Alborada Mixe, una filarmónica que en 20 años ha formado 400 niños músicos
Nacida en 1999, esta filarmónica ha formado a 400 músicos desde los siete años; fue la primera banda comunitaria
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Flor Oliva Fuentes tenía ocho años cuando decidió ingresar a la banda filarmónica Alborada Mixe. Eran años en los que las costumbres aún prohibían que las mujeres participaran en la vida política y social de San Pedro y San Pablo Ayutla y, sobre todo, en actividades dominadas por hombres. En ese entonces, ellas eran tres o cuatro y el resto de integrantes, varones.
Han pasado 19 años y ahora Flor es compositora y arreglista, entre cuyas obras figuran marchas, sones y piezas de danzón, así como arreglos para mambos y boleros que son adaptados a instrumentos de viento. La música, dice, significó fortaleza y libertad.
“Para mí, la música y la banda filarmónica significan un motivo y un gran impulso en mi vida. Si no fuera por la música, no tendría estos grandes amigos ni me desempeñaría muy bien. Me siento más libre y más segura”.
La historia de esta filarmónica nacida en una comunidad de la Sierra Norte de Oaxaca inició en 1999, luego de que en los años noventa fue pavimentada la carretera que lleva a Ayutla, municipio considerado la puerta de entrada a la región Mixe, lo que mejoró la conectividad de estas comunidades, pero a la vez trajo un proceso de pérdida de la cultura comunitaria, pues empezaron a observarse fenómenos sociales nuevos, como la drogadicción y el alcoholismo, principalmente entre niños y jóvenes.
Héctor Fuentes Celis, un profesor de primaria, entonces con 34 años, observó con preocupación este proceso de aculturación y junto con otras seis personas decidió emprender un proyecto cultural con el cual preservar la identidad y valores de su comunidad. Y decidió hacerlo a través de la música.
Tras reunirse con padres de familia, fundó la organización Polifonía Cultural Ayuujk Siglo XXI, con la cual impulsarían su principal programa: la Banda Filarmónica Alborada Mixe, creada formalmente el 6 de marzo de 1999, pero que celebra su aniversario en noviembre, cuando se festeja a Santa Cecilia, patrona de los músicos.
“En los noventa se veía que los padres empezaban a tener dificultades en formar a sus niños porque otros ambientes se estaban creando en las comunidades, los muchachos preferirían perder su tiempo en espacios maliciosos. Nosotros creamos espacios para que otros grupos crearan sus bandas y vieron que es productivo”, recuerda Héctor Fuentes.
Este profesor asegura que Alborada Mixe fue de la primera banda que se formó de manera espontánea y voluntaria, donde no se pide mucho apoyo a las autoridades y se enseña a los niños y jóvenes a que colaboren con la comunidad en el ejercicio de la autoridad, las tradiciones y la preservación de sus costumbres.
También, se convirtió en un espacio contestatario a prácticas monolíticas de la comunidad, pues desde su inicio permitió e impulsó la inclusión de niñas para ser parte de ella, pese las inconformidades y señalamientos de gran parte de la comunidad. Flor Oliva Fuentes, la hoy arreglista profesional, fue una de las primeras.
“La gente de la comunidad empezó a hablar y pedirle a mi familia que me sacara porque era indebido e inapropiado que estuviéramos entre hombres”, recuerda Flor.
A 20 años de su creación, Alborada Mixe ha formado a más de 400 músicos desde los siete años de edad y muchos de ellos han continuado por el camino del arte e ingresado a instituciones educativas, como la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM) y la Universidad Autónoma Benito Juárez de Oaxaca (UABJO), entre otras.
“Planteamos qué actividades realizar para que los niños tuvieran espacios de recreación artística y cultural. Entre ellas, la más importante fue la música… primero, para formar valores humanos y comunitarios, estos últimos desde el punto de vista de tradiciones y costumbres, donde los jóvenes aprendieran a colaborar mutuamente y apoyarse unos a otros”, relata Héctor Fuentes.
