Huaves elevan papalotes para bajar las almas
Los usan como medio de transporte para traer a sus seres queridos que se han adelantado, el día 31; para el 2 de noviembre repiten el ritual para ayudarles a regresar
Diana se cruza de brazos y hace berrinche frente a Lesbia, su madre. Después de varios intentos su papalote negro en forma de estrella no logra elevarse, su frustración se centra en no poder bajar el alma de su hermana Karen este Día de Muertos en San Mateo del Mar.
Desde niños
Diana y 400 niños más de la Primaria Bilingüe Emiliano Zapata lanzaron todo tipo de papalotes, el 31 de octubre por la mañana, en un campo de la población de San Mateo del Mar en la zona huave del Istmo de Tehuantepec; es el día que las almas de los niños bajan montados en papalotes hasta el pueblo.
“No puedo bajar ni un alma”, vuelve Diana a rezongar pataleando, Lesbia Esesarte, también profesora de la primaria, con paciencia le explica que su papalote tiene un defecto: el hilo que lo sostiene es demasiado grueso y eso impide su elevación.
Foto: Klaus Mendoza
La tranquiliza prometiendo que en casa se solucionará y se le agregará una cola más grande, así por la tarde la volarán desde el techo y bajarán a su hermanita que murió hace más de 15 años, cuando tenía nueve meses.
A unos cuantos pasos de Diana está sobre un montículo de tierra Luis Fernando, de seis años, él tampoco puede elevar su papalote porque es muy pequeño, pero insiste, al final de la actividad recoge los hilos y sostiene su figura rectangular bajo el brazo. Cuando la maestra le pregunta cuántas almas bajó, sólo mueve la cabeza y dice que “ninguno”, su papalote no voló alto como los demás. Mientras más alto, más rápido bajan.
Transportar almas
Elaborar papalotes es una tradición en San Mateo del Mar, todos los niños aprenden el arte de volar papalotes de sus papás, estos aprendieron a su vez de los suyos, así hasta perderse en el tiempo. La enseñanza tiene dos razones básicas: si de adulto se convierte en pescador, el papalote será un instrumento indispensable para pescar en alta mar y también para ayudar a las almas a bajar.
Hace pocos años que los maestros de las escuelas rescataron esta actividad con la participación de los niños
“Cuando les pregunto a mis alumnos un medio de transporte, casi todos gritan ‘papalote’, ellos lo consideran un vehículo donde se montan las almas los días 31 de octubre, 1 y 2 de noviembre; ellos los ayudan a bajar a la Tierra, pero también los ayudan a subir el día 2, cuando vuelven a soltar sus papalotes.
“Es algo que aprendemos desde niños en San Mateo, es parte de nuestra cultura, estos días de muertos no los entendemos sin los papalotes”, explica Lesbia mientras auxilia a sus alumnos a desenredar los hilos que provoca el choque de papalotes en el cielo.
Los ikoots, como también se conoce a esta gente del mar, son el único grupo étnico del país que utiliza los papalotes en esta celebración de muertos para bajar las almas el 31 de octubre y también para regresarlas a su morada el 2 de noviembre.
Foto: Klaus Mendoza
Una tradición que se rescata
Lorenzo Édison Fonseca, director de la Primaria Bilingüe General Anaya, recuerda que durante muchos años se perdió el ritual de volar papalotes en Todo Santos en San Mateo del Mar, pero hace 19 años que las escuelas de la comunidad empezaron a rescatarlo como parte de las tradiciones y revalorizar el fin, además de fomentar la convivencia con los padres.
“Para algunas escuelas y algunos maestros es muy importante que los niños valoren su cultura, su lengua, sus tradiciones, su comida, su tierra. Es importante que sepan que somos los únicos en el país que volamos papalotes en esta celebración y que es especial. Se había perdido, pero lo logramos revivir”, explica el profesor huave.
Labor única de hombres
A media cuadra del campo donde los niños elevan sus papalotes, vive Juana Baloes Zepeda, una huave de 62 años, que desde el patio de su casa observa curiosa la actividad escolar mientras prepara los tamales que colocará a sus difuntos el día 1 de noviembre
Recuerda que en su niñez, sólo a los hombres se les permitían elevar papalotes en el pueblo, no era una actividad de mujeres, bajar a las almas era cosa de varones, ellas tenían que esperar en casa en silencio y velar ante el altar, aunque tuvieran el deseo también de participar en el ritual.
“Es algo que aprendemos desde niños, es parte de nuestra cultura”
“No, antes era cosa de niños, sólo a los hombres se les enseñaba hacer papalotes y correr por la calles con ellos, nosotras lo teníamos prohibido. Hoy, la cosa ya cambió, gracias a las escuelas veo que las niñas ya participan, qué bueno, porque yo siempre quise volar papalotes, pero me quedaba en el patio viéndolos. Ahora las mujeres también se encargan de bajar a las almas con los papalotes” , expresa sonriendo sin dejar de amasar el maíz.
Los posibles orígenes
Se tiene referencia que algunos pueblos indígenas de Guatemala, como Sumpango y Santiago Sacatepéquez, los días 1 y 2 de noviembre también elevan gigantes y coloridos papalotes conocidos como barriletes. Ellos consideran que su función es unir el plano terrenal con el plano espiritual.
“En Guatemala se elevan papalotes en sus celebraciones de muertos, esto nos hace pensar que el ritual es sureño, pues se tiene la teoría que los huaves son un pueblo que vino del sur, según el fraile Francisco de Burgoa, en 1674 en su Geografía Descripción, que los huaves vinieron de Nicaragua, por lo que quizá esto de los papalotes sea algo de los pueblos sureños del continente, pero de entrada, los huaves son los únicos que hacen este ritual”, explicó el historiador y lingüista Víctor Cata.
Altar tradicional en los hogares huaves, que se caracteriza principalmente por la fruta e insumos del mar./ Foto: Klaus Mendoza
Contenido de aprendizaje
El Preescolar Bilingüe Vicente Guerrero tiene la elaboración de papalotes como parte de su contenido de aprendizaje comunitario, pues además del juego y la convivencia con los padres, a los niños se les enseña a contar, a identificar formas y distinguir el tipo de viento, pues éste indica la dirección que tomarán los papalotes.
Los niños aprenden a volar papalotes de sus padres, quienes también los usan para la pesca, su actividad principal.
“Aprenden las formas, los tamaños, los colores y reciclan, porque los papalotes se hacen con papel o nailon usado; también aprenden a contar, a saber de medidas y a cortar, no sólo se fomenta la habilidad y la destreza de los niños, también se fomenta con esta actividad, que llamamos Festival del Papalote, la convivencia entre hijos y padres, entre vecinos, maestros y padres de familia”, comenta Gisela Baloes, maestra del preescolar.
Como herramienta de pesca
En este mismo preescolar se tiene el papalote como herramienta de pesca dentro de su contenido de aprendizaje comunitario, pues muchos de los padres llevan a sus hijos al mar para que los ayuden a elaborarlos y a maniobrarlos.
La pesca es la principal actividad comercial y de sustento, así que en la temporada de fuertes vientos, a partir de octubre hasta febrero, los pescadores elaboran con sacos de los costales de azúcar papalotes de hasta metro y medio de diámetro y en forma de cola ensartan la red de pescar.
Los elaboran a la orilla del mar y los sueltan en el océano Pacífico, conforme se mueve el viento se mueve la red hasta que se logra gran variedad de productos marinos que comercializan o consumen.
Para los huaves los papalotes van más allá del juego, son herramientas de sobrevivencia alimenticia y son rituales.
Foto: Klaus Mendoza
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