Rescata técnicas ancestrales de construcción con carrizo y comparte su tradición con el mundo
Arquitecto oaxaqueño busca crear también conciencia ambiental sobre este elemento sustentable, sus técnicas de cosecha y corte
A los 15 años de edad, Miguel Ángel Méndez empezó a trabajar de ayudante de albañil, ahí conoció a su primer maestro, originario de Telixtlahuaca, quien le enseñó a usar el carrizo como material para la construcción. Pero quien después lo introduciría realmente en este oficio y lo impulsó a continuar fue el arquitecto Guillermo Cajiga.
Quince años después, este joven oaxaqueño ha ofrecido talleres de arquitectura a estudiantes y profesionistas de otros países, como Estados Unidos, Argentina y España, sobre las técnicas para la cosecha y corte del carrizo, así como sus diferentes usos en la construcción. Además, es un impulsor del rescate de las técnicas ancestrales y tradicionales constructivas, que también contemplan el uso del otate y el bambú.
El carrizo era usado en casi todo Oaxaca, afirma, principalmente con una técnica llamada bajareque en el que se colocan palos en las esquinas y se trenza el carrizo, que posteriormente se cubre con un barro “chicloso” que al secarse queda duro.
En los mixes, por ejemplo, menciona que en sus construcciones hacía un tipo de malla con el mismo carrizo para reforzar sus viviendas: “Se puede decir que es un sistema antisísmico para ellos, que se perdió porque ya no se compartió el conocimiento con los jóvenes y se abandonó por el uso de materiales industriales, como el cemento y el tabique. En Machu Pichu y en Monte Albán se han encontrado en sus cimientos este tipo de técnicas”, dice.
Foto: Juan Carlos Zavala
Pero Miguel Ángel advierte que no sólo se han perdido las técnicas constructivas, sino también con ellas se ha ido la cosmovisión alrededor del carrizo, su función para el cuidado del medio ambiente y la sustentabilidad como material de construcción.
Por ejemplo, detalla, uno de los conocimientos ancestrales que se ha compartido de maestro a maestro es que debe cortarse cuando hay luna llena “porque la luna hace que madure, se fortalezca elimine lo negativo”.
La explicación científica, dice, la tuvieron cuando enviaron carrizo a un laboratorio de Monterrey para conocer lo que puede soportar este material, en los resultados les dijeron que cuando la luna está en su plenitud provoca que la savia que endulza este material descienda completamente, y esa es la razón por la que las plagas ya no se lo comen cuando es cortado, porque ya no contiene el néctar.
“Muchos no saben que el carrizo florea y que tiene un ciclo de cambio de masculino a femenino. La flor parecida a una espiga puede ser de color blanco o morada; en las comunidades dicen que cuando la flor es morada anuncia un mal augurio y cuando es blanca, uno bueno”, añade.
Foto: Juan Carlos Zavala
Sobre el medio ambiente, explica, muchas autoridades municipales creen que es una plaga y lo cortan o queman todo el que crece a los lados de los ríos y arroyos, cuando el carrizo funge como un filtro que limpia el agua de los cauces. “Por eso ahora hay ríos muy sucios”.
También, esta falta de conciencia ambiental ha provocado, dice, que el carrizo ya no crezca en la región Valles Centrales en toda su plenitud: ahora mide sólo entre 1.80 y 2 metros. Mientras que en Miahuatlán de Porfirio Díaz, municipio de la Sierra Sur, crece hasta siete o más metros de altura.
“Es un material sustentable, que no necesita muchos cuidados, que podemos cultivar y también sirve para los mantos acuíferos, porque funge como un filtro natural”, dice.
Foto: Juan Carlos Zavala
También, despeja cualquier temor sobre su durabilidad como material de construcción y, como ejemplo, señala algunas construcciones de la ciudad de Oaxaca en las que se usó este material natural y tienen hasta 300 años de haberse construido.
Miguel Ángel Méndez es capaz de construir toda una segunda planta de una vivienda usando carrizo y lodo; una de ellas tiene 10 años de haberse construido y no ha sufrido ningún daño con los sismos: “La construcción sigue estable, no tiene fracturas, cortes, nada. Realmente es un sistema que funciona”, comenta.
Se pueden construir muros de ocho hasta un metro de ancho, esto último si es la primera planta. También construye ventanas, puertas, adornos, muebles y “todo lo que surja en la imaginación y el material permita”.
Foto: Juan Carlos Zavala
La contingencia sanitaria por la pandemia del coronavirus detuvo temporalmente su proyecto de instalar un taller permanente para que la gente pueda apreciarlo directamente; también porque facilitaría su trabajo, ya que sólo se encargarían del ensamblaje.
Actualmente, Miguel Ángel Méndez tiene 30 años de edad. Para él es importante que se recuperen los conocimientos ancestrales de los pueblos indígenas en la construcción porque, además, implican información sobre la naturaleza y sus materiales que se están perdiendo: “como el árbol del yagalan, que se usaba en muchas construcciones y ya nadie lo hace”, concluye.