La ritualidad de la música
La idea de emplear la música como salvación y elemento de cohesión comunitaria que impulsó Héctor Fuentes fue casi una decisión natural. La música siempre ha estado amalgamada a la vida de los ayuuk, la nación originaria que se extiende en las 290 comunidades de 19 municipios del territorio mixe que, en conjunto, ocupan una superficie de 6 mil kilómetro cuadrados, según la entonces Comisión Nacional para el Desarrollo de los Pueblos Indígenas.
Así lo explica Gustavo Torres Cisneros, antropólogo social y asesor del ahora Instituto Nacional de los Pueblos Indígenas (INPI), en su estudio Mixes, pueblos indígenas del México contemporáneo. Ahí afirma que la música es la principal actividad artística que cultivan los ayuuk: “Casi todas las comunidades poseen una o incluso dos bandas filarmónicas que ejecutan sones y jarabes de la región durante las fiestas, así como la música correspondiente a cada evento ritual”, señala.
Menciona, por ejemplo, al Centro de Capacitación Musical Mixe (Cecam), localizado en Santa María Tlahuitoltepec Mixe, que derivó de la Escuela de Música Mixe (Esmmi), fundada el 16 de noviembre de 1977.
El Cecam es un centro autónomo de educación integral que impulsa la formación de músicos en la región y busca “conservar, fortalecer, difundir y desarrollar la música de bandas filarmónicas”, así como formar a los niños y jóvenes con un sentido de identidad histórica de lo que significa ser ayuuk y pertenecer a un pueblo vivo.
Es esta tradición en la región Mixe la que ha convertido a la música en parte de la vida comunitaria. “Las fiestas que se celebran en la zona alta y media se caracterizan por la participación de diversas bandas filarmónicas que, a veces, deriva en duelos musicales. La fiesta es el escenario donde se ponen en juego una gran cantidad de rituales”, explica el especialista.
Así, entre montañas y bosques que visten este territorio, la música a se ha convertido en un elemento ritual más en localidades donde la relación con la naturaleza sigue rigiendo la vida comunitaria. Torres Cisneros, por ejemplo, dice que en la cosmovisión mixe los cerros, nubes, arroyos, cascadas, ríos, bosques y selvas están ungidos de divinidad y donde la dualidad de lo femenino y masculino ha estado siempre presente.
El camino del arte
El sonido metálico, los notas profundas y los dedos veloces son el sello de Alborada Mixe, donde niños y jóvenes vestidos con un fabián tejido de pentagrama de lana y una camisa o blusa típica de Ayutla, lo mismo aprenden solfeo e instrumentación que realizan actividades para fortalecer su lengua, el ayuuk, y consolidar valores comunitarios, como el tequio, “que se estaban perdiendo”, recuerda su fundador Héctor Fuentes.
Todo esto de manera gratuita para todos los estudiantes, pues los profesores no cobran un sólo peso.
Para este profesor de primaria a punto de retirarse, el periodo más difícil desde que iniciaron fue en 2001, cuando problemas internos y políticos en la comunidad pusieron en riesgo el proyecto. En contraste, el mejor momento ocurrió entre 2004 y 2006, cuando los integrantes de la filarmónica aumentaron significativamente.
Héctor dice que su mayor satisfacción es que los jóvenes que han salido de la banda han buscado “el camino del arte” en las escuelas de música del estadoy del país. Y muchos otros obtuvieron trabajo como músicos.
Además de Flor Oliva, en Alborada Mixe también se han formado músicos y compositores, como Sergio Chávez Reyes, Eduardo Chávez Reyes y Luis Antonio Chávez Manuel, quien recientemente compuso la obra “Vigésimo aniversario” en el honor a este proyecto creado hace 20 años.
Es con esa convicción que los 38 músico de entre siete y 20 años que integran la banda filarmónica, acompañados de tres adultos, ensayan cada semana un total de 22 horas, en un espacio de la organización, siempre bajo la dirección titular de Urbano Chávez Ramírez y la subdirección de Israel Chávez Ramírez.
Ahora esta banda nacida en la Sierra Norte, que se ha presentado en diversas comunidades de la región, celebra su vigesimo aniversario ofreciendo un concierto Bajo el Laurel, este domingo en el zócalo de la ciudad de Oaxaca, mostrando la riqueza cultural de la nación ayuuk. Y el poder comunitario que encarna la música.