Algunos llegan solos; otros, con sus respectivas esposas y sus pequeños hijos, e ingresan a Ixtepec en camiones, en tren o incluso caminando.
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Por la pandemia, el albergue fue cerrado el 6 de abril pasado y reabrió sus puertas hace dos meses. Hasta ahora, dice el prelado, no se han presentado casos de contagios por Covid-19, pues los recién llegados se confinan durante 14 días.
“Solamente dos de mis escoltas y yo nos contagiamos a fines de marzo. Creo que nos enfermamos cuando fuimos a Cancún, para tramitar la regulación de unos migrantes”, recuerda Solalinde.
Mientras atiende los trámites de quienes esperan su regularización, el sacerdote también continúa con su campaña para buscar donaciones de alimentos y, en esta temporada de frío y vientos fuertes en el Istmo de Tehuantepec, de cobijas y ropa para los migrantes que viven en el albergue y para quienes duermen afuera, en casas de campaña, en espera del tren para seguir su ruta hacia el norte del país.
De acuerdo con datos del Grupo Beta del Instituto Nacional de Migración (INM), de diciembre pasado a estos primeros días de enero, al menos 150 centroamericanos que lograron cruzar la frontera sur han sido asistidos con agua, atún y galletas, mientras que algunas mujeres han sido canalizadas al Hospital Macedonio Benítez Fuentes, de Juchitán.
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Luego de operar desde julio de 2019, y apoyar a 200 migrantes sólo en Ciudad Ixtepec, actualmente el Programa Emergente Social, que depende de la Secretaría de Bienestar federal, se encuentra suspendido y quizás se reactive en febrero, explica el excoordinador José Alberto Toledo.
El programa favorece a centroamericanos que busquen regularizar su estancia migratoria con un pago mensual de 5 mil pesos a cambio de trabajo comunitario.
“Los migrantes beneficiados, como los que viven en el albergue, tenían jornadas de las siete de la mañana a las 12 del día. Aquí, algunos se dedicaban a la cocina, otros a la salud y algunos más a la limpieza del albergue”, relata el sacerdote. Mientras que los externos realizaban podas de árboles y arbustos, y trabajos de limpieza en las plazas y en las inmediaciones de la estación del ferrocarril.
Para Solalinde, con el cambio de gobierno en Estados Unidos, México modificará su política migratoria y aunque espera que haya un poco más de flexibilidad, dice que definitivamente el gobierno no permitirá el ingreso de caravanas de Honduras, El Salvador y de Guatemala.
“México dará facilidades a quienes busquen regularizar su situación migratoria”, señala Solalinde con la confianza de que también se endurecerán las acciones contra traficantes de personas.
“La política migratoria de nuestro país seguirá protegiendo a los migrantes para que no caigan en las redes de bandas que los ven como una mercancía. Nosotros, desde el albergue de Ixtepec y el de Ciudad de México, estaremos atentos”, dice el padre Solalinde.
Los elementos del Grupo Beta también se declaran listos para acudir al auxilio de migrantes que por el blindaje de Guardia Nacional en la frontera sur, caminan por senderos inhóspitos o se suben al lomo de La Bestia. “Estaremos en todos los puntos por donde pasa el tren desde el municipio de Arriaga, Chiapas”, dice uno de ellos enfundado en su uniforme color naranja, quien pide el anonimato.