Mixes llaman a sus muertos y honran al dios Konk änää

Sociedad 03/11/2019 14:13 Juan Carlos Zavala Ayutla, Oaxaca Actualizada 13:51

Con música, las familias recogen a sus muertos en  el panteón para llevarlos a su hogar

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El camino al panteón es cuesta arriba. Un enorme arco de madera forrado con flores de cempasúchil, terciopelo, hojas de níspero y naranjas que cuelgan, es <strong>la puerta de entrada y salida </strong>del mundo de los muertos.</p>

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La banda filarmónica toca música fúnebre como alabanzas para los fieles difuntos:<strong> “salgan, salgan ánimas en pena”</strong>, mientras mujeres, hombres y niños se preparan para traer a los difuntos al sitio de los vivos.</p>

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En San Pedro y San Pablo Ayutla, municipio ayuujk de la región mixe de Oaxaca, ubicado a más de dos mil metros sobre el nivel de mar, pervive una tradición de Día de Muertos en la que sus habitantes mantienen sus ritos de antes <strong>bajo la sombra de evocaciones católicas</strong>.</p>

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Al cruzar el arco de cempasúchil, terciopelo y hojas de níspero, a lo largo y a un costado del camino se erigen <strong>14 cruces de madera</strong> también cubiertas de flores; una <strong>centena de personas</strong> se encuentra a la puerta del panteón.</p>

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<img alt="captura5_2.jpg" src="/sites/default/files/u20534/captura5_2.jpg" style="width:441px;height:248px;" /><br />
Foto: Adrián Santiago</h6>

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Todo mientras una <strong>densa neblina </strong>parece tragarse el pueblo, el frío aumenta conforme pasan los minutos junto con una lluvia delgada, suave y pertinaz; huele a copal incendiado.</p>

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Un montículo de piedras resalta al inicio de ese lugar que se ha dispuesto para los sepulcros y sobre él, la imagen de un Cristo crucificado; enfrente, una cruz de cempasúchil tendida sobre el suelo; atrás, <strong>las tumbas se levantan floreadas </strong>y amarillas. </p>

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Dos conjuntos de piedras similares parten a la mitad al panteón: <strong>del lado derecho </strong>se entierran a las mujeres y <strong>del izquierdo,</strong> a los hombres. Como estos, se encuentran muchos más dispersos sobre el territorio de los pueblos asentados alrededor del <strong>cerro del Zempoaltépetl </strong>y en cuya punta, que alcanza los tres mil 420 metros sobre el nivel del mar, se erige un sitio sagrado para los ayuujk, lugar del dios del trueno Konk änää y del rey bueno Konk oy (Condoy), explica Carlos Sigüenza, habitante de 55 años de edad de Ayutla.</p>

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En los lugares donde se encuentran esos montones de rocas es porque <strong>hay presencia divina</strong>, ya que en esos sitios caían rayos y truenos. Ahora, sobre ellos, se coloca Cristo crucificado.</p>

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La ceremonia de la <strong>“traída de los muertos” </strong>empieza a las 11:30 horas de la mañana del 1 de noviembre. Los músicos, en su mayoría niños, niñas y jóvenes, y el resto de las personas ingresan al panteón.</p>

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Foto: Adrián Santiago</h6>

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Amparo Ramírez, la rezadora del pueblo, enciende el copal frente al sepulcro del sacerdote Telesforo Rodríguez, quien falleció el 16 de junio de 1946, e inicia con oraciones católicas y <strong>cantos en ayuujk a los fieles difuntos</strong> a través de los cuales les da la bienvenida, los invita a acudir a la misa que se ha preparado para ellos en la iglesia principal y se disculpa si alguna familia o persona no preparó alguna ofrenda para ellos. Les dice que pueden disponer de todo lo que en otros hogares se ha ofrecido.</p>

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Hermelinda Rodríguez empieza a arrojar flores de cempasúchil al suelo para f<strong>ormar el camino que ha de guiar a los muertos</strong> al mundo de los vivos. La banda filarmónica, dirigida por el joven de 27 años de edad Jacob Villanueva, reinicia con la música fúnebre y la gente se prepara a salir en procesión del panteón junto con sus muertos.</p>

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Hermelinda se coloca al frente y camina mientras forma el <strong>camino de flores amarillas,</strong> tras de ella un hombre carga la Cruz Mayor, una cruz antigua dejada por los dominicos, junto a otros dos que cargan cirios; atrás van los músicos, y después de estos, las personas que acompañaron <strong>la traída de los muertos.</strong></p>

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El camino de flores continúa hasta el pie del presbítero de la iglesia de <strong>San Pedro y San Pablo,</strong> hasta donde termina la procesión e inicia la misa católica.</p>

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Cuando termina la misa, cada familia se traslada con sus antepasados a su casa. Posteriormente las familias y amigos se organizan para llevar a cabo <strong>el änmëye’epy: la visita a las casas</strong> para recoger las ofrendas encabezados por un rezador y un “capillo”, comienzan el recorrido al anochecer, quienes al acercarse a una casa se grita “¡änmëye’epy!” para anunciar la llegada de “quien visita a las ánimas”.<br />
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La familia los recibe, inician los rezos, se mencionan los nombres de los difuntos y después <strong>se les ofrece una cena. El “capillo”</strong> del grupo se encarga de recoger con respeto las ofrendas del altar y repartirlas entre los asistentes.</p>

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Cada familia se traslada con sus antepasados a su casa.</p>
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Al día siguiente, el 2 de noviembre al medio día, todos se despiden de las almas de sus familiares y los llevan de nuevo al panteón donde, después de una misa, la banda filarmónica interpreta su repertorio musical mientras comen, <strong>comparten e intercambian las ofrendas</strong>, manjares que llevan en canastas a las tumbas.</p>

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En esta ceremonia “hay un <strong>sincretismo religioso </strong>por la mezcla entre la religión católica y las creencias ancestrales”, explica Joaquín Galván, habitante de la comunidad.</p>

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Foto: Adrián Santiago</h6>

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Pero para Carlos Sigüenza, los rituales ancestrales indígenas <strong>se preservan de manera independiente</strong> de los símbolos y oraciones católicas, pues ningún de ellos sustituye a los otros, perviven.</p>

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