elementos preparados.
Y no es que no tengan capacidad per se, sino que sus funciones corresponden a otro ámbito. Somos testigos del mal uso político de una institución para suplir a las demás, en donde la solución de los problemas es secundaria, relegada por la acumulación de poder. La militarización avanza frente a nuestros ojos, arraiga su presencia en el gobierno con cada nuevo nombramiento, con cada nueva función y con cada nuevo presupuesto, gestando una nueva enfermedad de la que será muy difícil curarse.
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