Saulo, el niño que protegen en refugio con triciclo

Sociedad 05/10/2017 15:04 Ismael García Juchitán de Zaragoza, Oaxaca Actualizada 20:31

Don Alfonso Orozco adaptó un triciclo como refugio ambulante para su pequeño Saulo, y así llevarlo por las calles del municipio istmeño a fin de pedir ayuda

La idea de pasear a su “shunco” (el más pequeño de la casa) de año y tres meses en un triciclo por las calles de Juchitán le vino primero por la tragedia y la necesidad.

Don Alfonso Orozco es una de las miles de víctimas del terremoto del 7 de septiembre, que perdió casa y toda clase de bienes, junto con su esposa y cuatro hijos. A casi un mes, la ayuda llega a cuentagotas.

Artista plástico en ciernes, la familia que vivía en la colonia Víctor Yodo se tuvo que mudar a un albergue de la Novena Sección de Juchitán.

“Pues sí hay ayuda, hay alimentos, pero no es lo mismo. Nuestra casa quedó totalmente afectada el pasado 7 de septiembre; quedaba una pared y un pedazo de techo donde nos acomodamos para dormir, pero el 19 de septiembre se terminó de derrumbar todo”, dice.

Así le nació la idea de adaptar un triciclo como refugio ambulante para su pequeño Saulo, y llevarlo por las calles del municipio istmeño a fin de pedir ayuda. También, para buscar trabajo, pues luego de los sismos, nadie encuentra empleo. Su pequeño taller de arte, quedó derruido.

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“Albergue de Saulo”, le pintó al frente del viejo triciclo, adaptado como carpa, con pedazos de madera pintados y cubierto con una lona; en el interior, puso una silla para el pequeño, y adornó con macetas. Al frente, un letrero que halló en algún lugar: “Calidad de exportación”. Carga al niño con su respectivo biberón y dotación de pañales.

“Este triciclo nació de una triste historia de lo que nos pasó, salió la idea porque la casa se afectó, ya no pudimos estar dentro, menos con el niño. En la mañana salgo con mi hijo buscando ayuda; en el albergue nos dan algo pero necesitamos apoyos, ropa, zapatos, alguien que nos diga de algún trabajo”, expone a EL UNIVERSAL.

“Yo me dedico al arte, soy pintor, escultor, algo de cerámica; igual tenía mi taller, pero se cayó totalmente, nos quedamos en la calle; tenemos amigos, familiares que nos están echando la mano para poder salir adelante”, dice.

Explica que puso toldo y madera al triciclo para que la lluvia, el viento o el polvo no afectara a su Saulito, a quien le acomoda un cubreboca. Las reacciones por parte de pobladores y visitantes han sido distintas.

“Lo que más satisfacción me da es que cuando salimos y vemos a la gente, cuando nos ven, nos regalan una sonrisa, entonces les da ternura, alegría; cuando ven el triciclo, dicen ‘oye, qué bueno’; como que algo despierta, entonces dije pues está dando resultado, estamos aportando algo a la gente, con una sonrisa”.

De la necesidad surgió también la iniciativa de llevar sonrisas; entonces recorrió colonias y más barrios, como la Segunda, Quinta, Novena, a excepción de la Séptima, la sección más devastada.

Se detienen donde hay otros niños, quienes se alegran al ver el transporte, se toman fotos y sonríen, se divierten.

Así pasa el día Alfonso Orozco, entre calles ahora polvorientas, a veces lodosas, pero aún llenas de escombros y tristes recuerdos por una tragedia nunca antes vista en la región del Istmo.

Con información de Edwin Hernández

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