Oaxaca baila para olvidar los sismos
Jorge Jiménez y su grupo de baile no se quedaron de brazos cruzados y ayudaron en las tareas de rescate del sismo del 7 de septiembre que devastó Juchitán
Jorge Jiménez y su grupo de baile no se quedaron de brazos cruzados y ayudaron en las tareas de rescate del sismo del 7 de septiembre que devastó Juchitán, en el estado de Oaxaca.
Fue el sismo más poderoso que ha sacudido a México en un siglo y dejó un saldo de 96 muertos en la región, enterrando a familias enteras. La alcaldía se partió en dos y las calles quedaron cubiertas de escombros, sin agua ni electricidad.
"Ayudamos a buscar sobrevivientes y a distribuir alimentos", recuerda emocionado el director de este grupo amateur de danza tradicional. "Después de un tiempo, decidimos bailar porque la población necesitaba distraerse para superar el shock".
Las numerosas fiestas que marcan el ritmo habitual de la vida de la comunidad fueron canceladas.
"Todavía seguimos de luto", dice Jiménez.
El grupo, sin embargo, se trasladó a Oaxaca, la capital del estado, para participar de la Guelaguetza, la más grande fiesta tradicional mexicana.
"Estamos aquí para agradecer al país por su apoyo", agrega Jiménez, de 33 años, y para gritar "ante los ojos del mundo que ¡Juchitán vive y que viva Juchitán!".
Éxito de audiencia
La gran convocatoria de la Guelaguetza, que significa "ofrenda" en la lengua indígena zapoteca, tiene su origen en otro sismo que devastó la ciudad de Oaxaca en 1931. Después de aquella tragedia, se decidió crear una fiesta que reúna a las múltiples culturas locales "para rezar a la virgen y expresar su solidaridad", explica el portavoz del gobierno de Oaxaca, Alfonso Martínez Córdoba.
Más que un festival, la Guelaguetza es desde hace 86 años un evento imprescindible, testimonio de la riqueza de las culturas locales mexicanas. Se trata de "una representación de las profundas tradiciones culturales", destaca Martínez.
Cada año, una treintena de agrupaciones presentan en un desfile y una actuación, ante unos 12 mil espectadores, sus culturas tradicionales, bailando con coloridos vestuarios, a veces con una piña o un florero en la mano, otras enarbolando una máscara de demonio o azotando un látigo.
La ceremonia, transmitida por la televisión local, logra grandes audiencias mientras que la semana de la festividad atrae a más de 110 mil visitantes a Oaxaca.
Para la capital del segundo estado más pobre de México, el retorno económico es importante y se estima en más de 16 millones de dólares, según las autoridades locales.
Comité de selección
Participar en la Guelaguetza supone una consagración para las numerosas comunidades de esta región de cuatro millones de habitantes.
El comité de selección está compuesto por 10 antiguas bailarinas, con una edad promedio de 75 años, pero con ojo agudo y experto.
"Hemos recorrido 29 mil kilómetros el año pasado", presume Margarita Toledo, de 82 años, la presidenta del comité de selección, también llamado "comité de autenticidad". Las ancianas, garantes de la tradición, recorren apartados pueblos y seleccionan a las mejores agrupaciones.
"Nosotras evaluamos la calidad de la danza, la vestimenta, el peinado, la armonía entre las parejas de bailarines", explica a la AFP.
Es tanto lo que está en juego que las comunidades que son eliminadas van en ocasiones hasta la capital para protestar o se quejan a través de la prensa.
"Participar es un gran orgullo" para nosotros, afirma Nivardo, de 34 años y director de uno de los grupos de baile.
El estado de Oaxaca es "donde hay la mayor cantidad de comunidades indígenas y se cuentan 16 idiomas" nativos, destaca Martínez.
Un motivo sobre una prenda "simboliza las montañas que dominan el pueblo", un bordado sugiere el río que atraviesa un caserío o incluso el "inframundo", explica Nivardo. Desde muy tierna edad, los niños están inmersos en la muy viva cultura local.
Algunos jóvenes escuchan a veces hip-hop pero sin alejarse jamás de sus tradiciones, asegura Graciela, de 31 años, una bailarina proveniente de Santa María Tlahuitoltepec. "Aprendemos el solfeo incluso antes de aprender a escribir", dice. "Este ritmo alegre nos identifica, es nuestra cultura", agrega.
La fiesta de la Guelaguetza es también un enlace entre la plétora de comunidades muchas veces aisladas en este territorio montañoso, donde los conflictos agrarios desembocan en ocasiones en violencia.