Libros prohibidos, joyas que resistieron la censura

La biblioteca guarda un importante  acervo histórico que en el siglo XVI la Iglesia católica buscaba ocultar

Foto: Cortesía
Sociedad 16/02/2020 10:27 Actualizada 12:43

El 25 de julio de 1717 y en uno de los amplios salones del Convento de Santo Domingo Guzmán, el fraile Leonardo Levanto concluye el expurgatorio de una de las obras de Claudio Galeno, una tarea de censor que le ha asignado el Tribunal del Santo Oficio.

Al terminar su trabajo, escribe sobre la portada del libro: “En virtud de comisión de Santo Officio y según el expurgatorio del año de 1707… este libro en los lugares de las versiones de Erasmo, Jonas philologo y Nicolás de… En Guaxaca a 25 de julio de 1717” (sic).

La obra literaria de Claudio Galeno o algunas de sus partes forman parte de los libros prohibidos, llamados así por los mismos inquisidores de la Iglesia católica y la Corona Española,  se encuentran dentro del acervo  de la biblioteca Fray Francisco de Burgoa y que ocupa la antigua capilla del Tercer Orden del ahora exconvento de Santo Domingo de Guzmán.

Dentro de la colección de los libros prohibidos es posible apreciar la censura a “El Arte de Amar” de Ovidio, así como obras de Erasmo de Rotterdam —uno de los escritores perseguidos y condenados por el Santo Oficio—  de Nicolás Maquiavelo, Bocaccio, Isaac Newton e incluso la “Enciclopedia”, entre otros que fueron expurgados o censurados en Oaxaca; así como los índices o catálogos de los libros prohibidos, hasta aquellos que daban fin a esta prohibición.

Este acervo también incluye la exhibición de las primeras constituciones de México,  como la de Cádiz de 1812.

“Cuando la Corona se da cuenta de los peligros que podría representar el que la gente tenga más acceso a la información y, además, a manifestar sus propias ideas, se dan cuenta de que se tienen que regular. Entonces, el Tribunal del Santo Oficio, que justamente se encargaba de los delitos contra la fe, empieza a tomar cartas en la cuestión de las publicaciones y empiezan a hacer  los índices y catálogos de los libros prohibidos”, explica Penélope Orozco, bibliotecaria y curadora de la exposición Libros Prohibidos que se exhibe en la biblioteca Fray Francisco Burgoa.


La censura

Los índices eran un listado de autores, obras y partes de obras escritas que debían ser censurados. Dentro del acervo de la biblioteca se encuentran algunos creados en Roma en 1583 y en España en 1783. En los listados de éste último se enfocan, generalmente, en cuestiones teológicas y en el de Roma incluyen a escritores de literatura.

Entre las características de lo que  “no debía leerse” eran textos que tuvieran errores de impresión o desviaciones incluidas por herejes, escritos heresiarcas (de herejías religiosas), como los de Lutero, Calvino, Voltaire, Diderot y Rousseau; versiones de “La Biblia” hechas por “herejes” o en “lengua vulgar”,  así como libros que tratan de amor con propósito lascivo o  aquellos “para predecir el futuro”, como los de astrología, entre muchos otros.

“Con que no tuvieran el nombre de la imprenta o del autor, con  eso ya  se les consideraba (a los libros) sospechosos y a era un motivo para prohibirlos.

“También,  se censuraba ‘La Biblia’ en un lenguaje vulgar o se prohibían las que no estuvieran escritas en latín, así como escritos para predecir el futuro, libros que fueran novelas de amor o que tuvieran cuestiones lascivas que pusieran en duda la moral. Obviamente, los autores más censurados eran los  clásicos”, detalla Penélope Orozco.

Otro ejemplo es “El Parnaso Español” de Francisco de Quevedo, libro en el que fueron censurados o vetados poemas completos.

La bibliotecaria   realizó una selección de obras que fueron expurgadas en Oaxaca, las cuales, por la marca de fuego en sus cantos, se sabe que pertenecieron principalmente al Convento de Santo Domingo de Guzmán.

La mayoría de estos libros fueron censurados por el fraile dominico Leonardo Levanto e incluso, se cuenta con uno expurgado por Carlos de Sigüenza y Góngora. Algunos, explica la curadora, sufrieron diversas censuras y con diferentes índices, que también cambiaron con el paso del  tiempo.

“Tenemos la ‘Enciclopedia’, que aglutina todo el conocimiento de la época y lo pone a disposición de más gente. El Santo Oficio sabía que iba a causar una revolución de la gente y por eso, en su momento, fue prohibida. Vemos que, incluso, el formato de la ‘Enciclopedia’ es más pequeño y más accesible”, comenta.

Este acervo de los llamados   libros prohibidos cierra con la exhibición de la Constitución de Cádiz promulgada el 12 de marzo de 1812 y en la que se establece la libertad de escribir, imprimir y publicar; así como la Constitución Política de México de 1824, en la que  se estipula que el Congreso federal debe proteger y arreglar la libertad política de imprenta “de modo que jamás se pueda suspender su ejercicio y, mucho menos, abolirse en ninguno de los estados”.

Y finalmente la Constitución Política de Oaxaca de 1825, la cual  señala que los oaxaqueños tienen el derecho de publicar, por medio de la imprenta, sus opiniones políticas y pensamientos en cualquier materia, pero con una excepción: “ningún escrito en materia de religión podrá imprimirse sin las previas censura y licencia del Ordinario Eclesiástico”.

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