Según la tradición, detalla el especialista del pan, el nioxtila chojta debe colgarse en los altares a los difuntos, que en la región mazateca se distinguen por tener dos arcos de flores, uno al frente y otro detrás.
“Cuando se pone la ofrenda los panes se cuelgan en los altares (…) se deben colocar en el primer arco, que simboliza la entrada o bienvenida para los muertitos”, dice.
El pan realizado por Juan tiene historia. Al igual que sus hermanos, aprendió su elaboración gracias a su padre, quien tiene 25 años de experiencia en la panadería. Pero eso no es todo, señala, pues su familia también ha sido testigo de cómo los ingredientes se han ido modificando con el paso de los años, sin perder su esencia.
“Las primeras personas que realizaron este pan se enfrentaban a que no había tanto acceso (terrestre) hasta acá, entonces lo único que encontraban era anís, ajonjolí, manteca de cerdo y piloncillo; la harina la conseguían yendo a Teotitlán caminando (…) Con los años fueron cambiando los materiales, pasaron a la manteca vegetal y al azúcar refinada, nosotros ya le añadimos el colorante y el saborizante para que fuera más elaborado”, relata.
De acuerdo con Juan Zúñiga, las ventas de este pan, realizado en horno de piedra, han aumentado considerablemente al paso de los días, sobre todo por los visitantes –muchos de ellos migrantes– que la región recibe por las festividades del S’ui K’ien, que inician el 27 de octubre y finalizan el 2 de noviembre.
“Por el Covid no está llegando el mismo número de personas que regularmente vienen cada año, sin embargo sí se está notando como se alzan las ventas, se nota que sí se está festejando la tradición (…) vienen de la Ciudad de México, de Tehuacán y de la Ciudad de Oaxaca”, menciona.
En cuestión de números, Juan, quien también ha laborado como profesor, explica que con 6 litros de masa obtiene una producción de 300 panes de muerto, que son comerciados en bolsas de 5 piezas por 10 pesos.
Según la tradición mazateca, las ánimas de los difuntos comienzan a llegar a los hogares de los suyos el 27 de octubre, emergen desde el “ombligo de la tierra” para bailar y convivir con los suyos. Así, si la vida brota del ombligo de la tierra, el tributo a ella se cuece en un horno de piedra.