La invisibilidad de las mujeres afro: “ser negra es no existir, es no ser mexicana”
En México el racismo y la discriminación estructural permanecen, requiere que los Estados tomen medidas acordes para disminuir y eliminar la situación de inferioridad o exclusión contra determinada persona o grupo de personas
Pinotepa Nacional.— El 17 de mayo del 2018, Paula llegó puntual a las oficinas de la delegación de la Secretaría de Relaciones Exteriores (SRE) en la ciudad de Oaxaca. Era la segunda vez en su vida que iba por su pasaporte.
Presentó a la encargada del trámite de renovación su acta de nacimiento, que aunque extemporal era original, y también mostró su credencial del Instituto Nacional Electoral (INE), pero los documentos no bastaron. La funcionaria la miró de pies a cabeza y le cuestionó su nacionalidad mexicana. Le dijo que su color de piel, su vestimenta y sus facciones, decían lo contrario. Como Paula es negra, había “suficientes”para que la institución dudara si era mexicana.
Paula se indignó. Argumentó que en la región Costa de Oaxaca existen los pueblos afro con sus habitantes de piel negra, y quienes son mexicanos como cualquier otro, pero la funcionaria no escuchó. Le pidió fotografías de su niñez para comprobar que realmente era de Corralero, agencia de Pinotepa Nacional, comunidad habitada al 100% por pobladores afrodescendientes.
Paula Cruz Guzmán tiene 57 años y es considerada una de las líderes del movimiento de mujeres afrodescendientes en la costa negra de Oaxaca. Su nombre es conocido porque luchó por el reconocimiento institucional y la inclusión.
Foto: Roselia Chaca
Esta ejidataria es respetada en su comunidad y fue la primera mujer que tuvo un cargo de tesorera en un pueblo negro, así que es la primera mujer negra en hacer historia. Pero todo eso tampoco contó ese día para el gobierno mexicano.
Paula tenía que asistir al Décimo Cuarto Encuentro de Pastoral Afro en Colombia, para exponer su experiencia en la lucha por el reconocimiento constitucional en México, así que insistió por la renovación de su pasaporte directamente en la Secretaría de Relaciones Exteriores en la capital del país, pero ahí tampoco tuvo suerte, volvieron a dudar de su origen.
Allí le pidieron realizar todo un proceso de identificación de huellas digitales y viajar varias veces a la Ciudad de México, pero su situación económica precaria no le permitía darse ese lujo, así que terminó por desistir y no salir del país.
“Fue desgastante pelear para que me dieran el pasaporte. Fue indignante que dudaran de mí aun cuando presenté los documentos expedidos por una instancia federal. Creo que no soy la única a la que han discriminado en su propio país y en su propio estado. Entendí que ser negra es no existir, es no ser mexicana. Aun así, con ese tipo de discriminación institucional sigo peleando por mis derechos” dice a EL UNIVERSAL la integrante del Movimiento Afromexicano.
De acuerdo con la Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos, en su artículo primero, en el país está prohibida toda forma de discriminación, misma que según el Código Penal Federal, en su artículo 149, establece sanciones “de uno a tres años de prisión o de ciento cincuenta a trescientos días de trabajo a favor de la comunidad, y hasta doscientos días multa” por prácticas racistas y discriminatorias.
Foto: Roselia Chaca
Pese a ello, en México el racismo y la discriminación estructural permanecen, concepto entendido como patrones de discriminación que traspasan el contexto histórico, temporal y geográfico, y que según la Comisión Interamericana de Derechos Humanos, requiere que los Estados tomen medidas acordes para disminuir y eliminar la situación de inferioridad o exclusión contra determinada persona o grupo de personas.
Lo anterior porque se presenta de forma multifactorial, desde el acceso vivienda, salud y educación de calidad, en el índice de expectativa de vida y tasa de nutrición, y en las dificultades para el uso del espacio público o el acceso a determinados lugares de recreación.
Además, dice la CIDH, a situación de discriminación estructural no solamente se advierte en las estadísticas o indicadores, sino que “se reproduce en el imaginario colectivo y en la continuidad de estereotipación de la población afrodescendiente, aplicándoles calificativos peyorativos e irrespetuosos a su dignidad como personas”.
De acuerdo con la Encuesta Intercensal 2015 del (Instituto Nacional de Estadística y Geografía (Inegi), en el país se reconocen como afromexicanos poco más de 1.3 millones de personas en 20 entidades. Oaxaca ocupa el segundo lugar nacional con el mayor número de personas, con 196 mil en 69 municipios costeños, sólo superado por Guerrero, con 229 mil personas.
Según Rosa María Castro, representante de la Asociación de Mujeres de la Costa de Oaxaca (AMCO), se esperaba que en el censo levantado este 2020 esa cifra se duplicara, tras Afrocenso Mx, una campaña que se realizó a favor de la autoidentificación, con la cual se estimaba que más de 2 millones de personas se reconocieran como afrodescendientes.
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Desde Oaxaca, con esta historia sobre las mujeres afro, EL UNIVERSAL participa en un trabajo internacional sobre el racismo en América Latina, junto con otros medios de comunicación del Grupo de Diarios de América.