Opinión

Un gobierno que compra refinerías, pero tira a la aviación

Salvador García Soto

Capricho presidencial que decide invertir en una refinería cuando el país está en crisis

A pesar de ser cliente frecuente de las aerolíneas mexicanas, por las que viaja en vuelos comerciales desde que estaba en campaña y ahora en sus giras de cada semana como presidente, Andrés Manuel López Obrador y su gobierno fueron ayer reprobados en su función de garantizar y supervisar la seguridad aérea en el país. El resultado de la auditoría de la Asociación Federal de Aviación de Estados Unidos (AFA) dictaminó que la administración mexicana, en concreto la SCT y su Dirección General de Aeronáutica Civil, no garantizan las medidas de seguridad necesarias para el funcionamiento de la aviación civil en México, por lo que degradó el nivel del país a la categoría dos en seguridad en la aviación.

La grave decisión de la AFA, que ya se anticipaba desde la semana pasada, no califica necesariamente a las aerolíneas mexicanas y sus niveles de seguridad, que responden a estándares internacionales, pero sí evalúa la incapacidad e ineficiencia de las autoridades gubernamentales responsables de regular y supervisar la aeronáutica; aun así, el solo anuncio del organismo estadounidense provocó una fuerte y repentina caída de hasta 5% en las acciones de los principales grupos aeroportuarios y de las aerolíneas mexicanas y tiró también a la Bolsa de Valores hasta los 49 mil puntos.

Y mientras las empresas privadas recibían el golpe, ni el secretario de Comunicaciones, Jorge Arganis, ni su subsecretario de Transportes, Carlos Alfonso Morán, o el director de la Agencia Federal de Aviación Civil, el militar Carlos Antonio Rodríguez Munguía, reaccionaron, lo cual hicieron después de 6 horas para fijar una posición y se limitaron a un comunicado donde culparon de esta degradación a que “la revisión fue aplicada en octubre (2020) cuando la AFAC operaba apenas con una cuarta parte de su personal y en medio del importante rebrote de la pandemia”. No obstante que dicen haber atendido todas las recomendaciones de la AFA estadounidense, reconocen que habrá afectaciones a las aerolíneas que no podrán abrir nuevas rutas a Estados Unidos ni compartirán códigos con las aerolíneas de ese país, y se comprometen a que “México recuperará a corto plazo la categoría 1”, que ayer perdió.

El problema es que, a pesar de las justificaciones y pretextos de la SCT y la AFAC y de su optimismo para una pronta recuperación de la calificación perdida, la degradación de la aviación mexicana ya empezó a tener costos económicos que pagarán las compañías aeroportuarias y de aviación, tanto en lo inmediato, como su caída de ayer en bolsa, como a mediano plazo porque no podrán avanzar ni ampliar en sus operaciones en una industria de aviación como la de Estados Unidos, que hoy está en plena recuperación tras la caída de la pandemia.

La paradoja es que apenas un día antes de esta caída para la aviación mexicana, el gobierno de López Obrador anunciaba, con bombo y platillo, su decisión de comprar la totalidad de las acciones de la refinería de petróleo Deer Park ubicada en Texas, y de la que Pemex ya era socio al 50% desde la época de Carlos Salinas de Gortari. El anuncio de la intención de compra de la petrolera mexicana para quedarse con la parte de la estadounidense Shell y hacerse de la propiedad total de la refinería ubicada en Houston, fue incluso celebrada como un “gran logro de la política energética” de esta administración, tanto por funcionarios públicos como por los propagandistas del régimen.

Poco se dijo de las pérdidas por más de 6 mil millones de dólares que reportó en 2019 y 2020 la refinería Deer Park por reparaciones mayores o de que su costo de 596 millones de dólares, que será pagado por un Pemex prácticamente en quiebra y con finanzas comprometidas, representa apenas 10% de lo que el gobierno federal hoy está destinando para construir la Refinería de Dos Bocas en Tabasco, a pesar de que la cantidad de petróleo que refinarán ambas instalaciones es casi la misma.

Pero al final ningún dato o consideración técnica importa, porque la decisión de salir a comprar una refinería no obedece a ninguna lógica práctica o de necesidades reales del país, sino a un mero capricho presidencial que decide invertir esos 596 millones de dólares en una refinería, cuando el país está en una crisis económica de la que aún no se recupera, cuando el presupuesto público es escaso y hay necesidades que parecen mucho más urgentes, como la compra de medicamentos para paliar el desabasto en el sistema de salud, la falta de mantenimiento en sistemas de transporte masivo como el Metro de la CDMX o la inversión millonaria que necesitan los estados para adaptar la educación y las escuelas para el regreso presencial, por citar solo tres temas que claramente son más urgentes y apremiantes que poseer una nueva refinería.

Al final estos dos hechos que involucran directamente al gobierno federal con sus acciones y decisiones, retratan muy bien las prioridades y el estilo de gobernar de Andrés Manuel López Obrador: mientras está obsesionado con una política energética estatista y por devolver a Pemex y la CFE un papel monopólico y un peso que hoy ya no tienen como empresas, el Presidente descuida áreas estratégicas como la industria de la aviación y las comunicaciones, con un secretario como el ingeniero Arganis que, además de su avanzada edad, sufrió secuelas por Covid, y funcionarios de la SCT que no están haciendo bien su trabajo y que son reprobados y cuya ineptitud y mal desempeño está afectando a una industria que genera el 2.9% del PIB nacional (38 mmdd) y de la que dependen 1 millón de empleos para los mexicanos. ¿Dónde está el valor de gastar en una nueva refinería mientras se tira y se golpea por la ineptitud gubernamental a las empresas de aeropuertos y de aviación en el país?

NOTAS INDISCRETAS…

En el anuncio anticipado de una “Alianza Legislativa” para la próxima Cámara de Diputados, los dirigentes del PAN, PRI y PRD lucían no sólo optimistas sino hasta un poco confiados. Quién sabe qué les estarán diciendo los números de sus encuestas internas a Marko Cortés, Alejandro Moreno y Jesús Zambrano, que ya adelantan la creación de un bloque opositor en San Lázaro que daría continuidad a su coalición electoral y que buscaría ser un contrapeso para enfrentar y frenar algunas iniciativas y presupuestos del presidente López Obrador y de Morena y sus aliados. Entre los dirigentes opositores se comenta que, en los tracking polls que traen en los estados, las posibilidades de triunfo para los candidatos de la Alianza Va por México han aumentado en las gubernaturas y hoy creen que podrían ganar y dar la sorpresa hasta en 10 de los 15 estados, mientras que cuando se habla de la Cámara de Diputados son un poco más conservadores y aunque afirman que juntos pueden llegar casi a igualar a Morena y que el partido lopezobradorista hoy está abajo de 40% por lo que difícilmente alcanzaría la mayoría absoluta de 250 más 1, ahí los aliancistas se van con más tiento, aunque no descartan que un fenómeno de voto masivo y de castigo para el actual gobierno les incremente su presencia y triunfos en los distritos electorales, de los que tienen que ganar al menos 100, si quieren deshacer la mayoría y el dominio morenista en la próxima legislatura. En fin, que de cualquier modo, el que la oposición se mantenga unida a la hora de votar en la próxima Cámara de Diputados, ya es algo que preocupa en serio en Palacio Nacional, en donde ayer el Presidente llamó “guerra sucia” a una alianza electoral y próximamente legislativa de sus opositores que se ha hecho a la vista de todos los mexicanos… Los dados mandan Serpiente. Descendemos.  

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