Roberta Mendoza y Paulino Ángeles fueron sus padres, pero Modesta Ángeles “Moda” y Francisco Ángeles “Papa Chico”, sus abuelos paternos, fueron sus pilares formativos. Fue el tercero de siete hermanos, pero era el preferido de su abuelo por trabajador. Seguro cuando nació Lencho —como le decían unos cuantos— se mató una gallina para comérsela y celebrar, tal y como dicta la costumbre.
Los huaraches y los jorongos eran dos de sus infaltables prendas: se sentía orgulloso al portarlas. Candelaria Carreño es su esposa y nacieron de esa unión sus hijos Elvia, Eduardo, Rolando, Graciela, Edgar, Adriana y Myriam.
Nicolás Arellanes Ángeles —quien era primo hermano, padrino de boda y hasta compadre de Lorenzo— fue una figura central para la familia Ángeles Carreño desde el principio. Gracias a él, la joven pareja tuvo como mantenerse al principio pues compró un molino que después les vendió y con el cual se mantuvieron mucho tiempo. Todo el pueblo iba con ellos a moler su maíz. Su jornada empezaba a las cuatro y terminaba a las 10 de la mañana, sin parar.
Después, este mismo padrino compró la tierra donde se erige el modesto palenque Tierra Blanca —que hoy aloja el esfuerzo de años de Real Minero—. Lorenzo sabía del tema por sus abuelos, mas la política llegó a su vida en esa época. El camino lo llevaría a adquirir estos mismos terrenos.
Fueron épocas duras en las que sus chamacos crecían y estudiaban. “Ahora si que hasta la vergüenza ya perdí”, le decía él a su mujer cuando iba a ofrecer el mezcal. “Mi esposo le luchaba y a los que hacen barbacoas les vendía la penca. A veces yo lo acompañaba. Cuando vendía hartitas nos iba bien. Yo ayudaba a quitar las espinitas y limpiarlas”, confiesa Cande.
Escuchaba las canciones de Vicente Fernández, Javier Solís y de Joan Sebastian. Le gustaba tomar su chocolate diario con pan calientito así como comer nopales, habas y frijoles. Disfrutaba viajar, descubrir y aprender. A pesar de que tenía un problema de columna y una rodilla operada siguió yendo a cortar sus magueyes: el líder debía poner el ejemplo. Si bien se despidió de este plano el 15 de diciembre de 2016, su memoria y legado siguen vivos.
“De lo que se había proyectado hace una década ya casi se alcanzó todo, sobre todo ser solidos como marca, que se conozca, exportar, generar empleos locales, no maquilar y sobre todo, demostrar que se puede ser una empresa rural con capacidades. Romper el paradigma de que la calidad solo se da si se tecnifica ya se cumplió. Tenemos un reto complicado que nos toca nosotros que somos la cuarta generación y es que esto continúe con la quinta, con los 16 nietos de mi papá, y que ellos entiendan cuál es su papel histórico”, expresa Graciela.
Si bien ella está al frente de este negocio familiar, trabaja en equipo con algunos de sus hermanos y sobrinos así como con sus colaboradores. Busca mayor vinculación del campo y proyectos multidisciplinarios para continuar de manera sostenible, y sobre todo desea “que no se pierda la humildad ni el origen” en el mundo del mezcal.
“Porque solo lo auténtico perdura” es el lema de Real Minero ¿qué hay más honesto que el amor de una familia por un miembro que ya no está y al que se honra y tiene presente día a día?